Voltaire, Diccionario filosófico [1764]
Sempere, Valencia 1901
tomo 3
páginas 76-77

Consecuencia

¿Qué clase de naturaleza es la nuestra y de qué modo esta formado nuestro débil entendimiento, que podemos deducir las consecuencias más justas y más luminosas sin tener sentido común? Indudablemente es así. El loco de Atenas, que se figuraba que le pertenecían todos loa buques que llegaban al Pyreo, podía calcular maravillosamente cuánto valía el cargamento que llevaban esos buques, y en cuántos días podían ir desde Smyrna hasta el Pyreo.

Hemos conocido imbéciles que hacían cálculos y razonamientos sorprendentes. Me contestaréis que no serían imbéciles; pero yo replicaré que sí lo eran, porque hacían descansar todo su edificio sobre un principio absurdo, y ensartaban bastante bien sus quimeras.

El dios Fó de los indios tuvo por padre a un elefante que se dignó tener un hijo de una princesa india, la cual parió al dios Fó por el costado izquierdo. Esta princesa era hermana de un emperador de las Indias; luego Fó era sobrino del emperador, y los nietos del elefante y del monarca eran primos segundos; y según las leyes del Estado, extinguida la raza del emperador, debían sucederle los descendientes del elefante. Dícese que el elefante divino tenía de altura nueve pies de rey; de modo que [78] hay que presumir que la puerta de su establo tuviera más de nueve pies de altura para que pudiera entrar por ella fácilmente. Se comía cincuenta libras de arroz diarias, veinticinco libras de azúcar y se bebía veinticinco litros de agua. Por la aritmética que sabemos, podemos calcular que se tragaba treinta y seis mil quinientas libras de peso cada año. ¿Pero existió ese elefante? ¿Era cuñado del emperador? ¿Su mujer parió un hijo por el costado izquierdo? Esto es lo que falta examinar. Así lo dicen, uno tras otro, veinte autores que vivieron en la Cochinchina; pero falta confrontar esos veinte autores, y pesar sus testimonios, consultar los archivos antiguos, ver si consta en ellos la existencia de ese elefante y examinar si no es una fábula que los impostores tuvieron interés en acreditar, porque, partiendo de un principio extravagante, se han sacado de él deducciones lógicas.

Falta a los hombres más que la lógica, el origen de la lógica. No se trata de decir: –Seis buques que son míos tiene cada uno de ellos cien toneladas, y cada tonelada contiene mil libras de peso; luego yo tengo mil doscientas libras de mercancías en el puerto de Pyreo. La gran dificultad consiste en saber si son míos esos seis buques. De ese principio depende mi fortuna; después tiempo me quedará para contarla.

El ignorante que es fanático y lógico en su fanatismo, merece casi siempre la horca. Ha leído que Fineo, arrebatado por su santo celo, encontró á un judío acostado con una madianita y los mató a los dos. Los levitas le imitaron asesinando a todos los matrimonios de judíos con madianitas. Sabe que su vecino, que es católico, se acuesta con su vecina, que pertenece al bando de los hugonotes; pues los matará fácilmente, porque es consecuente obrando así. ¿Qué remedio puede curar esa horrible enfermedad del alma? El único remedio consiste en acostumbrar a los niños desde su edad más tierna a que no crean nada contrario a la razón; en no contarles nunca historias de aparecidos, fantasmas, brujos, poseídos, ni prodigios ridículos. La joven de imaginación sensible y excitada, que oye hablar de poseídos, adquiere una enfermedad nerviosa, siente convulsiones y también se cree poseída. Vi morir una joven a consecuencia de la revolución que causaron en sus órganos las lecturas de esas historias abominables.


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