Filosofía en español 
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El caso León Trotzky

Para terminar

La detención del súbdito ruso León Trotzky, de que dimos noticia, tuvo la consecuencia de nuestro suelto de anoche, en el cual recogíamos el telegrama que dicho individuo nos dirige desde Córdoba, a su paso para Cádiz, adonde ha sido conducido por dos agentes de Policía.

Nosotros respetamos los derechos de todos los ciudadanos nacionales y extranjeros, y en este caso no hemos faltado a ese criterio, pues no hemos dicho de León Trotzky sino lo que nos constaba ser cierto y lo que sabíamos no podría sufrir rectificación.

No insistiríamos sobre el asunto si El Socialista no viniera a corroborar las sospechas que teníamos sobre el misterioso sujeto ruso. Dicho periódico publica anteanoche unas declaraciones de Trotzky, de las cuales entresacamos los siguientes párrafos:

«La Policía francesa (nótese que digo la Policía y no me refiero al Gobierno francés, que acaso sea extraño a esto) ha querido expulsarme de Francia y echarme precisamente a España, haciendo lo imposible para que no pudiera entrar en Suiza.

Los dos inspectores que me condujeron a España me dijeron, sin haberles preguntado nada: «Puede usted estar tranquilo, que no le entregaremos a la Policía española.» A lo cual no pude menos de responder: «¡Ya! Porque tienen ustedes la seguridad de que ella me encontrará en seguida.» Tenía yo sospechas de que luego hablaré.

Ahora me hallo detenido en Madrid.

Se me detuvo «por adelantado», basándose en las informaciones enviadas por la Policía francesa, por la que se propuso a toda costa que yo cayera en manos de la Policía española.

La iniciativa de todas estas persecuciones contra mí pertenece a la Embajada rusa en París. El odio de la Embajada contra mí era muy activo. Se han propalado rumores de que el periódico estaba sostenido por... el Rey de Prusia. Pero nuestros ataques contra el imperialismo alemán y contra la mayoría socialista eran bastante claros y elocuentes para limpiarnos de toda sospecha.

Pero desde que el Gobierno ruso envió soldados de nuestro país al frente francés, la actitud de la Embajada respecto de los refugiados rusos se hizo más violenta. Ha logrado lo que quería: nuestro periódico ha sido prohibido, y yo he sido entregado a la Policía española.

Sería desconocer a la Policía rusa suponer que con este resultado se da por satisfecha. No; lo que quiere es que yo caiga en sus manos.

La organización de la Policía del Zar es mucho mejor que la de su Ejército. Los cónsules rusos gastan cantidades enormes para tener a su servicio policías franceses, ingleses y... de los países que les hagan falta.

Me quieren poner en la frontera. Pero la frontera de tierra está excluida, porque es Francia de donde me han arrojado. Queda la frontera marítima, y si me obligan a embarcar, hay que tener presente que en el Mediterráneo, como en el Atlántico, hay barcos de guerra rusos, que pueden detener al que me transporte, pueden entonces detenerme a mí y lograr de esa manera sus propósitos.»

*

Estas manifestaciones de León Trotzky son la mejor confirmación de que nosotros no hemos juzgado ligeramente a ese individuo. Nos limitamos, al dar la noticia de su detención, a consignar nuestros recelos sobre el hecho de que anduviera libremente por España un sujeto expulsado de Rusia, de Francia, naciones que son --según nuestros elementos radicales-- templos de todas las libertades y aras de todos los derechos del hombre.

Hoy, esas palabras de Trotzky nos afirman en nuestra opinión. No tenemos por qué indagar quién es ese individuo, ni nos metemos a juzgarle. Mucho menos hemos de echar cargos sobre él. Lo que decimos, insistiendo en lo ya dicho, es que no hay razón que abone la permanencia libre en España de sujetos expulsados de otros países y a los cuales en los otros países se les niegan los derechos que tienen los demás ciudadanos.

Y queda terminado este incidente.