Alma Española
Madrid, 27 de diciembre de 1903
Año I, número 8
página 11

Los libros
[Urbano González Serrano]

La casa Henrich, de Barcelona, acaba de publicar un nuevo libro de González Serrano: La literatura del día. González Serrano procede del antiguo krausismo; pero del krausismo ha guardado ante todo la circunspección ante los enigmas filosóficos, la escrupulosidad, la honradez, la sinceridad. Tal vez no haya a la hora presente un pensador tan leal y tan escrupuloso como González Serrano; sus libros no son reflejo de ésta o la otra pasión, sino producto de una observación desinteresada, compleja y multiforme. Y esta complejidad es la característica de González Serrano. El ilustre escritor observa los hechos y las ideas en todas sus fases, anota todos sus matices, examina el contra y el pro de las cosas, logra, en fin, poner en sus páginas sutiles el derecho y el revés de la trama de los fenómenos. ¿Puede espíritu tal marcar una norma de vida? De ningún modo; los directores, los moralistas, los estéticos, son siempre hombres de un solo libro, rectilíneos, unilaterales, audaces, decididos. «La irresolución es más dañosa que la mala ejecución» –dice Gracián. Y González Serrano ha conservado también de su antigua filosofía esta nota de irresolución (que aún se observa en los hombres de la Institución Libre de Enseñanza); y por eso esto sus libros, penetrantes y complicados, nos dejan un agridulce sabor de escepticismo.

Dos palabras queremos decir también de otra publicación reciente del insigne pensador. Nos referimos a su biografía de Salmerón. ¿Nos permitirá González Serrano que nosotros expongamos lealmente nuestras objeciones a su hermoso trabajo? Para nosotros Salmerón no es un filósofo, y menos un filósofo original. Un filósofo es un pensador que ha construido un sistema propio (como Aristóteles, Spinosa o Descartes), o bien, en otro sentido, un hombre que, sin tener un sistema, ha examinado las cosas, las ideas y los hombres a una luz nueva y original (como Montaigne o Emerson). «Donde hay un hombre –dice Balmes– que piensa sobre un objeto inquiriendo su naturaleza, sus relaciones, su fin, allí hay un filósofo.»

Y ¿qué sistema ha construido Salmerón, o qué originales observaciones nos ha presentado sobre las cosas y sus relaciones? ¿Dónde están su Ética, como la de Spinosa, o su Discurso del método, como el de Descartes, o sus Ensayos, como los de Montaigne?

González Serrano nos asegura que Salmerón «tiene una originalidad», y luego nos dice que esta originalidad consiste en «su doctrina de la inmanencia», en «su concepción unitaria (monista) del mundo», en «su idea de que sujeto y objeto son desdoblamiento de una misma realidad», en «su concepto plástico del medio como nexo, siempre en evolución, de los términos opuestos (sujeto y objeto)».

Esta es la originalidad de Salmerón. Ante todo, la inmanencia y la concepción unitaria; es decir, el panteísmo, ¿quién no ve que son tan antiguas como la teología de los Vedas?

Después, la idea de que el sujeto y el objeto son desdoblamiento de una misma realidad, ¿no es cosa que ya dejaron bien sentada, aunque sin el aparato científico moderno, los filósofos griegos? Y, por último, su concepto plástico del medio, ¿no lo conoce quien haya leído a Montesquieu y a Taine?

No tome nuestro ilustre amigo González Serrano estas observaciones como muestras de hostilidad hacia su obra; mírelas como corteses reparos que nuestra reflexión nos sugiere. Porque le queremos y admiramos, usamos con él de estas sinceridades.

J. M. R.
[José Martínez Ruiz]

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