Filosofía en español 
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Comercio de los hebreos

Aunque la constitución del pueblo hebreo se refería principalmente a la conservación de las verdades religiosas y tradiciones antiguas que le hacían en cierto modo independiente y separado de los demás viviendo de sus recursos, no por eso dejaban de tener entre ellos, y con los pueblos comarcanos, relaciones comerciales suficientes para sus necesidades. Ya desde los tiempos de Abraham se vislumbran entre ellos señales de algún comercio, como consta de las compras y pagos de aquel santo Patriarca. Más tarde, en tiempo de Jacob, vemos que se hacía mayor tráfico, como lo prueban las caravanas de los ismaelitas que compraron a José para venderle en Egipto, a donde se dirigían con sus mercancías. El comercio, entonces, se hacia por medio de caravanas, reuniéndose los comerciantes en épocas determinadas para llevar a otros pueblos cosas preciosas y ligeras, a fin de cambiarlas por otras que hacían falta en su nación. El comercio marítimo era casi desconocido antes de Salomón. Pero se comprende fácilmente que los antiguos Patriarcas no tuviesen grande afición al comercio exterior, ya para evitar la comunicación con los extraños según encargo de sus mayores, ya porque su vida pastoril y errante no les permitía aventurarse en largos viajes, que por otra parte les eran poco útiles.

Pero el comercio no estaba prohibido a los hebreos, y antes al contrario, parece que las riquezas adquiridas por medio de él son una de las bendiciones dadas por Moisés a las tribus de Isacar y de Zabulón (Deut. XXXIII, 19). En cuanto al comercio interior se hacía según lo exigían las necesidades de las familias y de los pueblos, y solo se les exigía que en sus tratos empleasen pesos y medidas justas. Luego se extendió este comercio cuando los hebreos venían a Jerusalén en tiempo de las grandes festividades, lo cual sucedía tres veces al año, y que al mismo tiempo que eran grandes solemnidades religiosas daban también ocasión de mucho comercio, porque los que acudían a ellas vendían o adquirían lo necesario, aprovechando la grande concurrencia de gente en tales días.

En tiempo de los Jueces se hacía un comercio de alguna importancia con los fenicios que venían periódicamente a las costas de Palestina. David se halló en buenas relaciones de amistad con los tirios, y habiendo conquistado dos puertos importantes del mar Rojo, Elath y Asiongaber, probablemente aprovechó estas circunstancias para un comercio, que le fue muy útil con objeto de reunir tesoros para la construcción del templo. Salomón aprovechó las favorables condiciones en que le había dejado su padre, y en su tiempo el comercio adquirió mayor desarrollo, y este Rey construyó una flota que hacía su comercio con Ofir para traer oro, maderas y piedras preciosas, y con Tarsis en España, en donde adquirían metales y objetos de lujo, que contribuyeron a hacer a este Rey magnífico y poderoso. Decayó un poco el comercio, como era natural, a consecuencia de la separación de las diez tribus, pero se reanimó algo momentáneamente en tiempo de Josaphat, que tuvo la desgracia de perder sus navíos antes de haber salido del puerto.

Durante la cautividad de Babilonia se desarrolló el espíritu comercial de los judíos, que supieron adquirir grandes riquezas, y se dedicaron a traer mercancías de Arabia, Egipto, Fenicia y Siria, sosteniendo relaciones para este efecto con sus compatriotas que vivían en otros puntos lejanos. Terminada la cautividad y poseyendo algunos grandes riquezas, se dedicaron al comercio y establecieron colonias en las principales naciones del mundo, extendiéndose hasta la India y la China, y estableciéndose en las principales ciudades del Asia y en algunas de Europa, hasta el punto que ya en tiempo de Jesucristo podía decirse que los judíos tenían el principal comercio del mundo, como han continuado y confirman hasta nuestros días haciéndolo en grande escala.

Por aquí se ve que Moisés jamás prohibió a los hebreos el comercio como una cosa ilícita, y que estos se dedicaron a él cuando las circunstancias les fueron favorables, sin encontrar algún obstáculo en su Ley.

Perujo.