Filosofía en español 
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Cualidades primarias y cualidades secundarias

Cualidades primarias y cualidades secundarias

Algunos materialistas del período anterior a Marx (por ejemplo, Locke) llamaban cualidades o propiedades primarias de las cosas a la extensión, movimiento, forma, volumen, &c. y cualidades secundarias al color, sonido, olor, gusto, &c. Consideraban que las cualidades primarias de las cosas son objetivas, puesto que se mantienen bajo cualquier cambio y que las cualidades secundarias eran subjetivas, supuestamente aportadas al objeto por el sujeto conocedor. Esta división sirvió al idealista Berkeley para considerar como subjetivas, no sólo las cualidades secundarias, sino también las primarias y, de esta manera, negar por completo la existencia objetiva de las cosas materiales. El materialismo dialéctico refuta la división de las cualidades en primarias y secundarias, y considera que las cualidades de las cosas son inherentes a ellas mismas y que, por consiguiente, son objetivas. El materialismo dialéctico afirma que la exactitud del reflejo de las cualidades objetivas de las cosas en la conciencia humana se confirma por la práctica, por la experiencia y por el progreso de los conocimientos humanos.

Diccionario filosófico marxista · 1946:63

Cualidades primarias y secundarias de las cosas

Antes de Marx, ciertos materialistas (por ejemplo Locke, ver) colocaban entre las cualidades primarias o propiedades de las cosas, la extensión, el movimiento, el volumen, la forma, &c., y entre las cualidades secundarias el color, el sonido, el olor, el gusto, &c. Según ellos, las cualidades primarias eran objetivas, independientes de la percepción humana, no afectadas por los cambios del objeto, mientras que las cualidades secundarias serían subjetivas, atribuidas a los objetos por los órganos de los sentidos del sujeto. Tomando como pretexto esta tesis errónea de Locke, el idealista Berkeley (ver) pretendía que las cualidades primarias no eran menos subjetivas que las cualidades secundarias, llegando así a la negación total de la existencia objetiva de las cosas materiales. El materialismo rechaza la división idealista de las cualidades en primarias y secundarias, y muestra que todas las cualidades de las cosas les son inherentes, que son objetivas. El materialismo dialéctico sostiene que la cuestión de saber si la conciencia humana refleja fielmente las cualidades objetivas de las cosas, se resuelve en la práctica, en la experiencia.

Diccionario filosófico abreviado · 1959:100

Cualidades primarias y cualidades secundarias

Términos que se usan para diferenciar las cualidades (propiedades) de las cosas tomando por índice el de la objetividad. Fueron introducidos por Locke, pero con anterioridad habían establecido semejante diferenciación Demócrito, Galileo, Descartes y Hobbes. Locke consideraba como cualidades primarias u objetivas –entre otras– el movimiento, la impenetrabilidad, la densidad, el encadenamiento de las partículas, la figura y la extensión. Según Locke, las cualidades secundarias o subjetivas (color, olor, sabor y sonido) “no se hallan en las cosas mismas” y dependen de las cualidades primarias. Semejante criterio tiene su explicación en el carácter mecanicista del materialismo de Locke. Todas las propiedades que no se podían aclarar desde el punto de vista de la mecánica se declaraban secundarias, explicables únicamente por la organización y los estados del sujeto También se designan como cualidades subjetivas por confundir la existencia objetiva de las cualidades con su grado de adecuación y con su forma de reflejo en la conciencia, así como por no comprender el papel especial del pensamiento en el reflejo de las cualidades de las cosas. Los idealistas subjetivos George Berkeley, David Hume y otros, aprovechando la inconsecuencia del materialismo metafísico, también incluían en la categoría de las cualidades subjetivas las cualidades primarias. El materialismo dialéctico niega la división de las cualidades de las cosas en objetivas y subjetivas.

Diccionario filosófico · 1965:95

no figura

Diccionario de filosofía · 1984