Filosofía en español 
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Variedades

[ ¿Qué hacen las Cortes? ]

No intentamos trazar un elogio, ni formar la apología del Congreso nacional: lo primero sería al presente intempestivo y prematuro; y lo segundo temerario y superior a nuestra suficiencia. Porque así como es fácil a los genios sombríos censurar y maldecir a los talentos pacíficos, del mismo modo es embarazoso vindicar con calor y acrimonia. Nuestro empeño se reduce ahora a contestar sencillamente a una pregunta que aunque está en los labios de todos los españoles, no tiene en todos un mismo principio: los unos la hacen por curiosidad y ansia patriótica: algunos por ignorancia, y no muy pocos con refinada hipocresía, e ironía ultrajante. ¿Qué hacen las Cortes? He aquí la pregunta común fundada sin disputa alguna en la general utilidad. Respondamos a ella con sinceridad y con justicia, presentando hechos que son el mejor testimonio que puede producirse para satisfacer la curiosidad universal. Y aunque no todos queden convencidos, porque si no pueden negar los hechos interpretarán las intenciones, ofreceremos no obstante a los sencillos el argumento más incontestable a cuantos por fortuna no están mal prevenidos.

Sabido es por todos los españoles que el objeto saludable de la reunión del Congreso fue plantear el sistema constitucional, o por mejor decir darle acción, impulso y un movimiento simultáneo y concertado; y asimismo librar a la nación de los males en que estaba sumida. Bajo estos principios permítasenos contestar a la pregunta de qué hacen las Cortes con otra pregunta; a saber: ¿el tiempo que ha discurrido desde su instalación es suficiente para que se conozcan sus frutos en aquella madura sazón que aprovechen y ocasionen la prosperidad y la abundancia? ¿El tiempo que ha discurrido es precisamente el suficiente para que se verifique el remedio radical de males y heridas profundas y cancerosas? No apelemos a las sublimes teorías de la política ni al exacto raciocinio que nos presentan los principios de la filosofía social: sírvanos de prueba por comparación la naturaleza misma en su orden progresivo a inalterable. ¿El que siembra un campo después de abonarlo, prepararlo y cultivarlo, exige luego que la semilla que arroja germine, florezca y presente sus frutos? ¡Insensato sería el labrador que tal demandara! Espera tranquilo, aunque solicito, que llegue la época y estación designada por la naturaleza misma, y no la culpa de ociosa inerte y descuidada. El hombre para existir entre sus semejantes ¿no aparece después de nueve meses de prisión? ¿queremos ver y recoger los frutos de las Cortes en el instante en que se han reunido y dado principio y ser al cuerpo político del Estado? ¿Curar los males envejecidos de este mismo Estado es acaso obra del momento? ¡Ojalá! mas así como el diestro médico no es censurado ni motejado por el enfermo, ni por los interesados que le llamaron, aunque en la primera, segunda y muchas visitas no le repare y ponga en su antigua y briosa salud, porque es necesario tiempo, combinaciones, ensayos, tentativas y pruebas para que la medicina se declare victoriosa; del mismo modo en el orden político, para remover obstáculos, preocupaciones y hábitos contrarios a la felicidad pública, se necesita tiempo, ensayos, proyectos, tentativas hasta el punto de dejar correr algunos males para curar otros y radicalmente sin irritar al enfermo.

Parece, pues, que con estas comparaciones estaba contestada la pregunta ¿qué hacen las Cortes? Digamos aún más y hablen los hechos. ¿El Crédito público no va reparándose a pasos agigantados? ¿El papel moneda no ha empezado ya a dar pruebas de vitalidad? ¿Los comerciantes nacionales y extranjeros, a llenar el empréstito que el Gobierno abre para aliviar los pueblos, y no sobrecargarlos con nuevas contribuciones? Estas ¿no son pruebas de la opinión que han empezado a tomar las Cortes; opinión que inspira la confianza pública e individual, porque sin ella el comerciante no abriría su escritorio para franquear sumas cuantiosas?

¿Qué hacen las Cortes? Los que mejor quieran informarse; acérquense a las Comisiones formadas de individuos del mismo Congreso, y verán que estos mismos, después de haber asistido a las sesiones desde las diez de la mañana hasta las tres de la tarde; a las ocho de la noche vuelven a reunirse y permanecen dedicados a los más interesantes negocios hasta las doce. ¡Quién puede ver semejante y cotidiano espectáculo, sin ternura y edificación! y se pregunta, ¿qué hacen las Cortes?... No aseguramos, ni podemos asegurar el acierto de los negocios, porque son hombres, y no están iluminados por el cielo; pero sí su constante aplicación, sus tareas, su solicitud por el bien público, y sus buenas intenciones. Es necesario rebosar de ingratitud y de perfidia para desconocer estos hechos. Analicemos ahora, ¿qué hacen las Cortes? Que conteste el reglamento de Milicias nacionales aprobado; la demarcación de territorios para los juzgados de primera instancia; lo acordado para limpiar los caminos de malhechores y su castigo; los premios declarados a los Militares beneméritos de la Patria; la minoración de 160 millones en el total de la contribución directa; la tercera parte de contribuciones perdonadas a los pueblos; el sistema que se ha dado al utilísimo cuerpo de Marina; la abolición de privilegios, que refluían contra la agricultura y las artes, &c. &c. ¿Qué hacen las Cortes? Acerquémonos a sus Comisiones: la de Legislación tiene concluidos sus trabajos sobre mayorazgos; la encargada de examinar el expediente relativo al ejército de la Isla, y graduar los premios a que es acreedor, presentó su consulta; la de Instrucción pública ofrecerá la suya, que casi tiene concluida; la de agricultura y comercio, con una aceleración inconcebible, ha llamado la atención de las Cortes muchas veces con sus consultas y propuestas; la de Beneficencia y Bellas Artes; la Militar y de Infracciones de Constitución, &c. &c. ¿y qué diremos de la de Hacienda? Con presencia de estos hechos incontestables confúndase y enmudezcan los detractores del Congreso, y cuantos irónicamente pregunten ¿qué hacen las Cortes? ¡que hacen! ¡Ah! ¡Tal vez correr demasiado, y querer en pocos días hacer lo que es obra del tiempo, de la oportunidad e ilustración que aún no tiene el pueblo español.

Cuanto hemos dicho ni es elogio ni apología; sirva sólo de respuesta a la pregunta.