Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano
Montaner y Simón Editores, Barcelona 1893
tomo 12
página 203

Tomás Roberto Malthus

Biog. Célebre economista inglés. Nacido en Rookery, cerca de Guildford, a 14 de febrero de 1766. Muerto en Bath a 29 de diciembre de 1834. En un principio fue educado por su padre, celoso discípulo de los filósofos del siglo XVIII, luego por Roberto Granes y Gilberto Wakefield, hasta 1784, año en que entró en el Colegio de Jesús de Cambridge. Recibió las Órdenes por dispensa a los veintidós años, y pasó a servir un curato en las cercanías de su pueblo natal. Allí empezó los trabajos que le han dado tanta fama, y para llevarlos a cabo recorrió los estados del Norte de Europa, a fin de adquirir datos y recoger documentos, haciendo lo mismo en Francia y Suiza, que visitó en 1802. En 1805 casó con una hija de Eckersall, y fue nombrado profesor de Historia y de Economía política en el Colegio de la India Oriental, en Haileybury, condado de Hertford. Ejerció dicho cargo hasta su muerte. Estaba afiliado al partido whig, deseaba para su país reformas sabias y moderadas. La obra por la que principalmente se ha hecho célebre el nombre de Malthus se titula Ensayos sobre el principio de la población (Londres 1798), y de ella se hicieron seis ediciones, siendo la última la que apareció en 1826. El objetivo del autor es el aumento de individuos de la especie humana comparado con la cantidad de víveres para sustentarlos, lo cual quería expresar con una fórmula matemática representando la multiplicación de los individuos por una progresión geométrica y el aumento da las subsistencias por una progresión aritmética. Después de dejar sentado que si la población no se detiene por algún obstáculo se duplica cada veinticinco años, trata de probar su tesis con datos de la historia y de la estadística de los pueblos, lo mismo civilizados que salvajes. Divide los obstáculos que pueden paralizar el aumento de la población en preventivos y destructivos: los primeros dependen de la voluntad humana; los segundos parecen ser una consecuencia de las leyes de la naturaleza. En los dos primeros libros examina el modo de obrar estos obstáculos en el desarrollo de la sociedad humana, y, empezando por los pueblos salvajes, dice que el hambre, las epidemias, la viruela, el abuso del aguardiente en algunos, y las guerras de exterminio en todos, son obstáculos para el aumento de su población, como se ve entre los indígenas de África, de América y de Asia. Afirma también que en varios estados la Europa moderna los obstáculos preventivos ejercen menos influencia que los destructivos para detener los progresos de la población, porque en ellos, dice, la felicidad está en proporción a la cantidad de alimentos que puede comprar el obrero por un día de trabajo. «Desde que la propiedad, añade, se ha generalizado; desde que las ciudades están mejor construidas y las calles más abiertas; desde que una Economía política más bien entendida permite una distribución más equitativa de los productos de la tierra, las hambres son más raras y menos funestas.» Luego examina los diferentes sistemas que se han ideado para combatir los males que ocasiona el excesivo desarrollo de la población, y expone el suyo como el más adecuado. Según Malthus, es necesario para la felicidad humana que la población aumente de una manera paulatina, y para conseguir esto ningún individuo debe contraer matrimonio hasta tener los medios suficientes para atender a las necesidades de la prole, debiendo ser el deseo del matrimonio un estímulo para que el hombre, por medio del trabajo, se proporcione el bienestar que le falta. Un hombre prudente que puede sostener dos hijos no se expondría al peligro de mantener cuatro o cinco; y de este modo, disminuyendo la oferta de brazos, aumentará el precio del trabajo. Aconseja además que se retarde todo lo posible el matrimonio, y dice que si prevaleciera esta costumbre podrían establecerse entre los dos sexos relaciones de amistad más intima, sin fines matrimoniales. Dichas relaciones servirían para estudiar mejor las inclinaciones respectivas y dar origen a afectos más duraderos, sin los cuales el matrimonio está lleno de sinsabores. Como su idea culminante es disminuir el número de los trabajadores para aumentar el precio del trabajo, expone lo peligrosas que son las limosnas, los socorros públicos y privados, que él califica de mortíferos, porque sólo sirven para alentar la pereza y aumentar el número de los desgraciados. Las doctrinas de Malthus causaron profunda sensación en toda Europa, lo cual se explica por haber aparecido cuando estaban planteados los grandes problemas económicos después de la Revolución francesa. Malthus tuvo defensores y enemigos decididos. Entre los primeros los hubo que llegaron a proponer el exterminio de los recién nacidos, y los segundos le atacaron censurando la dureza e inmoralidad de su doctrina, lo cual fue causa de que en las últimas ediciones suprimiera algunos pensamientos atrevidos. Malthus es un ejemplo palpable de los que, viendo sólo un aspecto de un asunto complejo, llegan a consecuencias exageradas. Si hubiera consultado detenidamente la Historia, hubiera podido observar que el equilibrio entre las poblaciones, desigualmente repartidas sobre la superficie del globo, se restablece por sí mismo con el tiempo, que no se ha de contar por la edad de los individuos. Es cierto que este trabajo no se realiza casi nunca sin terribles agitaciones; pero estas agitaciones son medios depurativos de la sociedad en ciertos casos. Por otra parte, la pobreza, que él considera como un azote, suele ser el aguijón del genio, pues la Historia nos enseña que los grandes descubrimientos beneficiosos al género humano, o son debidos a la casualidad o han tenido su origen en la dura ley de la necesidad. Además, el hombre no conoce todos los productos que puede dar la tierra ni está tampoco en posesión de toda ella.


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