Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano
Montaner y Simón Editores, Barcelona 1890
tomo 7
páginas 870-871

Espiritualismo

(de espiritualizar): m. Doctrina filosófica que reconoce la existencia de otros seres, además de los materiales.

— Espiritualismo: Sistema filosófico que defiende la esencia espiritual y la inmortalidad del alma, y se contrapone al materialismo.

— Espiritualismo: Espiritualidad, naturaleza y condición de espiritual.

... (en Pablo y Virginia) el pudor y el Espiritualismo de los amores se levantan inmensamente por cima de lo que se pinta y refiere en Dafnis y Cloe, &c.
Valera.

— Espiritualismo: Filosofía. El espiritualismo es la doctrina que afirma ante todo y sobre todo, como primera realidad, la del espíritu, y, hasta hace muy poco tiempo, como primera y fundamental cualidad del espíritu, el pensamiento o el intelecto. Partiendo del principio metafísico de Aristóteles «ser es pensar, el pensamiento es el acto puro,» toda la evolución del espiritualismo, a partir de Platón y Aristóteles, a través de la filosofía cristiana y de la escolástica, por toda la corriente central de la filosofía moderna, que determinara la aparición de Descartes, y llegando a nuestros días en el llamado espiritualismo francés, toda la evolución espiritualista, sin excepciones que causen estado, tiene como nota común la afirmación incontrovertible (por percepción directa) de la realidad del espíritu y de su categoría primaria la inteligencia. Las consecuencias de este intelectualismo abstracto, mantenido dentro de un análisis exclusivamente introspectivo, sin atender, y aun a veces menospreciando la experiencia, son fáciles de colegir y aun en parte quedan ya expuestas (V. Alma). [871] Las bases de este espiritualismo estático, que considera el alma independiente de sus vínculos con lo corporal, son el dogmatismo metafórico que concibe la realidad del espíritu, y aun la del llamado espíritu absoluto, según conceptos abstractos, que no comprueba la experiencia, y el eclecticismo indefinido o incoherente, que acepta o rechaza tales o cuales conclusiones según conforman o no con su pensamiento predeterminado. Examinemos su génesis y veamos si la radical transformación, que en nuestros días sufre la concepción originaria del espiritualismo, es susceptible de una más amplia aplicación á las necesidades urgentes de la vida y del pensamiento, y sobre todo si concuerda más y mejor con los resultados de la ciencia novísima. De la idea del alma o espíritu en las teogonías y en los poemas de Homero como forma más o menos sutil de la materia, aire, aliento, algo que vivifica el cuerpo, &c., se pasa a la idea que formara la escuela jónica del alma como el principio de la vida. No llega a mayor precisión la filosofía socrática. El espiritualismo, en el sentido propio de la palabra, data de Platón, si bien la doctrina del Nous o de la inteligencia quedó en cierto modo formulada por Pitágoras con su principio Mens agitat molem. Pero la concepción del alma inmaterial (pura inteligencia, pensamiento y acto puro), distinta y separable del cuerpo, es debida a Platón y Aristóteles. Platón y su escuela (extremo en el cual no les sigue el estoicismo, V. Estoicismo) afirman la existencia de un ser verdaderamente inmaterial e inmortal, recluido sin saber cómo en esta miserable cárcel del cuerpo, que ha de abandonar en busca de su verdadera patria. El platonismo concede a la única realidad que proclama (las demás constituyen con la materia o apariencias de ser o el no ser), al alma intelectual (nouç), los atributos de la inmaterialidad e inmortalidad. Este espiritualismo platónico, más o menos modificado primero por Aristóteles, después por la interpretación del dogma cristiano, constituye la tradición constante y perdurable de todas las escuelas espiritualistas hasta nuestros días. (V. obras de Joly, Janet, Rabier y otros). El dualismo, que indica la concepción espiritualista, dualismo de las dos sustancias, exagerado después de la aparición de Descartes con su célebre característica de cada una, del espíritu el pensamiento y de la materia la extensión, llega a una idea estática y geométrica de la realidad, que se halla hoy completamente desechada merced al progreso de las ciencias naturales por lo que toca a la materia, cuya nota predominante es la actividad y la causalidad, y gracias a los adelantos de la Psicofísica, por lo que se refiere al espíritu, cuyas primeras manifestaciones en su relación con lo corporal se recogen cuidadosamente en la irritabilidad y sensibilidad inconsciente, anuncio de su energía primordial. La experiencia ha probado por modo innegable la constante correspondencia de los fenómenos psíquicos y fisiológicos, y aun de los órganos del cerebro y de las llamadas facultades del alma; de suerte que no es posible concebir los dos principios (el espiritual y el material) y las dos vidas en el estado de completa separación, que requiere el espiritualismo platónico, fielmente observado por todo el espiritualismo francés. La fisiología moderna, tan brillantemente cultivada por Bernard, llega a la conclusión que todo fenómeno psíquico tiene su antecedente o consiguiente fisiológico, y de tal verdad se deduce como principio impuesto el de la unidad de composición, que a su vez supone la unidad del hombre. ¿Cómo se ha de concebir esta unidad? ¿Dónde lleva el Monismo que como postulado científico y exigencia metafísica se impone? ¿Materializa el espíritu o espiritualiza la materia? Tal es el problema fundamental que demanda con urgencia la completa transformación del antiguo espiritualismo. Ni el espiritualismo platónico ni el cartesiano pueden negar los datos recogidos por la experiencia, y les es igualmente imposible interpretarlos, permaneciendo fieles a su antigua concepción del espíritu. ¿Habrá de llegarse a la paradoja que exigen algunos psicofisiólogos modernos de constituir una Psicología sin alma? Aun opone, enlazando con la antigua tradición el nuevo espiritualismo (V. Vacherot, Le nouveau spiritualisme), consideraciones de gran peso a las invasoras pretensiones del materialismo, materialismo y escepticismo contemporáneos modificando aquella estática y abstracta concepción del antiguo espiritualismo y recogiendo sobre todo datos de observación y de gran alcance, ya indicados por Maine de Birán (V. Alaxis Bertrand, La Psychologie de l’effort et les doctrines contemporaines). Ningún fenómeno psíquico (puede objetarse al materialismo), sea del genero que quiera, pensamiento, voluntad o sensación, se explica sin la condición (superior a las exteriores y concomitantes que diligentemente inquiere el empirismo) de un sujeto único e indivisible, de un verdadero individuo, principio de individuación o yo real que siente, piensa y quiere. Sea el fenómeno sólo de simplicidad aparente (así al menos se revela a la conciencia), sea de una complexión real (como muestra la experiencia), siempre resultará que la unidad de composición no puede explicarse, sino merced al nexo de un poder personal, verdadera unidad central que coordena los elementos del fenómeno. Esta autonomía, sui concius et sui compos, es el elemento irreductible de todo análisis, es el protoplasma moral que pone dique a la experimentación fisiológica; será colectiva, si se quiere de aluvión, la unidad del yo, pero no se explicará cumplidamente ínterin no se penetre en la naturaleza íntima del sujeto que piensa, siente y quiere, y para ello se requiere el testimonio directo de la conciencia, no basta la observación exterior.. Pero esta conciencia es, ante todo, como ya lo hizo notar Maine de Birán, el sentimiento de nosotros mismos, de nuestro propio yo. Todo acto del yo, del sujeto que piensa o siente, implica un cierto esfuerzo, cuyo sentimiento revela la energía que constituye la esencia del espíritu humano. Esta corrección, impuesta al espiritualismo intelectualista y abstracto, obliga a concebir el espíritu lo primero como una energía y a convertir la antigua escuela al espiritualismo dinámico, que lucha con ventaja frente al materialismo, máxime si se observa que la solución materialista está desechada por las ciencias naturales (V. Energía), que se indican con el nuevo estado que observan en la materia (la materia radiante), más que a convertirla en principio explicativo del espíritu, a espiritualizarla. Cuando Maine de Brián afirma (fundado en el testimonio inmediato de la conciencia) que «la acción es el ser tomado en su esencia,» y de otro lado los empíricos reconocen que la esencia de la materia es la causalidad constantemente determinada por el dinamismo general de las fuerzas, se puede hallar punto de conjunción entre doctrinas tan opuestas, y declarar que allí donde se concreta un centro de fuerzas, un principio de individuación, comienzo de realidad, espiritual y anuncio de vida individual se concreta á la vez. Y ya en esta posición, el espiritualismo nuevo se libra de todas las objeciones que contra él pudiera formular la tendencia materialista y llegar a concebir un monismo espiritualista, que sea conjetura metafísica más razonable y más susceptible de convertirse en principio explicativo de la unidad de composición del hombre que la nueva abstracción de la materia, que no es nada sino en cuanto se resuelve en fuerza y energía, es decir, en aquello que constituye el acto inicial, propio y consciente del espíritu mismo.

Espiritualista (de espiritual): adj. Que trata de los espíritus vitales, o tiene alguna opinión particular sobre ellos. U. t. c. s.

— Espiritualista: Que profesa la doctrina del espiritualismo. U. t. c. s.

Espiritualizar: a. Hacer espiritual a una persona por medio de la gracia y espíritu de piedad.

... por asegurar la gracia, conservarla, y perficionarnos en ella, santificándonos, Espiritualizándonos y endiosándonos cada día más.
P. Juan Eusebio Nieremberg.
... y es la causa, que se ha engrosado el corazón deste pueblo cuando debiera más Espiritualizarse cada día.
Fr. Fernando de Valverde.

— Espiritualizar: Figurarse o considerar como espiritual lo que de suyo es corpóreo, para reconocerlo y entenderlo.

... porque entendiendo las cosas bajas, ennoblecémoslas y Espiritualizámoslas, para hacerlas intelectuales.
Fr. Luis de Granada.
Proyectamos toda clase de mejoras materiales, no para que nos llamen materialistas, sino para Espiritualizar la materia hasta ponerla más sutil que el espíritu.
Antonio Flores.

— Espiritualizar: Reducir algunos bienes por autoridad legítima a la condición de eclesiásticos, de suerte que el que los posee pueda ordenarse a título de ellos, sirviéndole de congrua sustentación.

— Espiritualizar: fig. Sutilizar, adelgazar, atenuar y reducir a lo que los médicos llaman espíritus.

Espiritualmente: adv. m. Con el espíritu.

Tomadas fueron estas leyes de dos cosas: la una de las palabras de los santos que fablaron Espiritualmente lo que conviene a bondad del home.
Partidas.
... y aun puede ser que el que comulga Espiritualmente, reciba mayor gracia que el que comulga sacramentalmente.
P. Alonso Rodríguez.

Espirituoso, sa: adj. Espiritoso.

... (el maíz) proporciona al indio una bebida Espirituosa con el nombre de chicha.
Oliván.

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