Filosofía en español 
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Libros

Para el mañana: una enciclopedia nacional
Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de España
Joaquín Garrigues, Nuevos Hechos...

 
Para el mañana: una enciclopedia nacional

Dentro de los esquemas ideales de la historia de la cultura no resultaría infructuoso dividir a los pueblos en dos grupos diferentes según tengan o no una Enciclopedia nacional en el acervo de sus letras. La Enciclopedia que marca en Francia una época, no tiene menos importancia al producirse en Inglaterra durante la edad de la Reina Victoria, o en Italia bajo el fascismo. Con razón afirma Gentile que «estos grandes trabajos suponen, en efecto, la confianza profunda de un pueblo en sus propias fuerzas, pues no sólo necesitan haces poderosos de energías intelectuales y una vasta preparación de la cultura nacional en todas las ramas del estudio, sino también, y sobre yodo, una gran capacidad de disciplina en la asociación de los trabajos». Un ideal capaz de hacer la Revolución francesa y un método producto de siglos de escolásticas dió al mundo la enciclopedia por antonomasia; el imperio británico y las Universidades de Oxford y Cambridge, la Enciclopedia Británica; la cultura tradicional latina y el fascismo, la Enciclopedia Italiana. He aquí los caracteres necesarios para que se produzca la enciclopedia como institución nacional si ha de ser la expresión del pensamiento de un pueblo y de una época, y de modo más preciso los elementos positivos vitales y activas de este pensamiento. En otros climas históricos sólo se dan traducciones o adaptaciones de obras extranjeras sin sentido para la afirmación del espíritu nacional.

España, de hacerse la clasificación ideal caería dentro del segundo grupo. La Enciclopedia nacional ha de ser, pues, un vehemente deseo para el mañana. Desde el siglo VI en que San Isidoro transmitió la vasta herencia cultural de una sociedad que agonizaba a un mundo que nacía y apenas si iniciaba sus balbuceos culturales, pasando por los doctos varones del siglo XVI, como Pedro Mexia, Torquemada, y el menos conocido, Gaspar de Ortega, autor de «El Libro del Porqué», hasta don Marcelino Menéndez y Pelayo, e incluso hasta nuestros días, no hay en nuestro país sino esfuerzos individuales, traducciones, adaptaciones de obras extranjeras.

Sólo el estado fascista ha podido trocar en realidad, en Italia, el ensueño durante tanto tiempo acariciado de una enciclopedia. Al Senador Treconi, capitán de industria italiana, y a Calogero Tumelli ha correspondido la realización práctica de la obra, y en 1937 estará ésta completa con sus 36 volúmenes.

Tenemos nosotros, a buen seguro, en todas las ramas científicas, literarias y artísticas. autoridades y especialistas bastantes para exponer en una obra de índole enciclopédica la sabiduría del mundo ante España y la de España ante el mundo. Pero la gloria de la realización de esa obra aguarda un cambio radical en la contextura del Estado español. Cuando se protegen las perezas se alaba de prudentes a los débiles, y de sabios a los escépticos, no se pueden conseguir obras colectivas de mayor enjundia que la representación de la Medea de Séneca, las insensateces del lírico Nacional, pobre compañía de operetas para provincias, o los ferrocarriles Madrid-Madrid, que de continuar sus obras recordarán el Infierno dantesco por lo concéntrico de sus galerías, y por ser la morada de tanto pecado. La Enciclopedia española, cumbre de un esfuerzo colectivo, en el que habrá de intervenir el trabajo y el capital aunados en perfecta hermandad, que habrá de abrir nuevos mercados para España, dar trabajo a tantos obreros de la intelectualidad y de la industria del libro, que habrá de hacer conocer cuánto debe la cultura universal a nuestra cultura no será ni puede ser la obra de derrotistas y escépticos, sino de hombres que confían en su obra, que esperan en el porvenir y que sienten el entusiasmo por sus tradiciones. Se hará, y usamos otra vez frase de Gentile, con «el Modo viril de los que una vez percibidos los obstáculos miden sus fuerzas, buscan la forma de acrecentarlas en lo más posible, y se esfuerzan, de todas maneras, para salvar las dificultades».

 
Marcelino Menéndez y Pelayo: «Historia de España.» Seleccionada en la obra del maestro. Madrid 1934

Espigando en la gigantesca labor del maestro, Jorge Vigón, en quien se aúnan las mejores vocaciones de la inteligencia y el más firme latido de España, ha dado a la estampa, en estas horas en que un disparatario sobre nuestra historia hacía su mayor acopio, estas páginas nutridas por las más vivas tesis españolas.

El pensar y el sentir de don Marcelino se habían amasado con el mejor barro español. La reiterada lección de la Historia le mostró, con toda claridad, los designios de España. Remontando los siglos españoles, Menéndez y Pelayo vio todo el ciclo de hallazgos que España había incorporado al haber universal. Sin embargo. la «leyenda negra» obtenía su mayor boga en los días en que don Marcelino, chorreante de sabiduría y patriotismo, se enfrentaba con el total de nuestra historia. Los vientos que entonces soplaban, eran los de disolución; estos mismos vientos que hoy flagelan, violentos y atorbellinados, estas jornadas de pasión y tránsito. Desde aquellas horas, el desencadenamiento de los agentes de disolución ha crecido en multiplicación fabulosa. Y es ahora, cuando de la torcedura de la España de Menéndez y Pelayo brotan los enemigos de su continuidad, el momento en que estas páginas del maestro se lanzan a volar, dotadas de una mayor penetración, para reiterar la enseñanza de nuestra historia.

La meditación que este libro impone no es para nuestras columnas, por este momento, más que una enunciación de entusiasmo. Presente ante todo español. la labor de don Marcelino Menéndez y Pelayo, aparece ante nuestros ojos como la más perfecta «Summa» de españolismo. Esta «Historia de España», al condensar rápida y brevemente algunas de las ideas céntricas del maestro, contribuirá, sin duda alguna, a que su obra, tan fértil en firmes lecciones, se difunda más y más entre nosotros. Esta ha sido la idea principal que a Jorge Vigón –según declaración propia– ha guiado, al concebir esta «Historia de España, seleccionada en la obra del maestro».

 
Joaquín Garrigues. Nuevos Hechos, Nuevo Derecho de Sociedades Anónimas. Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado 1933

También en el campo del Derecho mercantil penetraron, a su tiempo, los principios de la Revolución francesa. Y así las sociedades anónimas, instrumentos del Estado en su origen, llegaron a ser entidades gobernadas democráticamente por la junta general de accionistas. También aquí pudo promulgarse el principio: «Un hombre, un voto», sin más que sustituir la palabra «hombre» por la palabra «acción».

Pero a los nuevos hechos no pudo ser ajena la vida de las sociedades anónimas. La misión de éstas, más compleja cada vez, vino a resentirse por instantes de la ineficacia de las asambleas, Ya en plena quiebra el principio liberal y democrático que la informó, la sociedad anónima tiende, como en sus orígenes, a configurarse jerárquicamente y a recobrar frente al Estado la consideración de órgano de la economía nacional.

Joaquín Garrigues, el profesor de Derecho mercantil en la Universidad de Madrid, uno de los universitarios de mejor calidad, sigue este proceso antidemocrático de las sociedades anónimas en el breve libro cuyo título encabeza estas líneas. Breve libro donde los hechos se recortan limpiamente, como en cristal, y donde al pensamiento exacto sirve constantemente un lenguaje de pulcritud perfecta,

Queremos que estas líneas sirvan de saludo al libro y a su autor, cuya llegada se nos finge próxima, como un alegre barrunto. Joaquín Garrigues, que tiene todas las cosas tan claras en el espíritu, sabe ya, aunque en este libro no lo proclama directamente, cómo los mismos principios que fueron corrosivos para la sociedad mercantil serán bastante para acabar de disolver, si no se revisan resueltamente, patrias e imperios.