Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano
Montaner y Simón Editores, Barcelona 1892
tomo 11
páginas 431-432

Krausismo

(de Krause, n. pr.): m. Fil. Sistema filosófico concebido por C. Cristián Federico Krause como punto intermedio entre los ideados por Schelling y Hegel para dar solución al problema crítico acerca del valor de nuestros conocimientos, problema formulado por Kant (V. Kantismo) con un rigor científico que excede a todos los ensayos anteriores. El krausismo se ocupa y preocupa, ante todo, del principio de unidad, que debe servir de nexo a la relación, en la cual se constituyen los términos del conocimiento (sujeto y objeto). De las célebres antinomias kantianas, la que más preocupa a Krause es la del dualismo lógico, puesto de relieve por el filósofo de Königsberg con su célebre distinción del fenómeno y del nóumeno.

El pensamiento de Krause, informado por las enseñanzas de Schelling y Hegel, más parece una síntesis prematura o anticipada de análisis, por cierto muy discreto, que un eclecticismo indefinido, según pretende Pascal Duprat. La concepción general del krausismo (Analítica y Sintética), posee parte firme y en cierto modo definitiva, la del sentido certero y exacto, que diera el análisis, más que subjetivo, real de la conciencia, y otra ideal (sin base cierta en la experiencia), especie de inducción precipitada, donde la Metafísica se construye según los moldes que previamente han sido percibidos por el sujeto en una observación de carácter mixto o empírico racional. La importancia del krausismo más procede de su extensión en los países latinos (Bélgica, Francia y España) que de su éxito en Alemania, donde salvo algunas aplicaciones al Derecho (Roëder) y a las Ciencias naturales (Ocken), produjo poco eco, quizá porque, al parecer, la inteligencia individual (y aun la colectiva) se sentía inclinada y predispuesta a una reacción empírica contra los abusos especulativos del idealismo absoluto. En Bélgica (Ahrens, Tiberghien y otros), en Francia (Damirón y Duprat) y en España todos los pensadores que buscaban disciplina para su pensamiento fuera del nominalismo escolástico, aceptaron el procedimiento y aun las soluciones del krausismo. En nuestro país sobre todo, Sanz del Río dio con su enseñanza oral y con sus escritos un impulso bien acentuado a los estudios filosóficos. Los numerosos discípulos de Sanz del Río (muchos de los cuales aún viven afortunadamente), aceptaron el punto de partida de toda investigación filosófica que dejara indicado Krause en sus obras. Con sentido libre y vario han modificado, más o menos todos, sus primitivas ideas, y de su educación científica anterior sólo conservan cierto espíritu de libre indagación, extraño ya a la ortodoxia krausista, pero fiel siempre a aquella propedéutica reflexiva y metódica que ha encauzado la predisposición imaginativa de nuestro espíritu de raza. Lo mismo en sus expositores (V. Vidart, La Filosofía española), que en sus adeptos (Giner, Castro, Canalejas, Salmerón y otros) y contradictores (Laverde, Ortí y Lara, Menéndez Pelayo), se observa que el krausismo ha prestado a la cultura patria el inestimable servicio de despertarla del sueño dogmático y de la indiferente inercia en que vegetara antes de la obra iniciada por Sanz del Río, más meritoria por sus propósitos e intenciones que por sus resultados prácticos. Con el relativo retraso con que a nuestro país llegan las más acentuadas corrientes de la cultura general, dejó sentir en él su influencia innegable el movimiento o tendencia del positivismo, que con la contradicción logró depurar de muchos idealismos vagos la primitiva ortodoxia krausista. De todas suertes la influencia del krausismo en la cultura patria es tan evidente, que para declararla benéfica o para censurarla como perjudicial, unos y otros, blancos y azules, toman como punto inicial del lento, pero fecundo renacimiento filosófico de nuestro país, las enseñanzas del malogrado Sanz del Río.

Se eleva Krause, mediante la observación psicológica, a la unidad de la ciencia. Bajo ella distingue la variedad, que debe encontrarse también en el objeto del conocimiento (el ser). Este ser intuitivamente concebido, aunque tomando como causa ocasional para ello un análisis de carácter inductivo, es indemostrable, porque la demostración (V. DEMOSTRACION) consiste en establecer la relación de los seres particulares con el ser uno y total, que no puede relacionarse consigo mismo sino como idéntico, lo cual no demuestra nada. Explica la unidad de la ciencia por la del ser. Pero cuando el sujeto finito comienza a reflexionar procura ante todo conocerse a sí mismo, de donde procede la primera parte del sistema de la ciencia (Analítica). Frente al sujeto se halla el objeto, el ser considerado en su unidad y en su variedad, estudio que da origen a la segunda parte del sistema de la ciencia (Sintética). En esta concepción general se ven condensadas las anteriores, que constituyen el desarrollo del movimiento idealista. En la primera parte Krause analiza los tres conocimientos que poseemos: el del mundo exterior, el de nosotros mismos y el de los demás espíritus. De ellos, sólo el de nosotros mismos (el yo) es percibido directamente por la conciencia (conciencia inmediata de nuestro propio ser, implícita en toda percepción) y, por tanto, es el único conocimiento que reúne las condiciones de una certeza completa y que puede servir de base (punto de partida) al sistema de la ciencia. Es el mismo principio, reconocido por Descartes en la evidencia inmediata de que existe el ser que duda (cogito ego sum), desarrollado por Leibnitz y analizado con mayor profundidad por Kant. El yo para Krause es ser, que no puede ser definido, que sirve de base a la definición de su contenido (yo soy... las cualidades que el análisis descubre), espíritu y cuerpo en unidad y principio inmediato de la posible distinción de lo anímico y de lo fisiológico. En la distinción, las notas características de lo espiritual, que revela el análisis, son la espontaneidad y la libertad. Para conocer el yo es preciso señalar sus categorías o cualidades primeras (que habrán de ser en lo sucesivo esencias universales de todo lo cognoscible, salvo el límite de cada ser in concreto). La primera, la que domina a todas las demás es la del ser, pensado después en unidad y totalidad armónicas entre sí y bajo la unidad superior de la esencia, que implica a la vez cómo o manera de ser, forma. La combinación de estas categorías constituye la existencia, bajo la cual el yo cambia y se determina en el tiempo como principio de sus modificaciones (permanece y subsiste el mismo). No limita Krause la idea de las categorías y la de su posible combinación en otras más complejas al yo; las reconoce, mediante el análisis, en el no-yo, la naturaleza, el espíritu, la humanidad y Dios mismo. Así, se completa, por su existencia simultánea en el sujeto y en el objeto, el sistema de las leyes primeras que presiden al desarrollo del conocimiento sensible y racional, y según las cuales todos los seres (salvo siempre su límite) deben ser concebidos en el organismo de la ciencia. Después de un examen detallado de las distintas esferas del conocimiento (señaladas por su fuente u origen), recurre Krause a la razón como medio que nos eleva (conciencia racional) al conocimiento de Dios, principio del ser y del conocer. En él se reconoce el principio fundamental de la ciencia (Sintética) y a él aplica Krause las categorías directamente reconocidas en el yo para declarar que Dios es el ser absolutamente infinito e infinitamente absoluto, cuya personalidad es concebida, ante todo, como relación íntima de Dios con sus atributos. Con procedimiento, sólo inverso en la dirección, pero idéntico en el pensamiento y aun en las categorías que examina, Krause desenvuelve la sintética cual una Analítica invertida. Careciendo, en los problemas de orden trascendente que examina en la segunda parte, de la piedra de toque que para verificar sus soluciones tuviera en el análisis, degenera toda su metafísica en un idealismo preconcebido, que carece del valor requerido para la verdad científica (conocimiento por cosa). De su análisis, de la parte primera del sistema, quedará algo positivo y real para el progreso de la Ciencia y de la Filosofía. De la segunda, de su sintética, sólo se puede recoger una hipótesis más, que, en cuanto no es susceptible de verificación, ni desciende de lo abstracto ni encarna en lo real.


www.filosofia.org Proyecto filosofía en español
© 2000 www.filosofia.org
Monográfico krausismo Montaner
Enciclopedias