Filosofía en español 
Filosofía en español


Tomás de Torquemada

Nació en Valladolid el año 1420; después de haber entrado en la Orden de Santo Domingo, fue nombrado, en 1482, auxiliar del Tribunal de la Inquisición de Sevilla, y al año siguiente, a instancias de Fernando e Isabel, elevado al cargo de gran Inquisidor de Castilla y Aragón. Organizó la Inquisición española, creó muchos tribunales y publicó sus estatutos. Fue censurado varias veces por causa del rigor con que procedía, y si no hubiera sido por el apoyo que le prestaron los Reyes Católicos, lo habría depuesto el Papa Alejandro VI, quien, en 1494, le designó a tres Obispos para que le sirviesen de coadjutores. Torquemada murió en Ávila el 16 de Septiembre de 1498.

Llorente ha sostenido que, en el espacio que transcurrió desde el año de 1483 hasta el 1498, Torquemada hizo quemar a ocho mil ochocientas personas. Este cálculo ha sido reproducido por varios autores, especialmente por Amador de los Ríos, el cual manifiesta, sin embargo, algunas dudas acerca de su exactitud (Historia de las Indias de España y Portugal, tomo III, págs. 492 y 493), y por el impudente plagiario, que con tan poco reparo ha copiado la importante obra de Amador de los Ríos. (Melgares Marín, Procedimientos de la Inquisición, tomo I, pág. 158). Hállase este mismo cálculo en ediciones de obras clásicas (Consúltese en la Histoire de la révolte des Pays-Bas contre la domination espagnole, de Schiller, una nota de M. Lange, encargado de las conferencias en la Facultad de letras de París, pág. 448). Si por el contrario consultamos a los historiadores contemporáneos de Torquemada, Lucio Marineo Sículo (De rebus Hispaniae memorabilibus, apud Schott, Hispania illustrata, tomo I, pág. 483), Hernán del Pulgar (Corónica de D. Fernando y doña Isabel, pág. 137), Andrés Bernáldez (Historia de los Reyes Católicos, pág. 102), vemos que estas ocho mil ochocientas víctimas quedan reducidas a unas dos mil. Mariana admite esta cifra (De rebus Hispaniae lib. XXIV, cap. XVII), y la refiere expresamente a la época en que Torquemada desempeñó el cargo de Inquisidor general.

He aquí como procede Llorente. En primer lugar refiere estas dos mil ejecuciones al año 1481, es decir, a un período de tiempo anterior a la admisión de Torquemada en el Tribunal de Sevilla, y después falsifica un pasaje de la Crónica de Bernáldez, el cual refiere que desde el año 1481 hasta el fin de 1488 hubo más de setecientas ejecuciones en Sevilla. Este texto concreto de un contemporáneo, favorable a la Inquisición y al rigor de sus procedimientos, destruye el aserto de Llorente. ¿Qué hace este autor? Modifica la fecha de 1481 dada por Bernáldez, y la convierte en 1482; y por este medio deja en claro el 1481 para atribuirle las dos mil víctimas que en ese año ha descubierto la crítica perspicaz de Llorente. Cuando se publicó la Historia crítica de la Inquisición, estaba todavía inédita la Crónica de Bernáldez. Después se le hizo a Llorente la mala partida de publicarla (Granada, 2 vol., 1836).

Pero sigamos hasta el fin. Como el número anual de víctimas, continúa Llorente, era en Sevilla de cuatrocientas veintiocho próximamente, es de suponer que los tres tribunales provinciales, cuya actividad era ciertamente menor, condenaran a cuarenta y cuatro personas cada uno. Después se formaron ocho tribunales complementarios, y a cada uno de ellos les asigna Llorente el mismo número de víctimas todos los años. Poco le importaba que en Castilla hubiese cinco veces más judíos que en Aragón, y que fuera, por consiguiente, mucho mayor el número de judaizantes. A pesar de esto, atribuye el mismo número de víctimas a los tribunales de Aragón. Poco le importa que Torquemada se distinguiera por su rigor, y Cisneros por su benignidad, hasta el punto que el mismo Llorente no puede citar una sola sentencia de muerte en los diez años que duró la administración de este gran Cardenal, poco le importa que la jurisdicción de Torquemada se extendiera a Castilla y Aragón, mientras que la de Cisneros estaba restringida a Castilla solamente, ni atribuye al Cardenal las supuestas sentencias condenatorias de los doce tribunales que entonces había. Vemos, pues, que la Historia que tan acusada es a veces de parcialidad, da pruebas de notable imparcialidad, y que sostiene con mano firme en el fiel la balanza entre Castilla y Aragón, entre Torquemada y Cisneros.

Todo esto que acabamos de decir ha sido después claramente demostrado, así por los historiadores católicos como por los protestantes. El mismo Prescott, tan desfavorable a la Inquisición española, advierte que hay que desconfiar de Llorente, quien admite con suma ligereza los datos más inverosímiles. Oscar Peschel considera las cifras de Llorente como “cálculo frívolo de probabilidad”. Mons. Hefele y el P. Gams han refutado uno por uno, con gran precisión crítica, sus asertos erróneos. Sin embargo, el error es tenaz, y los verdaderos historiadores no deben dejar de combatir aquellos asertos que los escritores parciales no cesan de propagar. Para apreciarla conducta de Torquemada es necesario referirse a los artículos que tratan de Inquisición.

Consúltese Hefele, Histoire du Cardinal Ximénès, págs. 269-272, 288-302. Gams, Hirchengeschichte von Spanien, tomo III, II Abtheil, págs. 22-25, 43, 51, 54-56, 68-76. Oscar Peschel, Das Zeitalter der Entdeckungen, 1858, página 151. Manreubrecher, Studien und Skizzen zur Reformations Geschichte, 1874, págs. 17 y 18.

Jules Souben