Comentarios críticos 

Gustavo Bueno, Sistema

§ I. Crítica de las definiciones disponibles de sistema.

Tomamos como definición tipo la del Vocabulario técnico y crítico de la filosofía de André Lalande, en su acepción A: «Conjunto de elementos, materiales o no, que dependen recíprocamente los unos de los otros de manera de formar un todo organizado». Lalande pone como ejemplos el sistema solar, el sistema nervioso, o un sistema de tres ecuaciones.

(1) Ante todo, habrá que criticar la pobreza de una definición que demuestra la falta de una idea de sistema propiamente tal. La «pobreza» de que hablamos no es un mero adjetivo calificativo, sino que la hacemos consistir en algo más preciso, a saber, en el carácter genérico, absorbente o modulante de la idea general propuesta como definición. En efecto, ella se reduce a recoger el concepto de «conjunto o multiplicidad de elementos que dependen recíprocamente los unos de los otros, de manera de formar un todo organizado». Esta definición permite, es cierto, discriminar a los sistemas de otros «conjuntos» tales como los agregados, los conglomerados, las estructuras, o las meras multiplicidades extensionales formadas por los elementos del conjunto o clase interna o externa (continua o discreta); pero esta discriminación se hace basándose en el modelo de un todo orgánico, es decir, en la metáfora del organismo. Es cierto que la definición del sistema a partir del organismo tiene una tradición larga (Kant mismo decía que los sistemas [filosóficos] son como los gusanos –Wurm, Gewürm; no como los versos, como tradujo Bergua a partir del francés Ver– que pueden reproducirse a partir de uno de sus anillos). Pero ocurre, y esta es nuestra principal objeción, que precisamente el organismo viviente no es un sistema, lo que demuestra que la definición propuesta por Lalande, aunque discrimina sistemas de agregados, no diferencia a los sistemas de otros conjuntos de múltiples elementos interrelacionados que sin embargo no son sistemas, sino totalidades sistáticas (como puedan serlo, además de los organismos, las estructuras). Y precisamente por no diferenciar aquello sobre lo cual es necesario establecer la definición de sistema, la definición propuesta es confusiva, porque confunde, bajo el término «todo organizado», las diversas modulaciones del todo que intervienen en la constitución de la idea de sistema (señalamos, principalmente, la distinción entre las totalidades atributivas T y las totalidades distributivas Í). Estamos en la situación de quien ofreciera una definición de poliedro como «conjunto de rectas y puntos que se cortan los unos a los otros, a la manera como se cortan los lados de un triángulo»; porque esta definición confundiría, sin perjuicio de su genericidad, las figuras sólidas y las planas, proponiendo como prototipo de poliedro a una figura plana a partir de la cual jamás podríamos llegar al sólido.

Además, la definición de Lalande está «contaminada» por el concepto lógico matemático de «conjunto», al utilizar en la definición el término «elemento». Pero un elemento excluye la complejidad, al menos en tanto es considerado formalmente como tal, en relación con la clase de la que es elemento; lo que quiere decir que la complejidad de los elementos no se tiene en cuenta al definir al sistema, lo que indica, de un modo evidente, que no se posee la estructura holótica de la idea de sistema. Precisamente, como expondremos a continuación, las partes formales de un todo sistemático no pueden figurar como elementos, sino como totalidades sistáticas.

(2) También es preciso criticar la ausencia de clasificaciones internas de la idea de sistema, ausencia que manifiesta ya por sí misma la carencia de una idea susceptible de diferenciarse internamente (o formalmente) en diversos tipos homólogos. La definición de Lalande demuestra una indistinción fatal entre la diversidad «material» de los sistemas y la estructura holótico-formal de los mismos y sus variedades o tipos internos, diversidad que se ve obligada a desconocer, al presentar, como tales variedades internas, la composición a partir de elementos «materiales o no». Y no criticamos tanto ahora el reconocimiento de «elementos no materiales» (lo que implica un mentalismo o un espiritualismo) sino el apelar a unos criterios en todo caso no holótico-estructurales, sino semánticos («materiales»), para encubrir con ellos la ausencia de criterios de diferenciación interna («formales»). Por los ejemplos que aduce, la distinción entre «elementos materiales o no» parece referirse a una distinción, reconocida en otros Diccionarios, entre «sistemas reales» (el sistema solar) y «sistemas conceptuales» (el sistema de tres ecuaciones); como si el sistema de tres ecuaciones no fuese tan material y aun corpóreo, desde el punto de vista algebraico, como el sistema solar. Y si se dice que el sistema de las tres ecuaciones es algo más que la corporeidad de los grafismos algebraicos con los que se construye, también habrá que decir que el sistema solar es más que la corporeidad de los planetas fenoménicos que lo constituyen (los componentes terciogenéricos habrá que reconocerlos tanto en el sistema solar como en el sistema de las tres ecuaciones). En cualquier caso, ¿cómo podríamos poner aparte los «sistemas reales» de los «sistemas conceptuales»? ¿Acaso puede entenderse la posibilidad de un sistema real que no sea al mismo tiempo conceptual?

Quien sólo puede diferenciar los tipos de sistemas apelando a criterios semánticos, positivos o ficticios (por ejemplo, la oposición entre sistema conceptual o mental y sistema real) es simplemente porque carece de una idea de sistema susceptible de diferenciarse en tipos internos estructurales. Con ello nos pone en la situación parecida a de quien sólo pudiera ofrecernos una clasificación de las palancas en «palancas de madera, de metal o de hueso», porque no había penetrado en la estructura de la máquina (P, R, A).

Consideraciones análogas haríamos sobre las conocidas clasificaciones de los sistemas en estáticos y dinámicos, o en abiertos y cerrados. Por importantes que sean estas clasificaciones, habría que tener en cuenta que ellas afectan ante todo a las totalidades sistáticas implicadas en los sistemas, más que a las totalidades sistemáticas mismas.

(3) La definición de sistema mediante ideas genéricas absorbentes impiden también dar una definición precisa de las relaciones que ha de mantener el sistema con otros sistemas, o entornos no sistemáticos. Por ejemplo, cuando Nicolai Hartmann presenta como distinción central la que media entre sistemas y problemas; porque los problemas no se oponen a los sistemas en cuanto tales, salvo pedir el principio (el problema de no haber encontrado el sistema de las ecuaciones pertinentes para resolver el material correspondiente).

En conclusión, las definiciones de sistema ofrecidas por los diccionarios filosóficos (o por los diccionarios léxicos de la lengua) son por completo inútiles para cualquier persona que quiera hacer uso de una definición más allá de los objetivos estrictamente léxicos. El matemático, el físico, el biólogo, el sociólogo, &c. que, utilizando la idea de sistema propia de su especialidad, acude a un «diccionario técnico» de la filosofía, como el de Lalande, para conocer los resultados del «análisis filosófico», quedará defraudado y con razón despreciará a ese gremio de sedicentes filósofos que sólo pueden ofrecerle una noción confusionaria que no le permite ir más allá de la noción vulgar o del concepto que él utiliza; una noción por tanto superflua, puesto que aplicada a su propio concepto de sistema concreto, no permite hacer otra cosa sino reproducirla tal como la tenía desde el principio.

Entre los objetivos de una definición verdaderamente filosófica de una idea, como la de sistema, no puede dejarse de lado la intención de abrir la posibilidad de utilizar la idea definida, no como un mero módulo o absorbente de los sistemas concretos, que los deje intacto en cada caso, sino como un modelo de análisis de estos sistemas concretos, un modelo capaz de reexponer y diferenciar los sistemas concretos en cuanto sistemas (es decir, no sólo por su materia) a la luz de una estructura holótica más precisa y universal. Del ejercicio del análisis sistémico de los análisis concretos, podrá esperarse además un desarrollo y, eventualmente, una rectificación de las líneas de la idea de sistema que hayan sido propuestas; de la aplicación a los sistemas concretos de las definiciones ordinarias no podemos obtener nada más que una reiteración monótona de esas mismas definiciones («conjunto de elementos, &c.»).

§ II. Hacia una definición holótica de sistema.

1. Comenzamos por establecer una tesis que juzgamos fundamental en el momento de disponernos a analizar la estructura holótica de la idea de sistema: que la idea de sistema no es una idea que pueda considerarse como «flotando» aislada en el conjunto de las demás ideas. Semejante consideración está sin embargo facilitada por la misma «perspectiva técnica» de los autores de diccionarios o de vocabularios léxicos, porque esta perspectiva les inclinará a tratar a los términos que van a ser definidos como si ellos tuviesen un significado «exento». Pero la idea de sistema –según la tesis– habrá de ir referida no sólo, desde luego, en cuanto a idea, a conceptos positivos de sistemas (sistema solar, sistema de ecuaciones), y no como meros ejemplos, sino también a otras ideas coordinadas. Según esto, la tesis establece que no será posible dar una definición «neutra» de sistema que pudiera valer, pongamos por caso, tanto desde coordenadas espiritualistas, como desde coordenadas materialistas (como parece pretender el vocabulario de Lalande, cuando al hablar del «conjunto de elementos, materiales o no» está presuponiendo la posibilidad de tratar con elementos no materiales). La tesis afirma, por tanto, que una neutralidad semejante en el momento de ofrecer una definición general de sistema, es sólo indicio de confusión en la idea de sistema.

Por nuestra parte, nos situamos, al tratar de definir la idea de sistema, en las coordenadas del materialismo filosófico y, más concretamente, en las coordenadas de su ontología especial. Definimos los sistemas como figuras que dicen siempre y necesariamente referencias primogenéricas, y aun corpóreas, aunque no se reduzcan a ellas: al margen de estas referencias, la idea de sistema desaparece.

2. Se comprenden estas referencias de la Idea de sistema a las materialidades primogenéricas cuando ponemos, como componente más genérico de la idea de sistema, a la idea de totalidad. Un sistema es una totalidad; pero una totalidad, suponemos, implica siempre una multiplicidad de partes con referencias primogenéricas y corpóreas. Ahora bien, aunque todo sistema sea una totalidad, no toda totalidad es un sistema. Hay muchos tipos de totalidades: atributivas (T) y distributivas (Í); y a su vez éstas pueden ser homogéneas (discretas o continuas) y heterogéneas (discretas o continuas).Toda totalidad dice multiplicidad de partes extra partes. Toda totalidad es finita porque, aunque sea ilimitada en extensión, no abarca la omnitudo rerum. La multiplicidad ilimitada de los átomos o de los puntos del espacio de Minkowsky deja fuera a los colores, a los sabores, &c.

Hay multiplicidades y aun totalidades ilimitadas (es decir, que no tienen un entorno constituido por otras totalidades de su género) y hay multiplicidades limitadas (por otras totalidades de su género). Los sistemas son totalidades constituidas sobre multiplicidades heterogéneas, y totalidades limitadas. Una multiplicidad infinita de elementos homogéneos no puede constituir un sistema; una multiplicidad infinita de números enteros, aunque sean heterogéneos, tampoco constituye por sí un sistema. La multiplicidad infinita de los átomos de Epicuro antes del clinamen no constituiría un sistema. Para formarlo, en los mundos correspondientes, sería necesario introducir una desviación capaz de generar los diversos «sistemas de mundos», según la heterogeneidad entre los vectores que definen a esos átomos constitutivos de los diferentes mundos.

3. Las multiplicidades susceptibles de ser totalizadas sistemáticamente son multiplicidades heterogéneas de partes que, a su vez, constituyen totalidades complejas (no elementos), denominadas totalidades sistáticas (systasis = constitutio). Una totalidad sistática es una multiplicidad de términos heterogéneos (según sus morfologías) en número finito que aparecen trabadas según relaciones e interacciones mutuas que tampoco tienen por qué entenderse como si fuesen universales, todas con todo (principio de symploke). Un organismo unicelular, un organismo pluricelular, un hexaedro, un elemento químico (en tanto que está compuesto de partículas subatómicas, tales como electrones, protones, neutrones, &c.) son totalidades sistáticas.

4. Los sistemas son totalidades establecidas a partir o en función de totalidades sistáticas («previamente dadas») que constituyen las bases (B1, B2, B3) sistáticas del sistema o totalidad sistemática. Por tanto, un sistema no es un conjunto de elementos, porque en lugar de elementos han de figurar siempre totalidades sistáticas, en cuanto tales. Una totalidad sistática, en efecto, consta de partes heterogéneas (b1, b2, b3) de las cuales unas son integrantes, otras son determinantes y otras son constituyentes. La totalización sistemática no se forma a partir de las bases sistáticas (Bi) tomadas como elementos, sino a partir de esas bases en cuanto constituidas a su vez por partes (bi) que se componen u ordenan o combinan con otras partes de las bases del sistema.

5. El sistema como totalidad sistemática es, por tanto, una totalización compleja no sólo por la heterogeneidad (no uniforme) de las partes constituidas por componentes heterogéneos de las bases sistáticas, sino por la complejidad de niveles o rangos holóticos que en él se entretejen: Los componentes bi de Bi; las composiciones de rango Bi en el sistema S. Esta complejidad no es un detalle erudito de la idea de sistema, porque es a partir de esta complejidad como se forma la propia idea holótica de sistema (tampoco el concepto de palanca contiene a P, R, A como un detalle erudito, sino como raíz de su propia estructura conceptual).

6. El sistema, como totalidad sistemática, es una totalización que contiene siempre una dimensión de tipo distributivo (Í) a partir de las operaciones de alternatividad lógica que él implica. (Esta «dimensión distributiva» de los sistemas no aparece formalmente recogida en la teoría general de los sistemas de von Bertalanffy.) Desde este punto de vista, un sistema dice siempre una referencia a su momento b-operatorio, que interviene en el «arreglo» (sintáctico) realizado como una alternativa a otras posibles; y esto aun en los casos en los cuales el sistema ofrecido aparezca como «alternativa victoriosa», absoluta, única, sin rival objetivo; una situación que permitiría considerar al sistema en una perspectiva a-operatoria (si fuera posible segregar o neutralizar a las operaciones b a partir de las cuales se constituyó). La estructura lógica de los sistemas se manifiesta por tanto en el ejercicio de los functores alternativos (Í = {S1 v S2 v S3}): la verdad global del conjunto se mantiene aun en el caso en el que sólo consideremos verdadera a una de las alternativas. Supuesto, por ejemplo, que la estructura de una sociedad política se mantenga como un equilibrio de los «tres poderes» (ejecutivo, legislativo, judicial) podremos llamar «sistemas de equilibrio político» a cada una de las posibles situaciones definidas por aquellas proporciones alternativas que mantienen cada uno de estos tres poderes; cada alternativa corresponde aproximadamente al concepto ordinario de «régimen político», un régimen político que por tanto designa a cada una de las formas dadas dentro del sistema de las alternativas previstas (el régimen será autoritario si subordina los poderes legislativo y judicial al ejecutivo; el régimen será judicialista, si subordina los poderes ejecutivo y legislativo al judicial). Si podemos hablar correctamente de «sistema de transmisión televisiva» al referirnos a la tecnología-k tradicional de transmisión por antenas y repetidores terrestres, es porque esta tecnología-k se considera como una alternativa a la tecnología-q por satélite; las tecnologías k y q constituyen en realidad una totalidad Í distributiva respecto de la cual cada tecnología comienza a ser un «sistema» y un sistema, además, que contiene a otras alternativas internas (por ejemplo: televisión sin cable o televisión por cable) respecto de las cuales vuelve a comportarse como una totalidad distributiva. La mera posibilidad de sustituir en una tecnología k dada de transmisión un tubo o un tipo de pantalla por otros, ya permitiría hablar de una intervención b en el sistema de transmisiones k, por cuanto éste, respecto de las sustituciones posibles de algunas piezas específicas suyas comenzará a comportarse como una totalidad Í. En este contexto podemos recordar la relación entre el concepto de «montaje» y el concepto de «sistema», porque un montaje dice siempre relación a ciertas alternativas operatorias –incluso cuando el sistema «se desmonta»– pero sin perder la referencia a su funcionamiento objetivo posible, dentro de una estructura dada.

§ III. Clasificación interna de los sistemas fundada en la definición holótica de sistema como totalidad sistemática.

Un sistema según lo dicho, ha de considerarse constituido por una materia (amorfa, cuando se la considera en función de la ordenación que el sistema va a introducir entre sus partes) y una forma sistemática en virtud de la cual la materia resulte ordenada. No se trata de una distinción de perspectivas referidas a una misma realidad. En la materia, o campo del sistema, pueden estar representados muchos contenidos que, aun siendo del mismo género («semántico») que el de los que están sistematizados, sin embargo no se han incorporado al sistema de referencia.

La clasificación principal que proponemos es la clasificación entre sistemas de primer orden (suprasistáticos) y sistemas de segundo orden (intrasistáticos).

Los sistemas de primer orden son sistemas establecidos como totalidades distributivas (Í) de bases sistáticas (Bi) constituidas por la composición de partes o componentes básicos (bi), similares en número, finitos y heterogéneos, según sus respectivos contenidos, y diferenciadas (las bases sistáticas) según diversas proporciones, combinaciones o permutaciones de los componentes básicos, y sin que el sistema resultante de la reunión de las bases sistáticas pueda alcanzar la condición de una base sistática de orden más complejo. No queda por ello excluida la posibilidad de una seriación, incluso con un alcance genético, de las bases sistáticas del sistema establecidas en función de su estructura.

Los sistemas de segundo orden son sistemas constituidos por cada una de las bases sistáticas (Bi) que a su vez figuran como partes integrantes de una totalidad sistática común (TB) siempre que cada base sistática pueda tratarse como si fuese parte de una clase distributiva interna de TB. En los sistemas de segundo orden (intrasistáticos) el sistema no está constituido sobre la multiplicidad de bases sistáticas, puesto que cada base sistática es la que constituye de por sí un sistema, si bien no ya «en solitario», sino en la medida que ella forme parte de la clase interna de los demás sistemas dados en el todo sistático común que, sin embargo, no constituye él mismo un sistema. No es nada insólito, por lo demás, que una ordenación o concatenación de composiciones básicas (b), dada en el dintorno de una totalidad sistática (TB) constituya un sistema por sí misma, pero siempre que se considere formando parte de una clase interna de concatenaciones establecidas en la misma totalidad común. La página de un libro sólo es «página» (y no una mera hoja) cuando figura como insertada junto con las otras páginas del libro, y sin que en el conjunto de estas páginas pueda recibir él mismo la denominación de «página» (y esto dicho sin necesidad de tener que atribuir a la página de un libro la condición de un «sistema intrasistático» dentro del libro, puesto que ni siquiera la circunstancia de que las distintas páginas del libro puedan considerarse conformadas por las mismas letras del alfabeto, a título de componentes básicos, aunque fueran condición necesaria, no sería suficiente para hablar de un sistema de letras propio de cada página, dotado de unidad suficiente en el ámbito de cada página). Otro tanto se diga de los surcos de un campo labrado (supuesta la imposibilidad de hablar de un surco único) o de las filas o las columnas de una matriz (y esto dicho sin perjuicio de la posibilidad de construir, como casos extremales-límites matrices de una sola fila o de una sola columna).

Algunos ejemplos de sistema de primer orden.

(1) El sistema periódico de los elementos químicos constituye un sistema suprasistático, ya a la escala en la que los ordenó Mendeleiev, a partir de determinadas propiedades similares observadas entre ellos; pero, sobre todo, a partir del momento en el cual el sistema periódico se desplegó una vez establecida la estructura compleja (no elemental) de los átomos, en función de sus núcleos y órbitas electrónicas. El sistema periódico de los elementos es un sistema que totaliza, en efecto, casi dos centenares de estructuras sistáticas en función de sus componentes básicos (electrones, positrones, neutrones, orbitales, &c.). El sistema periódico está limitado en su entorno (que se extiende alrededor de 170 «bases»); además, el sistema periódico es un sistema en la medida en que constituye una alternativa a otros sistemas, en función de los cuales pudiera ordenarse el material correspondiente. Sin embargo, el sistema periódico podría considerarse como un sistema absoluto, sin alternativas «solventes»; además es un sistema que puede considerarse como comprendiendo a varios subsistemas (por ejemplo, cada una de las columnas, o de las filas susceptibles de ser caracterizadas por propiedades químico-físicas determinadas).

Por supuesto, el sistema periódico de los elementos no constituye un elemento más; el sistema periódico de los elementos es impensable (sin perjuicio de su consideración como «sistema natural de los elementos») al margen de las operaciones b-operatorias que lo llevan a efecto. Sin embargo, en cuanto sistema absoluto, hay que suponer que estas operaciones han sido neutralizadas para dar lugar al «sistema objetivo» de los elementos.

(2) El sistema de los cinco poliedros regulares es también un sistema de primer orden. Su materia puede considerarse formada por componentes puntuales, rectos, planos, &c. del espacio euclidiano. La base sistática son los sólidos, poliedros, en general, y sus componentes (vértices, aristas, caras). A partir de estos componentes, que tienen múltiples alternativas de configuración (caras regulares, irregulares), se constituirá el sistema de los cinco cuerpos, como totalidad distributiva y sistema absoluto. Tampoco el sistema de los cinco poliedros es un poliedro.

(3) El sistema taxonómico de las especies de Linneo podría figurar también como un sistema de primer orden, distributivo (las especies eran entendidas por Linneo como si hubieran sido creadas por Dios, independientemente unas de otras, en el principio). Sin embargo, tras la teoría de la evolución podrá decirse de algún modo que las especies de Linneo forman un todo atributivo, desde un punto de vista genético (el propio Darwin lo habría representado como un árbol). De otro modo, la oposición entre los sistemas de primer orden y de segundo orden permite dar una formulación más precisa al significado que la «revolución lógica» que Darwin imprimió al sistema de Linneo.

(4) También el sistema métrico decimal podría considerarse como un sistema establecido sobre las bases sistáticas de las longitudes-patrón: la barra de platino-iridio, el centímetro cuadrado o el centímetro cúbico, los pesos de un kilogramo &c. La seriación de estas múltiples bases sistáticas formarían un sistema alternativo, y no absoluto, sin alternativas a otros sistemas (sistema sexagesimal, al sistema maya de los katunes, &c.).

(5) El sistema de las cónicas aparece disimulado en la llamada ecuación de las cónicas (ax2 + by2 + cxy + dx + ey + f = 0) dada la apariencia atributiva (aditiva) del polinomio. Sin embargo, teniendo en cuenta la posibilidad de la anulación de los coeficientes, los signos de adición contienen virtualmente una distribución que nos conduce a las diferentes curvas que pueden ser consideradas independiente las unas de las otras como totalidades sistáticas (la anulación del monomio cxy nos remite a la circunferencia; la anulación de todos los monomios de la ecuación salvo los dos primeros, nos conduce a la elipse, &c.).

Ejemplos de sistemas de segundo orden.

(1) El sistema solar podría considerarse como un sistema intrasistático constituido sobre bases sistáticas de los planetas, cometas, etc, como un sistema determinado dentro de sistemas alternativos (heliocéntrico, geocéntrico, &c.). Después de Copérnico, el sistema solar podría considerarse como un sistema absoluto, que no pierde la referencia dialéctica a los otros sistemas alternativos que pueden considerarse, sin embargo, anulados por él.

(2) Los sistemas orgánicos (sistema nervioso, sistema vascular, sistema respiratorio, sistema endocrino, &c.) van referidos a una base común, el organismo; son sistemas determinados dentro del conjunto de los sistemas dados en el organismo. Cada uno de ellos constituye una concatenación sistática, cuya condición sistemática es adquirida en el contexto alternativo de los demás sistemas, sin perjuicio de la realidad de todos ellos: no se trata por tanto de sistemas absolutos. La visión sistémica de los organismos nos remite antes a las concepciones galénicas que a las concepciones hipocráticas. Sin embargo, un organismo galénico no es tampoco un sistema, sino una estructura constituida por diferentes sistemas.

(3) Los sistemas orográficos de un terrritorio dado (por ejemplo, los sistemas orográficos de la Península Ibérica) son también sistemas de segundo orden, en los cuales las cordilleras desempeñan un papel de concatenaciones sistáticas, atributivas, dadas en el conjunto o clase interna constituida por los demás sistemas orográficos de la superficie peninsular.

(4) Los sistemas urbanísticos, o los sistemas termodinámicos, podrían considerarse también como sistemas de segundo orden. En efecto, una ciudad o un sistema urbanístico, en la medida en que está constituido por variables que pueden estar relacionadas según la conocida ecuación Pr = P1 / Rq, adquirirá la condición de sistema de segundo orden en la medida en que una ciudad no se considera circunscrita a las relaciones de ella misma con su medio, sino dentro de una clase de ciudades, con sus medios respectivos, y en las cuales las variables aparecen combinadas en distintas proporciones dentro de los límites empíricamente establecidos. Dicho de otro modo: si una ciudad puede considerarse como un sistema, no será debido (como muchas veces suele pensarse) a su condición de ciudad concreta envuelta por su medio; esta ciudad constituiría simplemente un caso de estructura sistática. Sólo cuando se la inserta en una clase determinada de ciudades, podrá hablarse de rangos de tamaño; y sólo entonces podrá comenzar el «juego de estas variables». El sistema es así un sistema indeterminado y una ciudad comenzará a ser un sistema en la medida en que las proporciones definidas de las variables que en ella aparecen varíen dentro de ciertos límites. Mas aun, la misma importancia y novedad de la perspectiva sistémica aplicada al análisis de las ciudades, tendría que ver con la posibilidad de abstraer las perspectivas geográficas, históricas, morfológicas, es decir, las descripciones o comparaciones inspiradas en criterios tipológicos o morfológicos, (tales como los que discriminan las ciudades hipodámicas de las ciudades árabes), y nos permite «tocarlas» desde abstracciones gracias a las cuales pueden controlarse sus variables demográficas en función de las entradas y salidas de mercancías o de personas con respecto al exterior, dentro de la red o sistema de ciudades que se consideren.

§ IV. Los sistemas desde el punto de vista gnoseológico.

Los sistemas son configuraciones que tienen una significación, ante todo, gnoseológica, aunque no se agotan en ella, puesto que reconocemos también sistemas no científicos. Los sistemas tienen también una dimensión ontológico-especial, que está dada en el ámbito de la teoría de los todos y las partes.

Las ciencias positivas se constituyen en el ámbito de los sistemas; podría decirse que no existe una ciencia que no sea sistemática, desde el momento en que las verdades o identidades sintéticas han de constituirse en el ámbito de un sistema. Pero no todo sistema da lugar a una ciencia. Los sistemas constituyen las ciencias sobre todo por el modo de la clasificación. Los sistemas de primer orden darán lugar a las taxonomías y a las tipologías. Los sistemas de segundo orden darán lugar a las particiones y agrupamientos.

Desde el punto de vista de la semántica de los campos, los sistemas, en general, los sistemas científicos en particular, podrían clasificarse tomando como criterio los ejes del espacio antropológico. Si mantenemos el supuesto de que no existen sistemas al margen de las operaciones humanas –diríamos: «todos los sistemas son culturales, y sólo en el límite pueden alcanzar una condición pretercultural, a-operatoria»– podremos afirmar que las bases sistáticas del sistema tendrán siempre que estar tomados del espacio antropológico.

Según esto, cabría clasificar los sistemas en sistemas circulares, evidentemente normativos o pragmáticos, (tales como los sistemas elementales de parentesco, o los sistemas políticos) en sistemas angulares (tales como el «sistema del Pleroma» de Valentín o la «Divina jerarquía del Pseudo-Dionisio), y sistemas radiales (tales como el sistema solar o el sistema periódico de los elementos).

Por lo que se refiere a los sistemas filosóficos: podríamos considerarlos como establecidos a partir de Ideas, supuesto que éstas, a su vez, se fundan en conceptos, y estos en operaciones tecnológicas. Según esto, las Ideas a partir de las cuales se constituye un sistema no habrá por qué entenderlas tanto como «contenidos mentales» cuanto como algo que brota de las mismas realidades corpóreas de nuestro Mundo (la Idea de Progreso la referiremos a las escaleras positivas o fijas; la Idea de Cultura la referiremos a la agricultura; la Idea de Mundo al cofre de joyas de la novia). Y como los sistemas constituidos por las Ideas son múltiples, podríamos decir que las Ideas son aquellos contenidos que aparecen como homólogos (a veces, invariantes) en los diversos sistemas. Para atenernos a referentes no mentalistas: si los sistemas filosóficos se manifiestan en libros sui generis, (llamados filosóficos, como puedan serlo las obras de Platón, de Aristóteles, de Cicerón o de Suárez) las Ideas se manifestarán en términos o complejos de términos léxicos, determinables en estos libros. Serán estos términos, en cuanto significantes corpóreos, los que nos remiten a significados que también han de contener alguna base corpórea, por lejana e indirecta que ésta sea. Un sistema filosófico podrá considerarse como un sistema atributivo, formado por una concatenación de Ideas susceptible de disponerse al lado de otras concatenaciones alternativas. El sistema filosófico no estará constituido por todas las concatenaciones dadas, sino por cada una de ellas, pero en tanto que cada concatenación pueda ser vista como una alternativa dialéctica entre las otras. Por ello, un sistema filosófico habrá de ir siempre en relación polémica con otros sistemas a los que, de un modo u otro, pretenderá reducir para constituirse como sistema absoluto.

§ V. Clasificación general de los seis tipos fundamentales de sistemas

Esta clasificación resulta del cruce del criterio I (formal) y el criterio II (material); en la tabla que sigue no se representan los tipos de sistemas bidimensionales (circular/radial, circular/angular, radial/angular) ni tridimensionales (circular/angular/radial).

Criterio II

Criterio I

Sistemas
circulares
Sistemas
radiales
Sistemas
angulares
Sistemas de
primer orden

(suprasistáticos)
Tipo 1
• Sistemas elementales de parentesco
• Sistemas de gobierno político (realizados en sociedades diversas, no en forma «permista»)
Tipo 2
• Sistema periódico de los elementos
• Sistema de los cinco poliedros regulares
• Sistema taxonómico de Linneo
Tipo 3
• Sistemas religiosos (como sistemas de comunicación interespecífica)
Sistemas de
segundo orden

(intrasistáticos)
Tipo 4
• Sistema diplomático internacional
• Sistema globalizado de las bolsas de capitales
Tipo 5
• Sistema solar
• Sistemas orgánicos
• Sistema montañoso de la Península Ibérica
Tipo 6
• Sistema (intencional) de la Jerarquía celeste del Pseudo Dionisio

Gustavo Bueno
10 noviembre 2000


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