Filosofía en español 
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La cuestión del cinematógrafo y la de la moral de la calle

[ José María López Picó ]

Contestación al cuestionario sobre la moral del Cinematógrafo

A. No se trata, creo yo, de acabar con los espectáculos de Cinematógrafo. Una campaña en este sentido sería de propaganda mas que de descrédito.

En lo que todos debemos laborar, es en reintegrar al Cinematógrafo los límites de espectáculo secundario que le corresponden.

El peligro está en la afición desmesurada que le va tomando nuestra gente. Conozco en Barcelona barrios enteros sugestionados por el Cinema. Y no precisamente por lo que puede asignársele de valor, de información, sino por el conjunto malsano de literatura gráfica excitante que contiene.

Dícese que el resultado moralizador del Cinematógrafo en Bélgica ha sido excelente, por cuanto ha alejado de la taberna millares de obreros. Entre nosotros, el resultado ha sido bien distinto: alejar al obrero de la tradicional comunidad familiar y alejar la menestralía y aún a la clase alta del teatro. Sin contar todas las desviaciones del sentido moral de que debemos acusarle.

Es lamentable que haya llegado a constituirse en nuestra ciudad un núcleo de técnicos y eruditos del Cinematógrafo. Esta invasión del espectáculo es bochornosa. Bien estaría si se redujese a curiosidad de arrabal como la pantomima por ejemplo.

No vacilo en pedir para los espectáculos de Cinematógrafo una censura previa que abarcase ampliamente todo un contenido, desde el punto de vista moral hasta el estético. No sería inoportuna una rigurosa intervención restrictiva en cuanto se refiere a los carteles anunciadores que perturban nuestros ojos y a las leyendas de las películas que faltan a toda ley de gramática y de buen gusto.

Reducido a sus proporciones verdaderas el espectáculo y admitida la censura, no era necesario alejar a nadie del Cinematógrafo. Quedarían suprimidas las innobles películas de importación alemana y resultarían favorecidas como un mal menor, naturalmente las de importación norteamericana que suplen la literatura de aventuras y viajes en un país como el nuestro en que se lee poco y desastrosamente. Si no se hubiese descuidado la educación sportiva, y sintiéramos con fervor religioso nacional el Teatro, no constituiría el Cinematógrafo peligro alguno.

Al sport y al Teatro debemos aplicar nuestra vocación. Con el sport, conseguiremos acallar por la fatiga, la obsesión sexual de nuestras masas cultas o incultas. ¡Cuanto más eficaz hubiera sido la labor de tantos centros catequizantes e instructivos si hubiesen preparado los fundamentos del contenido moral con una sólida y desbordante alegría física, con un fuerte equilibrio corporal!

Con el Teatro podemos conseguir el desarrollo del espíritu colectivo tan deprimido en nuestra tierra. A condición de que olvidemos esta pseudo poesía dramática tan en boga y tan equívoca como la pintura de género que falseó la historia, y evitemos el Teatrito local y el género chico que nos invaden convirtiéndonos en turistas dentro de nuestra propia tierra.

Espíritus cultivados no ocultan sus preferencias por la lectura antes que la visión activa del teatro actual. Es ésta una señal evidentísima de la decadencia dramática que debemos también evitar con ahínco. Es al verdadero Teatro al que debemos volver, a los antiguos y a Shakespeare. La acción de una Asociación Shakesperiana ejercida paralelamente a la acción de nuestros clubs de tennis y de foot ball, sería eficacísima. No puede existir delicadeza espiritual en quienes desdeñan el cultivo de su propio cuerpo. Intensifiquemos los ejercicios corporales por convicción de belleza y de higiene, pero sobre todo, por convicción de moralidad.

B. Todo lo que sea limpiar de asquerosidades nuestras calles será embellecerlas.

Y no seremos dignos del título de ciudadanía, hasta que velemos constantemente por el decoro de nuestra ciudad.

El contenido de este segundo apartado de la encuesta de Cataluña, debería avergonzarnos a todos.

¿Es posible que no estén resueltos en Barcelona los problemas que en dichas preguntas se insinúan? Por el honor de mi ciudad, quisiera no creerlo.

J. M. López Picó.