Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano
Montaner y Simón Editores, Barcelona 1887
tomo 1
página 194

Academia

Filosofía. El origen histórico de la palabra academia, en su aplicación a las múltiples derivaciones de la filosofía platónica, se debe al nombre dado por los atenienses a un paseo plantado de plátanos y olivos, en un principio gimnasio, que fue legado a la república por un contemporáneo de Teseo, llamado Academo. Al mencionado sitio (cuyas descripciones difieren poco en los escritores que de él tratan) concurría Platón para enseñar filosofía, y a él, pagando especie de tributo a la tradición, siguieron asistiendo con frecuencia los tenidos por discípulos más o menos fieles del gran sistematizador de la Dialéctica. De esta coincidencia procede el nombre genérico que un principio se diera a la doctrina de Platón de filosofía académica, así como de ellas deriva el nombre de académicos atribuido a los discípulos de Platón. Cohonestadas y admitidas en la historia de la filosofía estas denominaciones, se comprende dentro de ellas un largo periodo de cuatro siglos, que abraza desde Platón hasta Antioco. En él examinan los historiadores de la filosofía los más opuestos sistemas, aunque todos ellos manifiestan el tronco común de que dimanan, a saber, el idealismo platónico. Son muy escasas las noticias y muy numerosas las conjeturas que hay necesidad de hacer para historiar, y aun esto sólo externamente, las consecuencias que se desprenden de la enseñanza platónica, cuyo completo desarrollo y aun aplicación debe referirse a la filosofía alejandrina y al neoplatonismo, que filtra su sustancia doctrinal en la información del dogma cristiano. Aristóteles, Diógenes, Laertio y Cicerón ofrecen datos, siempre incompletos, acerca de las vicisitudes que sigue la doctrina platónica entre los llamados académicos. Con inferencias más o menos cercanas a la exactitud señalan los historiadores de la filosofía (V. Ritter), fundados en tales datos, hasta cinco academias.

La primera academia, llamada antigua, es la de Platón y sus discípulos inmediatos aunque no muy fieles, Espeusipo y Xenócrates; la segunda o media es la erigida por Arcesilao, fundador del probabilismo (V. Fouillée, Histoire de la Philosophie); la tercera o moderna es la establecida por Carneades, que recuerda los antiguos sofistas; la cuarta es la que tenía por jefe a Philón, y la quinta es la establecida por Antioco (V. Sextus Emp). Fragmentarias son las indicaciones que Cicerón (V. Diálogo del orador, lib. III) hace de los filósofos llamados académicos. De ellos dice: «Habiendo sido tantos los discípulos de Sócrates, y conservando todos alguna parte de su enseñanza esparcida en tantas y tan variadas discusiones, nacieron de aquí muchas sectas entre sí discordes, aunque todos sus adeptos se llamasen socráticos y se tuviesen por fieles discípulos de Sócrates. Y primero fueron discípulos de Platón, Aristóteles y Xenócrates... padre éste de la academia. Los académicos forman dos escuelas con un mismo nombre, porque Espeusipo, hijo de una hermana de Platón, Xenócrates, discípulo del mismo Platón y Polemón y Crautor, que lo fueron de Xenócrates, se diferencian poco de Aristóteles, que fue, juntamente con ellos, discípulo de Platón; sólo difieren mucho en la abundancia y variedad del estilo. Arcesilao, discípulo de Polemón, fue el primero que de varios diálogos platónicos y razonamientos de Sócrates dedujo la consecuencia de que no hay certidumbre alguna en el conocimiento adquirido por los sentidos o por el entendimiento, y cuentan que con suma gracia en el decir despreció todo criterio, lo mismo el de la razón que el de los sentidos, y fue el primero en renovar el método ya usado por Sócrates: no demostrar lo que él mismo pensaba, sino disputar contra la opinión de cualquier otro. De aquí nació la nueva academia, en la cual se distinguió por su divina prontitud de ingenio y abundancia de decir, Carneades». No hay para qué historiar ni hacer juicio crítico aquí del platonismo (V. Platón), pero aun limitando nuestro empeño a la historia extensa de los discípulos del divino idealista, no se puede prescindir de consignar una apreciación general, aplicable por igual a la doctrina de todos los filósofos académicos. Se bifurca la filosofía griega, después de Platón, en dos direcciones: la filosofía aristotélica y la escuela académica. Los filósofos académicos no pueden ni deben figurar en el número de los filósofos que han dado nuevos impulsos a la ciencia, mientras que Aristóteles, considerado por una crítica superficial como discípulo y aún émulo de Platón, vive vida inmortal en la historia del pensamiento. Los académicos suplen la virtualidad genial del pensamiento (de que carecen casi por completo) por una especie de afán excesivo de erudición, que parece justificar la tradicional significación de su apelativo, puesto que en efecto hoy mismo se estima que filosofía académica (o de las academias) equivale a pensamiento formado por la erudición, que no elaborado en virtud de una reflexión propia, intensa y personal.

En la academia antigua, Espeusipo se consagra más a la erudición y al pensamiento propio, señalando conexiones a veces artificiales entre las ciencias más distintas entre sí y proponiéndose, quizá con más audacia que aptitud, constituir una historia natural sistemática, merced a su hipótesis de las semejanzas y diferencias. Desvíos parciales, aunque significativos, de la enseñanza platónica se notan en Espeusipo, tenido erróneamente por el más fiel de los discípulos de Platón, en sus reminiscencias pitagóricas en algunas argucias, a que era inclinado, sobre la sensación y la unidad del ser. Más se acentúan aún las fórmulas pitagóricas en Xenócrates, que pretendía reducir las ideas filosóficas a razonamientos matemáticos. Los pensadores de la antigua academia, hambrientos sentados a la mesa del sabio, sin satisfacer su apetito con estos malogrados ensayos, revelan un sistema, el de la debilidad de la fuerza productora de su inteligencia y a la vez el comienzo de la erudición en filosofía (sin exceptuar a Polemón y Crautor).

En la segunda, o sea la academia media, cuyo jefe es Arcesilao, hallamos ya una mayor divergencia de la enseñanza platónica. Condensa toda su doctrina Arcesilao, repitiendo el aforismo de Sócrates: «solo sé que no sé nada» y añadiendo «y aun esto no lo sé de una manera cierta». La teoría de lo verosímil y de lo probable es ya completamente contradictoria del dogmatismo platónico. Arcesilao, con amor a la filosofía y con marcada preferencia a Platón, es el fundador del probabilismo con tendencias escépticas. No citan las más antiguas autoridades obra alguna de Arcesilao y apenas si existen datos más concretos acerca del núcleo de su doctrina que los que dejamos transcritos de Cicerón.

Se personifica la tercera academia, la moderna, en Carneades, que reproduce y exagera el sentido escéptico de Arcesilao. y recuerda los antiguos sofistas hasta el punto que se refiere que durante su estancia en Roma, pronunció dos discursos, uno en pro y otro en contra de la justicia. En progresivo desacuerdo de la doctrina platónica y en combate continuo contra los estoicos, llegó Carneades a extremar el probabilismo de Arcesilao, sin que por otra parte pudiera él mismo librarse de la eterna contradicción que le prestaba contrastes inagotables para su buen decir.

Philón, al jefe de la cuarta academia, discípulo de Clitomaco, como éste lo fue a su vez de Carneades, pareció inclinarse a un sentido práctico de la especulación, aunque repetía el dicho de Carneades, esto es, que apenas si podemos salir de lo verosímil, porque no poseemos medios para distinguir la percepción verdadera de la falsa.

Finalmente Antíoco, fundador de la quinta academia, termina con la aspiración estéril de conciliar los peripatéticos y los estoicos con la antigua Academia. Después de la erudición que enerva la virtualidad de la reflexión propia, la filosofía académica concluye con una tendencia ecléctica, que es en la historia del pensamiento síntoma indudable de una decadencia sensible. El escepticismo erudito y la incertidumbre escéptica, tales parecen ser los resultados de esta larga trayectoria de la filosofía académica. Ella, sin embargo, prepara ulteriores evoluciones del pensamiento, merced a las cuales se ha de determinar un cierto movimiento concurrente para que coincidan el platonismo y el aristotelismo, de cuya recíproca fecundación brotará en siglos posteriores la robusta planta de la filosofía cristiana. Pero sin recurrir a tan lejanos tiempos, repitamos para concluir, que el platonismo no encarna en la filosofía académica, ni por, los frutos de ésta, que valen poco, debe ser aquél estimado; sino que la dialéctica del divino idealista es verbo que se hace carne y sal regeneradora en la filosofía alejandrina y en el neoplatonismo.


www.filosofia.org Proyecto filosofía en español
© 2001 www.filosofia.org
Montaner
Enciclopedias