El Norte de Galicia
Lugo, jueves 1 de abril de 1909
 
época II, año XII, número 2468
página 1

Manuel García Blanco

Hernández Fajarnés

En pleno vigor corporal y mental, acaba de rendir este veterano y sabio maestro el fatal tributo que todo hombre debe a la muerte. Nuestro cuerpo docente universitario ha perdido a uno de sus miembros más dignos y valiosos, la filosofía y la pedagogía a un obrero entusiasta e infatigable, la cultura nacional a un activo promovedor.

Hernández Fajarnés explicaba Lógica fundamental y Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central; pero su talento, saber y merecimientos especialísimos ya los tenía de antiguo harto acreditados con una larga práctica de tan honroso ministerio en la cátedra de Metafísica y como Rector de la Universidad de Zaragoza, su pueblo natal, donde dejó perdurable recuerdo de una meritísima labor.

Lo más y lo mejor de su fecunda actividad mental consagrólo este hombre, con tenacidad propia de su aragonesa condición, al fomento y a la defensa del escolasticismo tradicional y a la impugnación del positivismo contemporáneo: aparte sus acabados «Estudios críticos sobre la filosofía positivista», no es otra la finalidad de los conocidos y magistrales tratados de Ontología, Cosmología, Psicología y Lógica y de los diversos discursos y memorias de que es autor, obras escritas en estilo seguramente confuso y pesado para los no habituados a lecturas de índole filosófica, pero en que resplandece un lenguaje clásicamente propio y castizo y, aparte esto, libros elaborados con el mayor rigor científico, reveladores, desde luego, de un pensador profundo, familiarizado con la discusión de las más arduas cuestiones metafísicas, de un espíritu analítico penetrante y minucioso, de un hábil y temible polemista y de un crítico sagaz. Ha muerto sin haber podido dar a luz una obra de controversia filosófico-religiosa que tenía en preparación y en que se proponía demostrar la imposibilidad del ateísmo en el terreno científico.

Como pedagogo, mucho preocupaba a Hernández Fajarnés el problema de la general incultura y el de la instrucción pública. Su ideal en esto era la instauración del régimen y de la disciplina de nuestras gloriosas Universidades medioevales; apetecía y procuraba el retorno a aquellos tiempos llamados de oscurantismo y barbarie, en que, sin embargo, la escuela era la amiga y el maestro convivía paternal y fraternalmente con el estudiante. No se preocupaba menos de la incultura de los cultos, o lo que con pintoresca frase calificó él de «alfabetismo analfabeto», interesante y vergonzoso aspecto de nuestra ignorancia, que adoptó para tema de su original y celebrado discurso de recepción como académico de la Española, merecido honor que por bien poco tiempo le ha dejado gozar una muerte prematura.

Como político, Hernández Fajarnés colaboró en la derecha del partido conservador; y representaba en el Senado a su predilecta Universidad de Zaragoza.

Poseía el finado cierto simpático conocimiento de la tierra, del habla, de la literatura y costumbres gallegas, cosas que, con visible complacencia y franco donaire, no pocas veces le hemos oído traer a cuento. Debía este conocimiento a referencias de un gallego ilustre, de quien en Zaragoza fuera gran amigo e íntimo contertulio; el probo Cardenal García Gil, de cuya memorable personalidad solía hacer los más cumplidos elogios y a propósito del cual refería conmovedoras anécdotas.

Dirijamos al cielo nuestras fervientes plegarias por el descanso eterno de su alma, depositemos en su tumba nuestra humilde corona de gratos recuerdos y apliquémonos al cultivo del puñado de buena semilla que por suerte nos ha tocado recibir con las doctas enseñanzas del maestro inolvidable; ¿qué mejor homenaje pudiéramos tributar a su memoria?

M. García Blanco

Lugo, Marzo 1909

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Antonio Hernández Fajarnés
1900-1909
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