Alma Española
Madrid, 27 de diciembre de 1903
Año I, número 8
páginas 7-8

Desde mi celda
Filosofemos

Vengo de dar un paseo por la huerta de Valencia. La tarde es apacible, risueñamente melancólica; el cielo es grisáceo, y en el horizonte se extiende una faja amarillenta, de un amarillo pajizo. Entro en un café, pido periódicos de Madrid, y, entre varios, me dan el último número de La Crítica, en el cual leo un artículo titulado Los primos de Nietzsche, firmado por José Cuartero. ¡Qué salto! ¡De la poesía crepuscular de la huerta, a la prosa descoyuntada de José Cuartero! ¿Ha leído este señor al poeta alemán? Me figuro que no. Pero ante todo, sepamos qué entiende el Sr. Cuartero por locura. Según él, no son los hombres de talento los más propensos a la demencia, sino los tontos. El Sr. Cuartero va para loco... Los tontos –dice– «son cerebros incapaces para la función sencilla y ordinaria de la inteligencia». La inteligencia, ¿función sencilla? ¡Si es de lo más complejo y laberíntico! Lea el Sr. Cuartero el famoso libro de Taine, De L’intelligence, si no me cree, o Le cerveau et ses fonctions, del doctor Louys. Lea también L’nomo di genio, de Lombroso. Swift murió loco. Maupassant murió loco. Gerardo de Nerval murió loco... ¿Fueron tontos acaso? Entre el genio y la locura hay una intimidad misteriosa. ¿No se ha dicho que el genio es una neurosis?

«Detrás de los tontos van los sabios (hombre, no, será al revés) en la cuenta de los que enloquecen por desorden intelectual (claro, como que la locura es un desorden) por surmenage.» –El Sr. Cuartero confunde el surmenage –que quiere decir exceso de trabajo– con el desorden mental. Son contados los sabios que se vuelven locos. ¿Y qué es un sabio? «El que tiene afán de saber » –dice Cuartero–. Hombre, no. El que tiene afán de saber no es un sabio, sino el que sabe, sin perjuicio de seguir aprendiendo.

Augusto Comte fue un filósofo y un sabio, en el sentido que se da a la palabra savant entre los franceses. Se volvió loco, aunque pasajeramente, no por surmenage, sino por otra causa.

El exceso de trabajo mental no vuelve loco a nadie. Prueba de ello es que un Taine, un Spencer, un Littré, un Darwin, un Momsen, un Renan y otros mil no se volvieron locos, y cuidado si estudiaron. El exceso de trabajo –cualquiera que sea su índole– fatiga, produce un envenenamiento de la sangre, según las observaciones del doctor Mosso. Por lo común, el que pierde la razón es porque tiene gérmenes vesánicos.

«A Nietzsche –dice Cuartero– lo enloqueció la filosofía.» –¡Cá! La locura del pensador alemán, según unos, fue adquirida, no recuerdo bien, si en una campaña militar, y, según otros, hereditaria. No quiero decir con esto que la locura se transmite directamente. De un alcohólico y de una histérica puede nacer un loco. –«El genio no enloquece jamás»– añade enfáticamente el Sr. Cuartero. ¿Que no? Lea, lea el Sr. Cuartero El hombre de genio, de Lombroso, y la Psychologié morbide, de Moreau (de Tours). –«Elabora su producción tan fácilmente como discurre sus gacetillas un reporter de los que escriben.»

Según y conforme. Hay genios fáciles y laboriosos. Flaubert era de los segundos. Empleó seis años en escribir Madame Bovary.

* * *

Nietzsche no fue, en rigor, un filósofo; fue más bien un pensador doublé de un poeta. Carecía de método y de unidad. Por eso no se le puede leer sino fragmentariamente. A veces produce vértigos por sus contradicciones, por sus negaciones rotundas, por su falta de lógica. Por lo que toca a la moral, es, como Stirner, su maestro, un neo-cínico.

Su egotismo, sobre patológíco, es inadmisible. El hombre, por grande y fuerte que sea, no puede vivir aislado. El mismo incendio muere cuando se le aísla. Hasta los ladrones y los bandoleros necesitan asociarse.

La teoría de Nietzsche del superhombre está en contradicción con los hechos. El superhombre es un fantasma. No suelen ser los más aptos, dígase los más fuertes, los que triunfan siempre, y Vaccaro casi lo demuestra en un libro reciente. El huracán derriba los árboles corpulentos y deja en pie al arbusto; en las guerras los más valientes son los que mueren primero; a los más inteligentes, cultos y audaces se les suele hacer una guerra implacable. En la lucha por la vida vencen los más adaptables. Si apareciese un superhombre es fácil que le pasara lo que a Cristo...

La teoría ética de Nietzsche la ha refutado vigorosamente Nordau en su Degeneración. Tal vez lo más hermoso de Nietzsche sea su libro sobre El origen de la tragedia. Lo demás es muy sugestivo, pero a la vez caótico, sueños de un gran poeta enfermo, incoherencias de un cerebro que se sumerge en la sombra.

Aquí, en Valencia, con este sol, me sería imposible soportar una página de Nietzsche; en cambio, en París, en días grises, le leo con deleite. Es un filósofo de invierno, para leído en momentos de mal humor, de misantropía, bajo un cielo brumoso. Aunque predica la fuerza y combate la piedad, no puede menos de inspirar una gran tristeza. ¡Pobre! En sus últimos días exclamaba: ¡Mutter ich bin dumm!.. (¡madre, estoy idiota!)

Fray Candil
[Emilio Bobadilla]

<<< >>>

www.filosofia.org Proyecto filosofía en español
© 2001 www.filosofia.org
Alma Española 1900-1909
Hemeroteca