Alma Española
Madrid, 20 de diciembre de 1903
Año I, número 7
páginas 1-3

España Nueva
La Institución Libre de Enseñanza
Portada de Alma Española, nº 7
La Canariera (Léase el artículo La Institución Libre de Enseñanza). Fotografía de Franzen.

Gran aprieto hoy el nuestro, míseros escolares, obstinados, con fuerza jamás sentida, en dar a conocer al público ignaro una gran obra, tan trascendental, tan pura, tan civilizadora: en perfecta armonía con nuestro sentir, que nuestra inhábil pluma ante ella, fijo en su inmensidad, por largo rato comienza y vuelve a comenzar líneas, párrafos y cuartillas, que después nuestro titubeo tacha y que más tarde nuestra vergüenza rompe, y en arrugadas bolas arroja lejos de sí la temblorosa mano, antes que profanar las más preciadas ideas de valiosos varones. Por otra parte, la modestia de estos hombres, sus escrúpulos, unidos con los sanos consejos que nos dieron, son tantos y de tal tamaño, que martirizan, aún más, nuestro pobre espíritu de profanos escritores. Pero perdónenos el público y ellos también –nuestros admirados maestros–; en las páginas de ALMA ESPAÑOLA no pueden faltar esta clase de informaciones, las que más debe agradecer el civilizado lector, porque ellas, vulgarizando un esfuerzo, una gigante empresa en nuestro país, marcan el verdadero camino, por desgracia poco trillado, de regeneración.

* * *

El Instituto o Escuela Libre de Enseñanza –dice D. Francisco Giner de los Ríos– es un laboratorio o primera fuente de sus ideas pedagógicas –de las de su director y profesores–, y ha sido fundado, más que para la reforma, para la creación de la educación nacional.

Clase de Matemáticas
Clase de Matemáticas, dada por una profesora.

«Porque una nación que mantiene Universidades como las nuestras, destinadas por ministerio de la ley –y aun por vocación interior– a repetir el catecismo de los malhadados exámenes; que tiene sus Normales por bajo del nivel a que intentó elevarlas hace cincuenta años la generosa ilusión de Montesino; Escuelas primarias a cuyos maestros paga (mejor diría «debe») un salario inferior al del más harapiento bracero –pues hay 800 maestros que tienen asignado un sueldo que no excede de 125 pesetas anuales; entre ellos los hay que perciben –cuando tienen esta suerte–10 céntimos diarios; y, por último, algunos carecen de sueldo, y son mantenidos por turno por los vecinos: después de todo, casi escapan mejor que los otros–, y, por supuesto, al que les satisfacen, no ya Portugal, nuestro hermano, sino los Estados del Danubio, mal puede tener otra política, ni otra ciencia, ni otra magistratura, ni otro clero, ni otra milicia, ni otra agricultura, ni otra industria, ni otros alcaldes, ni otros ingenieros, ni otro comercio, ni otra hacienda, ni otro Profesorado, ni otra marina, ni otra policía, ni otra administración, ni otras costumbres, ni otro bienestar, ni otra civilización, que los que tiene; y gracias. Al residuo de naturaleza humana que providencialmente aún nos queda, es al que debemos sólo eso poco y malo que tenemos todavía.»

Pero después de tan enérgica protesta, el año 89, el sabio Giner dejaba también escritos los siguientes párrafos, llenos de la más consoladora esperanza:

«Después de todo, correrá el tiempo, y los ciegos verán, y andarán los tullidos, y la historia consolidará de todas nuestras empresas lo que haya de incorporarse al fruto de las empresas pasadas, y barrerá lo inútil; las minorías se harán mayorías; las fuerzas que hoy pugnan por andar adelante, se tornarán freno y contrapeso para las nuevas energías que suscita la renovación perenne de las cosas; y gracias si no se petrifican, como ahora lo están entre nosotros, no por ley invencible, sino por esa parálisis morbosa que ha sufrido nuestro desenvolvimiento nacional.»

Y hoy, a los catorce años, como respuesta a lo que entonces se escribió, el ministro de Fomento nos facilita el siguiente dato estadístico, que nos llena de vergüenza y oprobio. Son los sueldos de los maestros en España, y el número de Escuelas que existen en la actualidad:

 
Hasta 100 pesetas al año
De 100 a 150 ídem
De 150 a 200 íd.
De 200 a 275 íd.
De 275 a 300 íd.
De 300 a 350 íd.
De 350 a 400 íd.
De 400 a 417 íd.
De 417 a 450 íd.
De 450 a 500 íd.
De 500 a 550 íd.
De 550 a 600 íd.
De 600 a 700 íd.
De 700 a 825 íd.
De 825 a 1.000 íd.
De 1.000 a 1.500 íd.
De 1.500 a 3.000 íd.
Total escuelas
Escuelas
434
789
162
2.584
610
194
1.003
296
648
981
55
597
5.683
4.499
38
3.110
971
22.654

Después de lo anterior, preguntamos: ¿Será una gran obra llena del más sublime altruismo y merecedora de todos los respetos el mejorar, dotando con una Escuela modelo nuestro tristísimo y vergonzoso sistema de instrucción? Y nosotros, que hemos visitado y conocemos esa Escuela moderna, su funcionamiento y sus frutos, señalamos a esos gobiernos que, por sus punibles descuidos, la nación aborrece a todos iguales, y con igual fuerza, la Institución Libre de Enseñanza como modelo de Escuela del porvenir.

* * *

A la hora del recreo
A la hora del recreo.

Se debe la fundación de este Instituto, en el año 76, al esfuerzo de varios catedráticos, separados de sus clases a consecuencia de su protesta contra los decretos de Instrucción pública de 1875, y con el sólo concurso de la acción particular, es una Corporación privada , sin subvención oficial alguna y «completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica, o partido político».

En armonía con su origen, comenzó por ser un Centro de estudios universitarios, a que se unieron, como base, los de segunda enseñanza; mas la experiencia, adquirida a poco, de los obstáculos con que lucha en nuestro país la educación general, puso de manifiesto la exigencia de una reforma profunda, que no podía cimentarse sino en la Escuela primaria. Creóse, pues, en 1878 una Escuela inspirada en las ideas pedagógicas modernas, y con éxito tan evidente, que ese ensayo fue el origen de una larga serie de innovaciones, con objeto de extender a la segunda enseñanza iguales beneficios y de infundir en la superior, andando el tiempo, principios más racionales y más homogéneos con los de ambas.

Componen la junta directiva del Instituto:

Presidente. Excmo. Sr. D. Segismundo Moret.
Consiliarios. Ilmo. Sr. D. Gumersindo de Azcárate.
Excmo. Sr. D. Juan de Morales y Serrano.
Ilmo. Sr. D. Agustín Sardá y Llavería.
Ilmo. Sr. D. José M. Piernas y Hurtado.
D. Román Loredo.
D. José Manuel Pedregal.
Secretario. D. Germán Flórez Llamas.

La Junta facultativa la componen:

Rector. D. Rafael María de Labra.
Vicerrector. D. Gumersindo de Azcárate.
Director del Boletín. D. Ricardo Rubio.
Secretario. Doña Isabel Sama.

Los profesores encargados de la enseñanza son entre otros:

Sres. Blanco, Cossío, Flórez, Giner, Ontañón, Rubio, Jiménez, Jiménez de la Espada, Rego, Vaca, Navarro, Gutiérrez y Marchante, y señoras Laharro y Luna.

Casi todos prestan sus servicios sin retribución alguna; sino que muchos de ellos, a fin de completar su preparación y mantenerse en la corriente de la cultura europea, emprenden frecuentes viajes al extranjero, exclusivamente a sus expensas.

* * *

Frontón de alumnos
Frontón de alumnos.

Lector, visita, si eres amante de las obras meritísimas, del progreso de la enseñanza, de la virtud, el Instituto que hoy nos ocupa. Un tranvía te llevará hasta su misma puerta, en el paseo del Obelisco, y allí, en medio de la calle, pasa tus ojos por una y otra casa hasta que tu vista encuentre la más limpia, la más agradable, la más modesta... Entra a un anchuroso zaguán, después a un bello jardín matizado de azur, desde donde ya se oye, y turba aquella calma nítida, la voz del estudiante que contesta al maestro, y si eres curioso, asoma tus ojos también por una ventana, de las muchas que rodean aquel jardín de zócalos de yedra, y presenciará espectáculo nunca visto: una escuela bien oliente, limpia, higiénica, ordenada, de niños y niñas. Allí, en los mismos bancos, escuchando idéntica lección, todos atentos, a las palabras del profesor que explica Moral, Historia, Geografía, idiomas o ciencias, se confunden los dos sexos; y ni el más leve ruido, ni la menor muestra de cansancio, ni falta de respeto ni educación tampoco verán tus ojos en aquellos coloradotes y hermosos chicos; los unos hijos de Sorolla, los otros de Dicenta, &c., &c.; de todos los amantes padres que algo conocen y quieren remediar particularmente la descuidada educación que proporciona nuestro Estado.

Y el ilustre Cossío –de quien ya habréis leído, unidas con las de Giner, las merecidas alabanzas que en uno de sus mejores discursos le ha prodigado en el Congreso otro catedrático a la moderna –Melquiades Álvarez–, os dirá cómo en ese Instituto se aprenden todas las enseñanzas, hasta la superior y moral, que los discípulos, ya hombres de provecho, acuden como a un santuario a recibir, semanalmente, en la Escuela, para ellos la antigua madre que les transformó en seres útiles a su país; y esta unión de hombres buenos constituye la Corporación de antiguos alumnos que estrecha los lazos de amistad y compañerismo, manteniendo más vivo el sentido de aquella casa.

Y Cossío, y Giner, y todos los doctísimos profesores, os explicarán con amabilidad suma su método de enseñanza claro, práctico e higiénico.

Se muestran esperanzados –y tímidamente llegarán hasta confesaros que en la Escuela aumenta todos los años el número de alumnos.

—¿En muchos millares?– preguntaréis con entusiasmo.

Pero lector civilizado, ya me figuro tu asombro y la cara de tristeza que vas a poner cuando, como a mí, te contesten aquellos maestros que el ingreso es lento, muy pobre, y que no pasa, en fin, de unas modestísimas docenas de muchachos al año.

Manuel Carretero.
Fotografías Franzen.

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