Filosofía en español 
Filosofía en español


Luis de Molina

Biografía. Este celebérrimo y discutidísimo teólogo nació en Cuenca en 1536. Después de haber estudiado cuatro años de gramática en su ciudad natal, uno de leyes en Salamanca y medio de súmulas en Alcalá, entró en la Compañía de Jesús en 1553, siendo discípulo del padre Pedro de Fonseca, de quien aprendió la ciencia media que dio a conocer en las escuelas mediante el tratado de Concordia de que luego se habla (V. Ciencia. Teología.). Poco después de empezar su noviciado pasó a Coimbra para continuar su formación religiosa y científica. Cursó en esta última ciudad cuatro años de artes y otros tantos de teología. Terminados sus estudios ejercitó el oficio de maestro en Coimbra y en Evora. Primero enseñó filosofía, pero después durante unos veinte años fue constantemente maestro de teología en Evora. Cerca de cuarenta años había pasado en Portugal, cuando tal vez con motivo de las turbaciones que levantó en España su libro de la Concordia, volvió a Cuenca, su patria, donde residió unos ocho años, hasta que en el verano de 1600 pasó a Madrid para enseñar Moral en el Colegio Imperial de la corte, pero apenas comenzado el curso, murió el 12 de Octubre.

El primer libro que dio al público el padre Molina es, en cierto modo, el más célebre que ha publicado la Compañía de Jesús, porque suscitó contra sí la mayor persecución que jamás ha padecido libro teológico alguno. Titúlase Concordia Liberi Arbitrii cum Gratiae Donis, divina praescientia, providentiae, praedestinatione et reprobatione, y fue editado en Lisboa por Antonio Riberio en 1588. Según consta por una carta del padre Molina al padre Aquaviva, entonces general de la Compañía, los censores de esta orden aprobaron sin dificultad el libro. Para obtener la censura oficial fue presentado a la Inquisición de Portugal, quien lo dio a examinar al padre Bartolomé Ferreira, de la orden de Predicadores. Este padre sufrió la presión de algunos compañeros de hábito que le pedían no aprobase la obra y le sugerían recelos sobre la doctrina de Molina; pero al fin, desvanecidos por éste aquellos reparos, dio una aprobación muy honorífica en que dice: «En esta obra nada he advertido que se oponga a nuestra religión. Más aún: si hay en los Santos Concilios alguna cosa que a primera vista parezca obscura y escabrosa, esa misma se dilucida, y muchos pasajes de la Sagrada Escritura, así del Antiguo como del Nuevo Testamento, se examinan y explanan con elegantísimo estilo. Por lo cual juzgo que estas lucubraciones son muy dignas de que se impriman para pública utilidad de la Iglesia.»

Terminada la impresión del libro, quiso el padre Molina presentar por sí mismo el primer ejemplar al archiduque Alberto, que entonces gobernaba el reino de Portugal. Su alteza dijo al padre Molina que no diese al público su libro hasta nuevo aviso, pues quería hacerlo revisar otra vez.

Poco después recibió Molina la aprobación que habían dado de su libro los Consejos reales de Castilla y de Aragón, y corrió con ellas al cardenal archiduque para pedirle la divulgación del libro, pero no lo logró hasta que más adelante el cardenal le comunicó las proposiciones peligrosas que, según decía Melchor Cano, se hallaban en su libro, y Molina deshizo por escrito aquellos reparos, probando que en casi todos ellos se había falseado su doctrina, y que las pocas proposiciones que realmente eran suyas, no merecían censura.

Vencidas, por fin, estas dificultades, el libro de padre Molina comenzó a correr entre el público en 1589. En 1592 se reimprimió en Cuenca, al año siguiente en Venecia y en Lyón, y, por fin, en 1595 salió la edición de Amberes, con varios retoques y añadiduras que intercaló el padre Molina para explicar algunos pasajes obscuros.

Entre tanto combatían con todas sus fuerzas la Concordia varios teólogos, sobre todo dominicos.

En Enero de 1594 habiendo sabido Molina que el padre Báñez, O.P., y algunos otros, trabajaban para que su libro fuese puesto en el catálogo de los prohibidos por la Inquisición española, presentó al Santo Oficio un memorial en que decía que los principios de sus impugnadores eran los mismos que llevaban a los luteranos a negar la libertad humana, y pedía que nuevamente revisada su Concordia por teólogos imparciales se le comunicasen los reparos que ellos opusiesen a su doctrina para poder responder cumplidamente. Debió ser bien acogida en la Inquisición la demanda del padre Molina, pues no prohibió la Concordia.

Fue tan vehemente la contienda entre dominicos y jesuitas acerca del libro de Molina, o mejor dicho, acerca del modo de explicar la eficacia de la gracia, que en Junio de 1594 Clemente VIII avocó a su alto tribunal esta causa, que fue terminada por Paulo V en 1607, prohibiendo a unos y otros contendientes tachar de errónea la doctrina de sus contrarios (véase tomo XIII de esta Enciclopedia, pág. 802, col. 2, al fin: tomo XV, pág. 262, col. 2).

Además de la Concordia publicó Molina un comentario sobre la primera parte de Santo Tomás (Cuenca 1592) que también fue combatido y denunciado, y la magistral obra de seis tomos De Justitia et Jure, cuya publicación, comenzada en Cuenca en 1593, se acabó después de muerto el autor (1609, Maguncia 1659). La obra De hispanorum primigeniorum origine et natura (Alcalá 1573, Colonia 1588) se atribuye erróneamente a este teólogo, pues es debida a la pluma de otro jurista del mismo nombre, nacido en Osuna, provincia de Sevilla.

Bibliografía. En la edición coloniense De justitia et jure (t. 1, 1733) hay una biografía titulada L. Molinae S. J. vitae modumque brevis adumbratio atque operum Catalogus. Véase, además, Hurter, Nomenclator Litterarius, I (2ª ed., págs. 47 y siguientes); Wetzer y Welte, Diccionario enciclopédico de la Teología católica, artículo Molina; B. G. Feldner, S. Thomas oder Molina?, en Jahrb. für Philos. und spek. Theol. (t. V, 1891); E. Neveut, Le concours divin. Pensées de St. Thomas de Bannez et de Molina, en la Science catholique (1909); W. Endemann, Studien in der romanisch-kanonistischen Wirthschafts und Rechtslehre (1874-1883); Schneemann, Die Entstelung der thomistisch-molinistischen Kontroverse (Friburgo, 1879-80); Gayraud, Thomisme el Molinisme (Toulouse, 1890).



Controversias sobre la gracia y otros actos

En tiempo de este papa [Clemente VIII] comenzaron con gran resonancia las célebres controversias entre jesuitas y dominicos sobre los auxilios de la gracia divina, las cuales conmovieron a toda la cristiandad, sin que Clemente las pudiera ver terminadas. Pretendía Báñez O. P. y con él los dominicos, que fuera condenado el libro de Molina S. J. Liberi arbitrii cum gratiae donis... Concordia (Lisboa 1588), por contener, según decían, opiniones contrarias a san Agustín y a santo Tomás y aun pelagianas. Clemente instituyó en Roma la famosa congregación de auxiliis (1598-1607) para resolver la cuestión; tuviéronse 85 juntas o congregaciones, de las cuales 68 se reunieron en vida de Clemente y las otras 17 en la de Paulo V; en ellas se disputó con grande ciencia y calor por uno y otro lado. Defendieron la doctrina de los dominicos los padres Alvarez, Lemos y Ribera, y la de los jesuítas los padres Vázquez, Valencia, Arrúbal y Bastida, sin que pudieran llegar a un acuerdo los contendientes. El ánimo de los cardenales más bien se inclinaba a los dominicos; el de Clemente, no muy versado en cuestiones teológicas, fluctuó varias veces; al fin se cree que se inclinaba del lado de Molina, como parece probarse con el ejemplar de la Concordia que usaba y en que hay varias notas y subrayados de mano del papa favorables a la doctrina molinista; este libro se conserva hoy día en el colegio de jesuítas de Tortosa (March, Razón y Fe, 1909, t. XXIV, página 183). Elevado al solio pontificio Paulo V, los jesuítas comenzaron a impugnar la predeterminación física de los dominicos. Ni Molina (muerto en 1600), ni Báñez (muerto en 1604), vieron el fin de la cuestión. Terminóla Paulo V (1607) prohibiendo censurar de error la doctrina de unos y otros contendientes, quedando sin condenar por consiguiente la doctrina y el libro de Molina. [Véanse Gracia divina, Báñez, Belarmino (Roberto) y Molina].



2. Controversia «De Auxiliis»

Todos los católicos creen y confiesan que la voluntad humana no puede obrar sobrenaturalmente sin ser excitada y ayudada por la gracia divina; y que esta gracia sin quitar ni disminuir la libertad del hombre, hace a Dios causa principal de todo acto saludable. Hasta aquí todos los católicos convienen. Pero al querer explicar filosóficamente estos datos suministrados por la revelación y propuestos por la Iglesia, están muy lejos de convenir entre sí los teólogos católicos. Entre los muchos sistemas que se han ideado para esclarecer de algún modo este misterio de psicología sobrenatural, dos son los que principalmente se disputan el campo: el de la predeterminación física y el de la ciencia media.

El sistema de la premoción o predeterminación física, cuyo origen se debe al sabio dominico Báñez, estudia como problema fundamental la acción de la causa primera que mueve previamente y predetermina el acto de la causa segunda. Esta acción, llamada por eso premoción o predeterminación, no es sino la aplicación de la potencia creada al acto segundo: aplicación que acomodándose a la naturaleza de las causas creadas, determina necesariamente a las causas necesarias, y respeta la libertad de las causas libres. De parte de Dios esta premoción es el ejercicio de su señorío absoluto y voluntad omnipotente, que como primer principio y primer motor determina la voluntad creada al acto sobrenatural; y esta conexión infalible entre la acción de Dios y el acto de la creatura no nace de algún principio extrínseco, sitio de la virtud intrínseca e incontrastable de la causalidad divina. Queda, con todo, libre la voluntad creada, a pesar de esta conexión indefectible; pues la orientación de Dios, además de atemperarse a la condición libre de la voluntad, deja a ésta indiferente para obrar o no obrar, sino in sensu composito de la predeterminación, a lo menos in sensu diviso.

En oposición a esta teoría de Báñez se levantó el sistema de la ciencia media, cuyo principal campeón, aunque no el inventor, fue el jesuita Luis de Molina. La ciencia media, así llamada por ocupar un lugar intermedio entre la ciencia de simple inteligencia y la ciencia de visión, es el conocimiento que tiene Dios de las determinaciones libres del hombre, que nunca se realizarán, pero que tampoco son meramente posibles, sino que se realizarían en determinadas circunstancias. Dirigido Dios con esta ciencia, ordena eternamente la distribución de sus gracias, suficientes y eficaces: las cuales se distinguen entre sí, no por alguna propiedad o entidad intrínseca, sino por una denominación extrínseca, nacida del consentimiento futuro del hombre y de la misma ciencia media. Más claro: la gracia eficaz in actu primo (pues la eficaz in actu secundo no ofrece aquí dificultad especial), es un concepto moral que incluye in recto como sujeto de la denominación el auxilio indiferente, y como forma la futurición condicionada del consentimiento, previsto por la ciencia media. Este auxilio se llama indiferente; pero hay que entender bien en qué consiste esta indiferencia. Esta indiferencia se toma respecto de la voluntad creada, cuyo acto no determina necesariamente; pero no respecto de la ciencia o voluntad de Dios. Para Dios la determinación de la criatura no es casual, pues el conocimiento que de él tiene eternamente es metafísicamente cierto. Supone además en Dios este auxilio un decreto eterno de comunicarle con intención sincera y voluntad seria de obtener el consentimiento del hombre, aunque sin determinarle. Por eso esta gracia eficaz, aun in actu primo, es un beneficio especial de Dios respecto de la gracia puramente suficiente. Así queda a salvo la libertad humana, sin menguar en nada el dominio supremo y la bondad de Dios. Ver Clemente VIII y Congruísmo.