Alma Española
Madrid, 31 de enero de 1904
Año II, número 13
páginas 4-5

J. Jorge Vinaixa
El centenario del «Quijote»
Una idea

En la novelesca vida de Miguel de Cervantes, tan castigada por la adversidad, existe una etapa, su cautiverio en Argel, que con haber sido la más dura y abnegada, resulta a la vez la más interesante y amena por la diversidad de aventuras que comprende.

La actual colonia francesa que, como Méjico un día, mereció por su florecimiento ser denominado por nosotros la Nueva España, ha logrado de la nación vecina el título de Nueva Francia, guarda en sus tierras recuerdos imperecederos del autor del Quijote.

En Argel sufrió Cervantes largo y penoso cautiverio, que si le hizo víctima de grandes sufrimientos, puso también a prueba su alma templada para la lucha y abierta a la generosidad, y en Orán peleó como soldado valeroso y decidido.

Argel evoca el recuerdo del inmortal ingenio, y visitar aquella ciudad, siendo español, y no ir a la cueva donde Cervantes y varios compañeros suyos buscaron refugio algún tiempo en espera de la codiciada libertad, es falta que sólo pueden disculpar la ignorancia o la carencia de amor a las glorias patrias.

Yo, como la mayoría de los españoles que han visitado Argel, he ido a rendir homenaje a Cervantes en la histórica cueva, y en sus reducidos ámbitos y a la pálida claridad del sol poniente, leyendo las Peregrinas aventuras del hidalgo manchego, ha resurgido en mi imaginación la figura del heroico soldado que en Levanto ganó con su espada fama para la historia, y en la cárcel de un lugarejo conquistó con su pluma gloria imperecedera para su patria.

Y al abandonar, tal vez para siempre, aquel paraje, quise llevar conmigo el recuerdo de Cervantes, obteniendo la fotografía que acompaña estas líneas, y que demuestra que el decoro de España ha quedado a salvo, merced al patriotismo de algunos españoles residentes en Argel.

Pero lo hecho no basta: precisa que la atención oficial coopere a la obra realizada por la iniciativa de nuestros entusiastas compatriotas.

La cueva de Cervantes está amenazada con la desaparición, hundida por los estragos del tiempo o arrasada, por la piqueta de la urbanización.

El gobierno español puede evitar esta desgracia a costa de poco dinero.

El dueño actual de la cueva es un señor francés que, si está orgulloso del recuerdo que las circunstancias le han confiado, no parece hallarse dispuesto a perjudicar sus intereses con la posesión de un terreno tan glorioso como poco productivo.

Argel, cada día más, prospera, aumenta sin cesar en habitantes, y la necesidad le obliga a nuevas edificaciones y a mayor esparcimiento de territorio habitado, y la cueva, que hace pocos años se hallaba en paraje distante más de dos kilómetros de la población, se encuentra hoy cerca de ésta y comprendida en la línea de un plan de ensanche aprobado por el Consejo municipal argelino y que no tardará en llevarse a la práctica.

Si tal sucede, es de temer que el dueño de la cueva la derribe para aprovechar su suelo como solar edificable. La honra de España está interesada en hacer suya la cueva cervantina, y el empeño es de tan fácil logro, primero: porque el dueño de ella es casi seguro que la cedería a nuestro Gobierno, y segundo: porque el coste no sería grande.

En opinión de españoles residentes en Argel, la cueva podría adquirirse por unos 4.000 francos, y con 1.000 más que se emplearan en obras de afianzamiento, poseería España este recuerdo perpetuando la memoria de Cervantes en aquel lugar.

Acordado ya que el centenario del Quijote tenga carácter oficial, ¿qué mejor tributo podría rendirse al autor de aquel gran libro?

¿Qué mayor honra podría caber a España que la de hacer español el paraje donde el más ilustre de sus hijos estuvo oculto en días que, por lo aciagos, amenazaron privarle de su vida y con ella privar a su país de la más famosa de sus obras?

Lanzo esta idea en ALMA ESPAÑOLA, periódico que justifica su título, recogiendo las sanas aspiraciones que laten en el pecho de los que formamos este pueblo tan glorioso como desgraciado.

El cerebro y el alma española personificó a la vez Cervantes; pues si su numen supo crear un libro de fama universal e imperecedera, a la vez que eminentemente español, su esfuerzo supo defender por mar y por tierra a la patria, entonces tan grande y tan honrada, como hoy tan pequeña y escarnecida.

La garra demoledora de los snobistas, que para enaltecer lo presente cree que debe achicarse lo pasado, no conseguirá amenguar la obra de Cervantes, pues el tiempo sólo puede contribuir a avalorarla.

Mas como no entra en mi ánimo el defender lo que no necesita de defensa, dejo aparte disquisiciones contrarias a mi propósito, y a lo dicho sólo añadiré que Francia, pueblo que sabe honrar el pasado, aunque no le pertenezca, guarda en Orán el recuerdo de la dominación española, dándole a la ciudad por escudo nuestras armas y conservando con esmero un hermoso monumento, la Puerta de España, mandada edificar por el cardenal conquistador Ximénez de Cisneros.

Ejemplo es este digno de ser imitado, y que invita a España a que no eche en olvido los recuerdos de las glorias esparcidas por sus hijos en tiempos más venturosos para nuestra nación.

De desear, pues, sería, que la modesta idea que apunto no cayera en el olvido, y que el ilustre Cávia, padre de toda iniciativa gloriosa para el nombre español, y otros escritores de no menos valía y aliento, la patrocinen, difundiéndola con su pluma y convirtiéndola en realidad con su influencia.

§ § §

Como trabajo complementario, añadiré a lo escrito los siguientes datos:

Durante muchos años se dio equivocadamente el nombre de gruta de Cervantes al abrigo situado a orillas del mar entre San Eugenio y Punta Pescada. Mas hace unos veinte, debido en gran parte a los trabajos del periodista español D. Carlos Amer, que fue mi amigo, y al que es justo rendir este recuerdo póstumo, se encontraron datos y textos precisos que no dejan ya la menor duda acerca de la autenticidad de la cueva donde se refugiaron Cervantes y varios compañeros suyos de cautiverio.

Dicha cueva está, situada en el Sur de Argel, en la falda de la colina de Hamma, no lejos del Jardín de Essaú, en un sitio de los más pintorescos del lugar, conocido por Mustapha Interior.

En la derecha de la puerta se halla colocada una lápida con la inscripción siguiente:

«CUEVA REFUGIO QUE FUÉ DEL AUTOR
DEL «QUIJOTE» EN EL AÑO 1577.
Recuerdo que a su memoria dedicaron el
almirante, jefes y oficiales de una escuadra
española a su paso por Argel, siendo cónsul
el marqués de González.

AÑO 1887.»

Dentro de la cueva, y en el pedestal que ostenta el busto de mármol de Cervantes, se lee esta inscripción:

«Aquí, según se cree, buscó asilo, con otros
trece compañeros, Cervantes, el inmortal
autor del
Quijote, al intentar libertarse del
cautiverio de los piratas argelinos.
La colonia española y sus otros admiradores
de Argel erigen este sencillo recuerdo como
tributo de admiración a tan insigne escritor,
siendo cónsul de España D. Antonio Alcalá
Galiano, en 1894.»

J. Jorge Vinaixa.
Valencia, Enero de 1904.

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