Alma Española
Madrid, 24 de enero de 1904
Año II, número 12
página 6

Juan Maragall
Alma catalana
La nueva Cataluña. Alegoría de Agustín Querol
La nueva Cataluña.
Alegoría del genial escultor Agustín Querol.

El alma de un pueblo es el alma universal que brota al través de un suelo. El alma catalana es pirenaica- mediterránea: los adustos Pirineos descienden en pétreo oleaje apaciguándose a medida que se aproximan al dulce mar latino, de claro horizonte: en el horizonte del mar hay las claridades de Italia, de Grecia. El alma catalana es adusta y clara.

La tierra catalana es dura, pero agradecida: así sus hijos aprenden a trabajarla por necesidad, y son estimulados por la recompensa: son acostumbrados al triunfo por el trabajo. Así su trabajo es alegre; trabajan cantando, y trabajando y cantando descienden al mar que les atrae con la promesa de nuevos triunfos y el eco de nuevos cantos. Así los catalanes son rudos y expansivos a un tiempo, porque aman la tierra y el mar; y hábiles para enriquecer el producto de la tierra propia y lo que el mar les trae de las aguas, y no saben servir ni mandar porque todos se sienten iguales para el triunfo por el trabajo directo; y cada uno se siente libre y siente libres a los demás, y todos orgullosos de su libertad, y tan celosos de ella, que repugnan cederla aun para la organización social, porque creyendo bastarse cada uno a sí mismo, no la sienten necesaria. Satisfacen mejor su sociabilidad donde menos atados se sienten por ella. Dentro de cada catalán hay un anarquista.

Son trabajadores esperanzados, y por esto poco contemplativos: si descansando miran al cielo, ven en el cielo un bello descanso extendido sobre el trabajo de la tierra, y no suelen preguntar qué hay más allá de las estrellas. Así su piedad es serena y confiada: confían en ese algo bueno que resplandece claramente en la tierra como en el cielo, y lo aman en proporción del bienestar íntimo que les procura; gustan de comprender hasta donde pueden comprender claramente, pero lo incomprensible no les atormenta: no son ambiciosos de lo absoluto. Suelen reír de lo que no entienden.

El catalán siente su alma, pero no siente el peso de su alma: y por esto le interesa más su historia que su filosofía, y ama su lengua más aún que su historia. De las artes goza sobre todas la música y el teatro, porque son directas, y no cabe engaño en ellas.

En todo es franco, y quiere franqueza. Es pronto en sus afectos, no los extrema: ni traidor, ni mártir. Su amor más constante es el de su libertad. La ha aprendido del mar y de las cimas de los montes.

He aquí el alma catalana: libertad.

Juan Maragall

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