Filosofía en español 
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Cinematografía

[ Ángel Dant ]

Desde París

Mi defensa del cinematógrafo como “Arte Bella”

Para Ferrer Bittini

En una de mis pasadas crónicas en El Sol, hablando del “cine” del porvenir, decía: «Cuando el ingenio del hombre haya sabido desarrollar y aprovechar la potente fuerza, la formidable emotividad que un “film” es capaz de proporcionarnos, veremos en el “écran” obras verdaderamente admirables, ciclos artísticos grandes, bellos y fantásticos, creando así, nos atrevemos a decir, una nueva “Arte Bella”.»

Esta afirmación me ha valido el recibo de una carta, en la cual, aparte las críticas a mis palabras, se ataca al cinematógrafo, tratándolo de “arte de barraca”. Y como se me desafía y se me instiga para demostrar que el “cine” puede llegar a ser una “Arte Bella”, yo, ferviente convencido del “cine” del porvenir, “subo” a la tribuna, y ante los incrédulos, los –podríamos decir– ignorantes de lo que verdaderamente será el “écran” de mañana, “pronuncio” mi filípica cinematográfica:

«Señores: Error crasísimo si creéis haber contemplado hasta hoy el “Cine” (así, en mayúscula). Hasta hoy, el hombre no ha dado más que acertadas producciones; pero nada más. ¿Por qué?

Porque ante la gran cantidad de artísticos elementos que tiene al alcance de su mano, no ha sabido aprovechar uno solo, durmiendo en un soporífero sueño de rutina y de ignorancia.

¿Cuáles son estos elementos que deben coadyuvar al “cine” del porvenir?

1.º La música. Pasar una película sin acompañamiento de una orquesta es contemplar una cosa fría, sin alma. Acompañar un “film” con una música cualquiera es prestarle un alma falsa, artificial.

Pero el día que un escritor-artista de “films” colabore con el músico de “films” que “adapte” su creación musical, sus motivos, su cadencia, expresamente para cada momento de la escena que se desarrolle en la pantalla, ¿quién se atreverá a negar la fuerza emotiva de la música, hecha plástica por el “cine”? ¿Qué motivo más viviente que un “film” para encarnar la fantasía de un músico? ¿En dónde puede encontrar el compositor un poema más real, mas comprensible para el gran público, que en una artística película? ¿No os imagináis una grandiosa escena de conjunto, unos labradores, por ejemplo, al dirigirse al trabajo fecundador de la madre Tierra, que nos alimenta, acompañada por un coro formidable, que nos “cantaría” doblemente la belleza del trabajo y la eternidad humana del esfuerzo del hombre para el pan de cada día?

¿Y el “Orfeón cinematográfico”, la futura entidad musical que ilustrará sus conciertos con “films” hechos expresamente para sus audiciones? El “cine” “interpretando” una sonata de Beethoven, ¿habrá nada más bello que programa musical desarrollado de tal manera? Si hoy pululan por el mundo esta formidable colección de cuplets y de canciones, que representan un esfuerzo de colaboración entre el músico, el poeta y el editor, ¿por qué –pregunto yo– no puede nacer el esfuerzo del poeta-músico con el “cinematografista”? ¿Por qué el editor musical no ha de poderse convertir en editor músico-cinematográfico? Veamos por qué.

2.º La técnica del “cine”. Si el cinematógrafo que acabo de “presentaros” no existe aún, es justamente porque la técnica del mismo no se ha industrializado en grado de perfección. El día que sea tan fácilmente asequible y prácticamente fácil la instalación de un “cine” en el hogar, como lo son la máquina fotográfica y la linterna de vistas fijas, el público adquirirá una “crono” de proyección como hoy adquiere una pianola, una Kodak, un gramófono. Que el industrial le dé facilidades de adquisición, y el repertorio cinema musical será un hecho.

Pero hay aún otra técnica, que es preciso perfeccionar ante todo: la del “cine” público. El perfeccionamiento de esta técnica afirmará definitivamente la creación del “cine” como “Arte Bella”.

Imaginaros aún una película con el relieve de estereóscopo, con el color directo de la imagen en la naturaleza, con la aplicación óptica del gran angular en la instantánea; es decir, que podamos, por fin, contemplar un interior con su techumbre, sin vernos condenados, como hasta hoy, a presenciar salones “decapitados”, sin poder disfrutar de la visión de un interior tal como se ve en la realidad. Y cuando la gradación de luz en el teatro-galería de “films” nos permita efectos de tonalidad no adquiridos todavía, ¿quién será capaz de negar la espléndida belleza de un crepúsculo “modelado” por un “lied”, mientras un coro entonará a lo lejos un canto apropiado?

3.º La voz humana. ¿Creéis vosotros –aficionados al “cine”– que el vulgar letrero que interrumpe la visión de la pantalla, que pasa vertiginoso, forzando nuestra atención, debe ser ya algo definitivo? El letrero en el “cine” del porvenir desaparecerá. Porque la voz humana posee una fuerza emotiva tan grande como la música. Como ella, es sonora; como ella, nos conmueve. Y cuando al músico y al escritor se le añade la colaboración del actor-cantor de un “film” que vaya recitando en trozo adecuados cantos poemáticos escritos “ad hoc”; cuando el actor y la actriz nos interpreten aún la imagen de la pantalla, explicándonos literariamente lo que el “film” ya expresa de por sí, entonces nuestra visión cinematográfica no se nos presentará interrumpida, truncada actualmente un solo momento. ¡Cuántos “cómicos de la legua”, actores malos, no podrían ser “recitadores” admirables, creando así una nueva especie de “actores cinematográficos”!

4.º Asunto de un “film”. Naturalmente que en mi visión del “cine” del porvenir, el asunto es base fundamental de perfeccionamiento. No más bandidos; se acabaron las aventuras sin lógica, embrutecedoras propagandistas del mal gusto y la ignorancia.

El “film” será una obra literaria, un trozo de historia, una página de arte, en fin. En él, todo será emoción sana, refinamiento, instrucción y buen gusto. El director de un estudio deberá forzosamente ser un artista y un literato a la vez, así como un comerciante al mismo tiempo, pues no hay que olvidar lo fundamental del “cine” como industria-negocio. Es a la perspicacia de tal creador el saber escoger su tema para lograr el interés del público.

¿Podréis rebatirme diciéndome por qué el público no se interesaría apasionadamente ante una “Serie de grandes pasiones”, por ejemplo? Acudamos sencillamente a la Historia para producir tamaña serie.

Busquemos en ella aún, para producir una serie romántica –tema siempre de éxito seguro–, “Amores célebres”. Continuemos buscando, y nos será dado crear otra serie apasionante: “La mujer en el Estado”, y veréis cómo en masa acuden al “cine” los espectadores para ver cómo y de qué manera la mujer influyó en la vida de las naciones en el transcurso de la existencia de los pueblos.

Estas series –apuntadas a vuela pluma– serían más largas y más incitantes del interés y curiosidad general que estas idióticas persecuciones de policías y bandidos de guardarropía que nos sirven hoy los que producen el “cine” de barraca. Y el “productor”, obteniendo así, con el “film” artístico, la atención pública, ¿qué resultado más espléndido no alcanzaría, como deducción lógica, desde el punto de vista negocio, base de toda producción, por artística que sea?

Señores: No quiero retener por más tiempo vuestra atención. He querido tan sólo, a grandes rasgos, daros una pequeña visión del “cine” del porvenir, cuando se le haya libertado de la rutina, del mal gusto y la ignorancia que hoy, ahogándolo, lo mata cada día.

Dejad que transcurra el tiempo, que otros hombres, de idealidad nueva, de arrestos jóvenes, de imaginación y de cultura artística, os transformen el “écran”.

Pensad que estos hombres serán todos artistas: literatos, actores, músicos, poetas y cantores. Que el técnico vendrá con el fruto de sus experiencias a refinar la visión en las proyecciones, y entonces, sin esfuerzo alguno, “los ciclos artísticos de creaciones grandes por su belleza”, de que os hablé un día, serán una hermosa y espléndida realidad de cultura y de arte.

Este día venturoso, el “Cine Arte Bella” habrá consagrado definitivamente el fin ideal, que al venir al mundo el genio del hombre le impuso con su fuerza de creación, diciéndole: “¡Marcha!” Dejemos, pues, que el tiempo pase, y el “cine” llegará al pináculo del arte.

He dicho.»

Ángel Dant

París, febrero 1921.