Filosofía en español 
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Espiración

Palabra teológica para significar la procesión del Espíritu Santo y las personas de que procede. Se divide en espiración activa, que es el acto nocional, por el cual el Padre y el Hijo, como un principio, dan origen al Espíritu Santo, y espiración pasiva, en virtud de la cual el Espíritu Santo procede de uno y otro por una acción común y como término del amor mutuo de las personas divinas. En virtud de este origen, la tercera persona se llama propiamente Espíritu Santo, que procede por modo de amor como dice Santo Tomás. Según él mismo, este nombre indica una relación, si Spiritus Sanctus intelligatur quasi spiratus. Añade en otro artículo que el Padre y el Hijo deben decirse unus spirator et duo spirantes, como un solo principio de la acción, pero dos personas distintas: Videtur melius dicendum, quod quia spirans adjectivum est, spirator vero substantivum, possumus dicere quod Pater et Filius sunt duo spirantes propter pluralitatem suppositorum, non autem duo spiratores propter unam spirationem. Nam adjectiva nomina habent numerum secundum supposita, substantiva vero a seipsis secundum formam significatam. (I. qu. XXXVI, art. 4, ad. 7) {(1). Edic. Valentina de Perujo, tomo 1, pág. 390.} Hasta aquí no hay dificultad alguna: es doctrina admitida por todos los teólogos.

Pero ahora entra una de las cuestiones más hondas y espinosas de la teología: a saber, en qué se distingue la generación del Hijo de la procesión del Espíritu Santo. Los Santos Padres y teólogos están divididos en este punto, y hay que seguir el consejo de San Gregorio Nacianceno: Audis generationum modum: ne curiosus inquiras. ¿Audis Spiritum ex Patre procedere? id quomodo fiat, [268] ne auxio studio perscruteris. Y San Hilario, hablando de la generación del Hijo en su tratado De Trinitate, lib. 2, dice: Ego nescio, non requiro, el consolabor me tamen; archangeli nesciunt, &c. En el mismo sentido se expresan San Atanasio, San Basilio, San Ambrosio, San Cirilo y otros muchos. Sin embargo, respetando la profundidad del dogma y sin intentar explicarlo, los teólogos investigaron alguna razón probable. Unos dijeron que la generación del Hijo se distingue de la espiración pasiva, porque aquel procede ut natus, y el Espíritu Santo ut datus. Otros dijeron que el Verbo, al proceder del Padre, se llama Hijo, porque recibe la naturaleza fecunda, y no el Espíritu Santo. Otra opinión semejante afirma que la procesión del Verbo es generación, porque procede naturalmente, o sea per modum naturae, en lo cual se distingue del Espíritu Santo que procede per modum amoris. Otros opinan, y son los más numerosos, que las dos procesiones se distinguen porque la del Verbo es per intellectum, que produce una imagen semejante a él, pero la del Espíritu Santo es per voluntatem, que por su naturaleza no es asimilativa. Esta opinión es defendida por Santo Tomás, en los términos siguientes: Processio amoris in divinis non debet dici generatio. Ad cujus evidentiam sciendum est, quod haec est differentia inter intellectum et voluntatem, quod intellectus fit in actu per hoc quod res intellecta est in intellectu secundum suam similitudinem; voluntas autem fit in actu, non per hoc quod aliqua similitudo voliti sit in voluntate, sed ex hoc quod voluntas habet quamdam inclinationem in rem volitam. Processio igitur qua attenditur secundum rationem intellectus, est secundum rationem similitudinis, et in tantum potest habere rationem generationis, quia omne generans generat sibi simile. Processio autem quae attenditur secundum rationem voluntatis, non consideratur secundum rationem similitudinis, sed magis secundum rationem impellentis et moventis in aliquid, et ideo quod procedit in divinis por modum amoris, non procedit ut genitum, vel ut Filius, sed magis procedit ni Spiritus. Quo nomine quaedam vitalis motio et impulsio designatur, prout aliquis ex amore dicitur moveri vel impelli ad atiquid faciendum (P. I., quaest. XXVII, art. 4) {(1) Edic. Valentina de Perujo, tomo I, pág. 319.}

El Padre Eterno, entendiéndose perfectísimamente a sí mismo necesariamente, y desde toda la eternidad, engendra a un Verbo como término adecuado de su conocimiento, que por lo tanto es igual a él mismo, personal y subsistente. El Padre y el Hijo amándose a sí mismos, necesariamente dan origen al amor sustancial, término adecuado de la voluntad divina, como el Verbo lo es del entendimiento. La naturaleza divina no puede tener otras efusiones completas. Por eso las procesiones son dos, y el Espíritu Santo no puede ya comunicar a otra persona divina la naturaleza, cuya virtud efusiva entera ha quedado terminada y agotada en su propia espiración. (Véase Procesiones).

Perujo.