El Mono Azul. Hoja semanal de la Alianza
de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura
 
Madrid, 22 octubre 1936
número 9, página 1

Militarización no es militarismo

El militarismo fascista hace de los hombres autómatas. Al hombre se le automatiza para la guerra. Se le emborracha de mecanización para reducirlo a instrumento pasivo, de una obediencia muerta. Son entonces cadáveres en pie, como se dijo, que sirven ciegamente, mecánicamente, automáticamente, como seres inanimados, como sonámbulos. La Alemania de 1914 poseía un poderoso Ejército automatizado, expresión viva, o muerta, del militarismo automático. Contra ese Ejército lucharon y vencieron los Ejércitos vivos, espontáneos, conscientes. Ejércitos que tenían una fuerte unidad vital, y no una uniformidad de muerte. No hay que olvidar esto: que al enorme aparato aparentemente invencible del militarismo automático alemán lo venció el hombre, lo derrotó el peludo. Y el peludo era el hombre. El hombre que dijo en una frase inolvidable: «J'aime bien obeir mais j'ai n'aime pas qu'on me commande!» Me gusta obedecer, pero no me gusta que me manden. Al peludo, porque le gustaba obedecer no le gustaba ser mandado. Meditemos estas palabras de evidente actualidad para nosotros. Evoquémoslas, sobre todo, al conjuro mágico de una palabra que debe libertarse de la superstición para ser eficaz: la disciplina. El peludo disciplinado por su propia voluntad no era un autómata, era un hombre. Y por eso ganó la guerra. Contra los disciplinados automáticos. Contra el militarismo. Militarización, hay que decirlo claro, y sobre todo, verlo claro, sentirlo claramente, no es automatismo. Militarización es todo lo contrario, es voluntad, gusto de obedecer, porque se sabe a lo que se obedece. La guerra se gana por una voluntad humana de vencer, y esa voluntad humana de vencer, la que tuvo el peludo, es la libre obediencia que presta por su sola voluntad cada uno. El pueblo de Madrid es el que ha inventado la frase profundísima en su graciosa expresión sencilla de que cada uno es cada uno. Y todos los cada uno juntos, sin dejar de ser cada uno, al contrario, por serlo, si lo son de veras, todos juntos, ganarán la guerra. Como la ganaron los peludos. Todos juntos, y como en nuestro Lope, todos a una. Pero todos a una. También ganaron la guerra los peludos cuando Foch los unió a todos, cuando los juntó a todos en una sola voluntad común que fué la victoria.

No olvidemos que tenemos enfrente un Ejército militarista, automático. Acordémonos de los peludos. Y que cada uno por su libre, santísima voluntad de obedecer, que es disgusto de ser mandado, temple esta voluntad con la decisión de entregarse a esa única voluntad común que es la voluntad de la victoria.

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