Filosofía en español 
Filosofía en español


[Tomás García Luna]

Fragmentos

Utilidad de la biografía

Entre los varios ramos que comprende la historia general, ocupa un lugar muy distinguido la noticia de los escritores que florecieron en cada país, y le dieron lustre con las producciones de su ingenio.

Tan interesante se ha juzgado esta parte de la historia, que ha merecido que se dediquen a dilucidarla en diversos tiempos y naciones, los hombres más aventajados en talentos y doctrina: no hace a mi propósito enumerar aquí las obras de esta clase de que tengo noticia; pero sí será muy del caso observar, que, a pesar de hallarse en ellas infinidad de investigaciones delicadas y provechosas, y muy varia erudición, apenas habrá entre tantas, una que raye en el grado de perfección que exige el cabal desempeño de semejantes obras.

Y si bien se considera, no es extraño que así haya sucedido: porque es tan grande y tan difícil de superar la dificultad que ofrece esta tarea, si ha de ejecutarse como lo exige la grandeza de su objeto, que más es para concebida que para llevada a cabo.

Para convencerse de esta verdad, bastaría solo fijar un momento la atención en los infinitos puntos que abraza, y en la especie particular de utilidad que se propone.

En efecto: ¡cuanta constancia y cuantos desvelos son necesarios para registrar todas las bibliotecas que existen en un país! Sacar del olvido en que yacían, infinitas producciones condenadas por la ignorancia a ser víctimas del polvo y de la polilla, y finalmente, determinar con la mayor exactitud posible, los autores y la época a que cada una corresponde.

Investigaciones de esta clase suponen para su desempeño, muchos y muy varios conocimientos: y el escritor que tome a su cargo esta tarea, puede considerar como muy bien logrado su trabajo si consigue en el discurso de muchos años, acercarse a la perfección que pide.

Reunir todas las noticias relativas a los libros y a los autores: clasificarlos, colocando a cada uno en la época a que corresponde: distinguir, por medio de la sana crítica, auxiliada con el conocimiento de las opiniones, costumbres y estilo peculiar de los escritores, en qué tiempos se compusieron las obras que corren en su nombre; son preliminares que han de servir de cimientos al edificio que se intenta levantar.

Acopiados ya estos materiales, empieza la labor más prolija del entendimiento. La anterior tenía mucha parte de mecánica; pues, aunque como ya observé, exige un criterio muy fino, el señalar los tiempos y los autores de las obras, este se adquiere más con el continuo manejo de los libros, que con la reflexión: no así la presente: pende toda de la sagacidad del ingenio y de la rectitud de la razón; porque consiste en sacar de estas noticias, la especie particular de utilidad que puede resultar de ellas.

El historiador que refiere prolijamente las vicisitudes de un imperio, se propone por término de su tarea, dar a conocer el corazón humano.

Observa al hombre en todas las situaciones de la vida; y del confuso caos de usurpaciones, sangrientas batallas y conquistas, saca las primeras nociones de la moral; porque determina, estudiando las acciones, los secretos registros que mueven al corazón; y conocidos estos, ofrece al filósofo medios para dictar máximas que los encaminen al bien.

No es menos interesante el fin a que se dirige el que escribe la historia literaria. Del examen detenido de las producciones del ingenio se sacan infinitos materiales para la ciencia del entendimiento: en las obras que salieron a luz en la infancia de las letras, empiezan a vislumbrarse los primeros destellos de la razón, que envueltos en las nubes del error, apenas se perciben. Pasando de esta primera época a la inmediata, se echan ya de ver los adelantos de artes y ciencias, en la mayor cultura e instrucción más sólida que se observa en los escritores que entonces florecieron; y siguiendo así la marcha progresiva de la razón, aparecen todos los grados que ha tenido que pasar, hasta llegar, al en que hoy la vemos. [179]

¡Cuantas reflexiones provechosas puede sugerir el estudio de esta escala, presentada con la perfección que merece su objeto! Las opiniones que corrían en cada edad, las costumbres, el idioma que se hablaba, y la altura a que rayaban las artes y las ciencias, todo se descubre en los libros que en aquel tiempo se escribieron: cotejando los de la primera época con los de las inmediatas, se percibe, no sólo el adelanto que tuvieron las ciencias, sino el como adelantaron: se forma una especie de transición, que enseña el modo de proceder del entendimiento humano, en la senda del saber.

Los errores mismos son provechosos, mirados por este aspecto: enseñan a seguir el verdadero camino, mostrándonos cuales fueron los derrumbaderos por donde se extravió el ingenio, queriendo buscar la verdad; la comparación del camino torcido con el recto, muestra la causa de los errores y el medio de adquirir los conocimientos verdaderos.

Y aunque no se sacarán de este estudio más frutos que los que llevo enumerados, me parece que serían suficiente recompensa de las tareas del que a ellos se dedicase; pero aun hay otro que por ser peculiar suyo, merece especial atención.

Tal es el conocimiento del idioma patrio. Su origen se pierde en la oscuridad de los primeros tiempos de su existencia: nació de la mezcla de las lenguas que hablaban los bárbaros del norte, con el latín: la dominación de los árabes en España, influyó mucho en su formación.

Para deslindar, pues, el origen de las palabras, es menester examinar muy detenidamente los primeros códices y libros que se escribieron; en ellos se hallarán las voces tanto más parecidas a los idiomas de que se tomaron, cuanto más cercanas están a su origen. Partiendo de este punto, puede luego seguirse su filiación hasta llegar a la época presente. Además, muchas etimologías cuya razón estriba en hechos históricos, se aclararían con este estudio.

T. G. L.