Filosofía en español 
Filosofía en español


Gómez Pereira

Biog. Filósofo y médico español del siglo XVI, n. verosímilmente en Medina del Campo hacia el año 1500. Su verdadero nombre era Gómez y no Jorge ni Antonio, como suponen algunos extranjeros mal informados. Estudió en Salamanca filosofía y medicina, formándose según la costumbre de su tiempo en la disputa entre nominalistas y realistas, inclinándose parcialmente por los primeros. Conoció también la filosofía de santo Tomás y de sus expositores, los comentarios de Averroes y los Padres de la Iglesia latina, sobre todo san Agustín. Como médico fue muy bien reputado en su tiempo, habiendo ejercido su profesión en Medina, Burgos, Segovia, Avila y otros pueblos de Castilla, y el rey Felipe II le llamó para que asistiera a su hijo el príncipe Carlos. Compuso una obra titulada Antoniana Margarita Opus nempe physicis, medicis, ac theologis non minus utile quam necessarium (Madrid 1554, 2ª ed., Francfort 1610, y 3ª Madrid 1749) cuya segunda parte apareció con el título de Novae veraeque medicinae experimentis et ividentibus rationibus comprobatae (Medina del Campo 1558, 2ª ed., Madrid 1749). Llámase así aquella obra de los nombres de su padre Antonio y de su madre Margarita, y en ella, como dice Menéndez y Pelayo, se encuentran doctrinas originales en filosofía, que nos lo presentan como el verdadero precursor de Descartes. 

En medicina combate la doctrina de Galeno acerca de las fiebres, a quien reprocha su ignorancia respecto de la causa y clases de la fiebre, ignorancia que, a su juicio, causó grandes males a los que siguieron sus opiniones; sostuvo contra los aristotélicos que el calor febril no se diferencia del natural por la especie, sino por la intensidad, y apuntó la idea de que la fiebre es un esfuerzo de la naturaleza para restablecer el equilibrio normal del organismo. Tampoco carecen de interés sus observaciones clínicas acerca de la lepra y de la elefantiasis, las lesiones locales y las fiebres intermitentes, la calentura lenta hética, el tifus y las viruelas. Empleaba, al mismo tiempo, medios curativos sencillos y negaba que el aire sirviera de vehículo para el contagio. Las sabias intuiciones de Gómez Pereira eran fruto del método que empleaba en sus estudios y que le conquistaron también un lugar preeminente en la historia de la filosofía española. Enemigo del criterio de autoridad, en las cosas observables no admite más autoridad que la experiencia. «En no tratándose de cosas de religión, dice, no me rendiré al parecer y sentencia de ningún filósofo, si no está fundado en razón.»

Una de las teorías originales de este filósofo es la que se ha llamado del automatismo de las bestias, que él defiende contra la opinión comúnmente admitida de que los animales tienen un alma sensitiva. Miguel de Palacio combatió la doctrina de Gómez Pereira (Medina del Campo 1555); Sosa, en su Endecálogo contra Antoniana Margarita (1556) y Vallés, le alude en sentido análogo en su Sacra Philosophia. Huet, el célebre contradictor del cartesianismo, fue el primero que señaló la coincidencia de esta opinión con la de Descartes, al que acusa de plagiario. Bayle hizo lo propio en las Nouvelles de la République des lettres y en su Dictionnaire. El conocimiento para Gómez Pereira no es cosa distinta de la facultad de conocer, ni ésta se distingue tampoco del alma. La sensación, cuyo requisito esencial es la atención, no nace del objeto y de la facultad, sino de la facultad sola, ni se confunde con la impresión material. Niega la distinción real entre la facultad sensitiva y la intelectiva, combate la hipótesis escolástica de las especies inteligibles y defiende la teoría del conocimiento directo. No existe un sentido común; la memoria es facultad orgánica y está localizada; la imaginación y la estimativa son facultades internas. Lo universal es conocido por abstracción y su realidad es exclusivamente mental. No hay conocimiento intuitivo, pero de lo sensible nos elevamos a los seres indivisibles. En física se inclinó al atomismo y combatió las formas substanciales de los aristotélicos. Impugna los tres principios de los escolásticos: materia, forma y privación, y más especialmente el concepto de la materia prima. Reputa a ésta inútil, según el axioma de que no se han de multiplicar los entes sin necesidad.

La última parte de la Antoniana Margarita está constituida propiamente por dos tratados: el primero es una Paraphrasis in tertium librum Aristotelis de anima, y el otro De inmortalitate animorum, en los que propone nuevos argumentos en favor de esta verdad, por considerar inútiles y especiosos los antiguos, sin excluir los de Platón y san Agustín. Su prueba por la espiritualidad del alma y por la naturaleza del pensamiento parecen anunciar el psicologismo y el cartesianismo. Emplea también para corroborar aquella creencia el hecho de la identidad y señala, por último, las razones que llama retóricas, esto es, la justicia divina, el deseo de lo absoluto y el consentimiento universal. Se hace cargo igualmente de las objeciones contra la inmortalidad del alma, fundadas, como es sabido, en consideraciones de carácter fisiológico y médico. El libro de Gómez Pereira es un monumento clásico de la ideología filosófica de su país, pues revela tal independencia de pensamiento que desmiente el juicio que muchos han formado acerca de la cultura española de aquellos tiempos.

Bibliografía. Menéndez y Pelayo, La «Antoniana Margarita» de Gómez Pereira, carta a Valera, en la Revista de España (1878) y en La Ciencia Española (3ª ed., t. II, Madrid 1887); J.M. Guardia, Philosophes espagnols. Gómez Pereira, en la Rev. Philos. (1889); S. Cuevas Zequeira, L. Vives, Fox Morcillo, Gómez Pereira (Habana 1897); N. Alonso Cortés, Gómez Pereira y Luis de Mercado, en Rev. Hisp. (1914).