Filosofía en español 
Filosofía en español


Artículo primero

A todos los desocupados, y maliciosos antagonistas del Diario

Cansado de quebrarme los brazos, luchando con mi suerte, caí rendido en la arena movediza de mis malogrados pensamientos, tan amortiguado el espíritu, y débil la imaginación, que aun no encontraba fuerzas el ánimo para levantarme del duro suelo de mi infortunio, pero como nadie debe desmayar, mientras aliente señales de vivo en la respiración, saqué fuerzas de mi propio desmayo para volver a la palestra en competencia de mi destino. Decía yo, y creo que decía bien: ¿Es por ventura la pérdida de una batalla, preciso inconveniente, para nunca lograr en diferentes combates una victoria? Muy al contrario discurre el discreto y prevenido. Muchas veces el perder, es el medio más seguro para ganar. El rostro lisonjero de la dicha tiene hechizos tan peligrosos, como en canto de las Sirenas. La dulce, y falaz risa de la prosperidad, es en muchos casos desalumbramiento de la precaución, y así se ve, que no hay infelices de peor naturaleza, que l os que dejaron de ser dichosos, por fiarse demasiado en la fortuna. El que hizo una navegación por entre sirtes, escollos, y bancos de arena, y tuvo la felicidad de pasar estos peligros sin fracaso, no pudo aprehender precauciones para otro viaje, y acaso en el segundo pagó lastimosamente lo desprevenido: Al contrario, el que escarmentado de los riesgos ocultos del Mar echó la sonda, receloso de algún bajío, paseó felizmente conducido del temor, y del cuidado. Esto mismo sucede en el Mediterráneo de la vida, y en el Océano engañoso de la correspondencia humana. Los viajes, que yo en mis pocos días he hecho por ambos Mares, me han dado a conocer los muchos naufragios, que hacen cada día los desprevenidos en el golfo insondable del trato humano. En esta Escuela, que me ha sido bien costosa, he aprehendido, si no la ciencia de una discreta precaución, al menos el arte necesario de no dejarme engañar del rostro de los objetos: por esta razón no me irrita el ceño de la envidia, porque estoy muy acostumbrado a hacer burla de ella: tampoco me adula, ni lisonjea la alabanza, o el aprecio de los hombres, porque sé, son tan varios en el corazón, como en los semblantes. Esto solo es ofrecer en pequeño el retrato de mi genio, respecto al modo con que se explican contra el diario sus Antagonistas. A mi me altera poco su censura, porque se, que mi ignorancia merece pocos agrados del Público, y muchas menos caricias del particular, pero si en nuestras operaciones debe atebderse a la idea del corazón: la del mío (poco importa no se me crea, cuando a voces lo dice la Obra) es tan apasionada del beneficio común, que quisiera tener otras tantas fuerzas, y facultades para manifestar el amor que tengo a la Patria, como me animan espíritus generosos, para reprehender a los que no lo solicitan. Ni estos dejarán de ser lo que son, aunque se vean castigados de la censura, ni yo seré, por mas que me desvele, y fatigue mejor en su boca; pues a males que no tienen remedio, y a bienes que no deben esperar galardón, dejémoslos luchar con su estrella. Ande por entre piedras, y espinas el buen deseo; y corra sin determinación, furioso el humor acre de los mal contentos; bien que si hay indiscretos, que se lastiman la razón, disparando flechas emponzoñadas contra mi idea, hay muchos más corazones generosos, que procuran, con su cortesía, urbanidad, y agrado, encender más, y más la llama de mis bien nacidos deseos. El mundo no fuera, como es, tan hermoso, si dejara de ser vario; no fuera, como es, tan gran Maestro de todos si fuera, siempre uno: no fuera, como es, campidolio donde triunfa el mérito, si no fuera campo de batalla para el esforzado; no fuera, como es, archivo de nuestras glorias, si no fuera el teatro donde se representan nuestras hazañas.

Escupa, pues, vivoreznos humores la malicia: tire piedras con la honda del enojo la mala complexión de los imprudentes: siembre su cizaña la envidia, que para todos estos contratiempos, tengo embrazado el broquel de la tolerancia; y de tal modo espero burlarme con él de censuras indiscretas, que en vez de alterarme el sosiego las burlas desmandadas, he de hacer de todas ellas un motivo placentero, para la risa. Cicerón, Virgilio, Ovidio, Horacio, Quintiliano, Marcial, Platón, Aristóteles, Antístenes, Aristipo, y Diógenes, me ofrecen, en sus obras, y virtudes perseguidas, una gloriosa idea, del modo como deben tratarse los envidiosos Antagonistas. Todos los Sabios varones referidos tuvieron mucho que ofrecer en las aras sufrimiento, a causa de la envidia, y mala complexión de sus contrarios; pero entrando con la reflexión a juzgar de las operaciones del hombre, (viéndole siempre vario, e inconsecuente en sus juicios, y pareceres) determinaron, por ley inviolable de su conducta, imitar a un rústico, que va de viaje. Sucede, que cuando pasa por una Ciudad un caminante, ridículo en el vestido, extravagante en el modo, y absolutamente opuesto al genio, gusto, o costumbres del Pueblo por donde pasa, hacen de él, ricos, pobres, grandes, y pequeños burla; pero si él (miserablemente engañado de su modo de pensar) se parase a dar satisfacción a todos sus murmuradores, tarde, o nunca acabaría su viaje, por cuya razón, y desatendiendo los tropiezos, que le pone al paso la burla, sigue su camino, y concluye la jornada. Si esto es tan fácil de ejecutar en un rústico, mucho más lo debe ser en quien es algo menos grosero; y si la sola razón natural es suficiente guía para dirigir a cada uno a lo que más le importa, ¿por qué no se ha de permitir, a quien hace empleo suyo el cultivo de la razón, que desatendiendo la confusa gritería de los ociosos, adelante cuantas jornadas pueda en su camino? Concluyamos, que no es para todos los días emplear mal el tiempo; y confieso, que llevamos algunos días poco menos que mal gastados. Entiendan, pues, todos los que han hecho estudio de no entenderme, que siempre estaré sordo para oír disparates; y al contrario, entiendan todos los que ejercitan su juicio en aconsejarme lo mejor, que siempre me hallarán pronto para obedecerles; y de tal modo, y con tan sencilla obediencia, que haré honor de complacerlos, si me permite mi insuficiencia servirlos. Este sería el último Preámbulo, o Paño de Púlpito, que colgaré del balaustre de mi diario. Suplico a los Señores Eruditos, y Doctos bien complexionados, me perdonen estos descaminos de mi intento. El Lunes comenzaré los asuntos propios del punto quinto del artículo primero, refiriendo el principio que tuvieron las Ciencias entre los primeros hombres del Mundo.


Artículo segundo

Ventas

Un Forlón, con talla dorada, y en el campo pintura menuda, aforrado en terciopelo carmesí, y guarnecido con fleco azul, y cartulinas, con siete vidrios, está todavía con el primer calce, que denota ser nueva esta alhaja. Un par de Mulas, la una ha cerrado, y la otra está para cerrar; de talla grande, su color castaño oscuro. Hay asimismo varios vestidos exquisitos, unos de tela, y otros de diferentes tejidos: en todas estas cosas fe hará toda la equidad posible: se acudirá cerca de San Martín a la Plazuela de Trujillo, esquina de la callejuela que va a concluir en la de la Sartén, cuarto principal, casas propias de Don Alfonso Guzmán.

Cualquiera persona que quisiere comprar una Mula, acuda a la Posada de S. Antonio, en la calle de Silva, que allí se le dará razón: es de edad de treinta meses, y alta, siete cuartas menos dos dedos.

Se venden seis Mesas de pórfido, del largo de cuatro cuartas y media, y dos tercias y un dedo de ancho, y dos dedos de grueso: el que quisiere comprarlas acuda a la Prendería de la Plazuela de Santo Domingo, frente de la Fuente. Asimismo darán razón de un Marmolista, que sabe labrar esta, y otras muchas piedras preciosas.

En la Fábrica más antigua, u donde vive el primer Inventor de las Hachas de Contra-viento, Plazuela de Santo Domingo, frente de la calle de la Inquisición, se venden con la mayor equidad, y baja de precios, Hachas de cáñamo, y de esparto, hechas a toda costa, y ley.

Se venden dos Pinturas del tamaño de dos varas, y seis dedos, de buena mano, la una es una Concepción, y la otra un San Dámaso. Asimismo una nuestra Señora de los Dolores, del tamaño de tres cuartas de escultura: se acudirá a la callejuela de San Salvador, junto a la casa llamada de Santa Ana de Alcalá, cuarto segundo. Este mismo sujeto que vende las alhajas dichas, hace saber al Público tiene un especialísimo secreto para conservar los galones de oro, y plata, sin el enfadoso, y caro riesgo de tomarse.

Quien quisiese comprar una Punta de Manto, nueva, de un palmo, y tres dedos de ancha, con pintas a dados: un Rosario, y Cruz nacarado, con una borla muy vistosa de plata, y un Delantal de Tafetán blanco, y picado, con farfalá, acuda a la calle de los Negros, yendo por la Puerta del Sol, a mano derecha, en una casa que tiene puerta grande, como cochera, y encima un balcón chico de madera.

Habilidades

En la calle del Rubio, casa nueva de Bruno, frente la casa de la Fuente, cuarto principal, hay una Señora, que cose todo género de ropa blanca a la Francesa, y Española, y también festonear vueltas, todo primorosamente.

Doña Águeda de Irulegui, hace saber al Público, tiene gracia especial para curar las Niñas, o Niños quebrados: vive en las Cuatro Esquinas de la calle de San Antón, pasado el Puerta-Ventanero, cuarto principal.

En la calle de Barrio-Nuevo, a mano derecha, entrando por la de la Concepción, tiene su Tienda un Jaulero: este brinda al Público con lo que sabe, y es, componer Organitos para enseñar a cantar Pájaros: si alguno tuviere precisión de hacer uso de esta promesa, encamínese allá, para que los Pájaros que tuviere se aprendan música. Dice también en su esquela, que el que tuviere algún Organito viejo, o roto, si quiere venderlo, lo comprará, y después lo volverá a vender por precio muy acomodado. Añade más, y es, que se halla con Gorriones de Indias, machos, y hembras, para criar Canarios, y Canarias.

Imposición

Una persona de forma, que tiene buena, y libre hacienda en el Reino de Valencia, desea imponer sobre 5.000 pesos, a el fuero de tres por ciento en cada un año, según la última reducción: lo hace saber al Público, para que el sujeto que quisiere hacer este negocio, acuda a la Posada del Mallorquín, en la calle de los Leones, donde hallará con quien tratar del asunto; previniendo, que en este contrato (si conviniere) se hará obligación de hacer efectivo en esta Corte misma el pago del censo, sin necesidad de recurrir a Valencia.

Amos, y criados

En el Estanco de la Aguardiente, calle de Valverde, en el cuarto principal se necesita una Criada, que sepa coser, aplanchar, y guisar bien.

En la Red de San Luis, en frente del Alquilador de Coches, en el cuarto segundo (que tiene un balcón largo) se necesita una Doncella, que sepa peinar, coser, y aplanchar con todo primor: es casa de toda forma.

En la calle de la Luna, cuarto segundo casa de la Sacramental de S. Martín, al lado de un Aposentillo de vino, y junto a una Barbería, buscan una Criada, que sepa guisar, y aplanchar medianamente.

Un sujeto de circunstancias desea acomodarse en una casa de honor, en calidad de Mayordomo, Caballerizo, o Gentil-Hombre: darán razón de él en la calle de la Madera Alta, en una casa nueva, cuarto principal, frente del Almacén de Madera.

En la calle de la Zarza, en cada del Cirujano, se halla un Mozo que busca Amo para servir de Paje, o Mayordomo, o Ayuda de Cámara: sabe peinar, y afeitar, ha servido en buenas casas.

Un sujeto, que escribe muy bien, busca acomodo, ya sea para Escribiente de Abogado, Escribano, o Relator, &c. y de no, para Paje. Dará razón de él Don Tomás de Nanclares, Cirujano, en la calle de las Fuentes.


Con Privilegio del Rey N. S.

En Madrid: En la imprenta del diario, calle de las Infantas, cerca de los Capuchinos de la Paciencia.


Se hallará este, y todos los que salieren sucesivamente, en dicha Imprenta; y en la Librería de Francisco Asensio, calle del Correo; en la de José Matías Escribano, frente de las Gradas de San Felipe el Real; en la de Bartolomé López, Plazuela de Santo Domingo; en la de Pedro Vivanco Angulo, calle de Toledo, junto al Colegio Imperial; y en la de Pedro Tejero, calle de Atocha, junto a San Sebastián.


A cualquiera de estos parajes pueden llevarse las Cédulas, o Esquelas de aviso.

El precio de cada diario, no es más que dos cuartos.