Filosofía en español 
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Stadingos

Eran una rama de los maniqueos que despreciaban la doctrina y las ceremonias de la iglesia, daban culto al demonio, practicaban la magia y cometían todo género de liviandades en sus juntas nocturnas: Véase cómo cuentan algunos autores el origen de los stadingos. Una señora distinguida, mujer de un militar, se presentó un día de Pascua a su cura propio con su ofrenda: esta le pareció muy corta al cura, que se quejó y resolvió vengarse. Concluido el oficio la mujer pidió la comunión, y el cura en vez de darle la sagrada hostia le puso en la boca la moneda que había recibido en ofrenda. El recogimiento y el temor de que estaba penetrada la señora, no la dejaron advertir que en vez de la hostia había recibido una moneda y la tuvo algún tiempo en la boca; mas cuando quiso tragarla, lo conoció y experimentó los más terribles tormentos creyendo que sería indigna de recibir el cuerpo de nuestro Señor, y que en castigo de su mala disposición se habría convertido la santa forma en aquella moneda. El dolor y la agitación alteraron su semblante en términos que el marido lo conoció y quiso saber la causa. En cuanto se enteró de ella pidió el castigo del sacerdote; y como le fuese negado, él por su mano se tomó la venganza y le mató. Este horrendo crimen le obligó a él y a sus amigos a huir de la persecución de la justicia, y unidos con algunos maniqueos y albigenses de los que andaban diseminados por Alemania, formaron una secta que se llamó de los stadingos. Su número creció insensiblemente, y su osadía llegó al extremo de la ferocidad. Mataron a los misioneros enviados para convertirlos, y persuadiéndose a que hacían una obra agradable a Lucifer si quitaban la vida a todos los ministros de la religión cristiana, corrían los campos, saqueaban las iglesias y degollaban a los sacerdotes.

Los católicos se atemorizaron de estos herejes. Conrado de Marpurg, de la orden de predicadores, nombrado inquisidor y encargado en 1233 de predicar la cruzada contra ellos, los persiguió con ardiente celo y condenó muchos a la hoguera; pero ellos procuraron sorprenderle y le asesinaron. Por fin al año siguiente fueron derrotados en una batalla en que perecieron más de seis mil, y otros muchos huyendo se ahogaron en el Weser. Los que se libraron no tardaron en someterse y pedir la absolución.