Filosofía en español 
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Problemas actuales

[ Samuel Ros Pardo ]

Los alegres millones del cinema español

Quizá la única cosa importante acaecida en España desde la pérdida de las Colonias sea la eminente implantación en nuestro país de la industria cinematográfica, según pregonan los carteles anunciadores y los bancos encargados de colocar la emisión de acciones.

Frente al fracaso de las pasadas experiencias individuales se alzan hoy unos señores, reunidos en compañía, con la alegre zarabanda de sus millones, llamando al éxito con el cimbel de los fuertes números ofrecidos al cielo azul de España, como la pedrea de confites que lanza el padrino rumboso. Pero el éxito no puede corresponder a esos primeros millones que alegres y confiados se lanzan a la aventura de cazar fantasmas, para aprisionarlos en las blancas pantallas de nuestros solares.

Son millones de vanguardia, con alegría de mozos recién reclutados para la guerra, que ocultan el miedo en lo más recóndito del corazón. Son millones cuyas unidades tienen escándalos de locomotora arrastrando los vagones iguales de los ceros. Son millones destinados a chocar con la inexperiencia. Son millones que sucumbirán en el campo de batalla frente a un enemigo superior. Su unidad perderá pronto la compañía de los ceros, y como capitán sin tropa se suicidará en el último gesto innecesario… Después de la primera batalla para alcanzar el éxito, sólo quedará el recuerdo de los primeros millones sacrificados y precisamente para llamar la atención sobre la calidad del recuerdo me decido a escribir este artículo. Si en España se quiere hacer algo positivo por el cine, sin pensar en el lucro inmediato que resuelva la ambición económica de un individuo –como ocurrió hasta la fecha–, es preciso que se inmolen unos millones al sacrificio, porque lo primero que hace falta al emprender un negocio, sin conocimiento práctico del mismo y sin tradición local de su especie, es el ánimo de una primera pérdida que haga posible una segunda etapa de ganancias.

No sé si los señores que crearon las nuevas sociedades de la industria cinematográfica tienen el propósito de que sus primeros millones sucumban en el primer choque contra lo exótico para que triunfen después sus segundos millones. No sé si, por el contrario, dichos señores –muchos de ellos admirados por mí y todos ellos muy respetados– creen sinceramente en la prosperidad inmediata del negocio y en que podrán exhibir el éxito desde el primer día, como una mariposa disecada, en la vitrina de la gran sala del Consejo de Administración. No sé la intención de las nuevas empresas, pero en cualquier caso hay varios reparos que oponer porque…

Si los millones de avanzada tienen que perecer fatalmente, debería buscarse para ello la mayor cantidad de gloria y de provecho posible. Quiero decir que el destino de su pérdida debería ponerse en manos jóvenes por pura razón biológica y sin ánimo de molestar a aquellos otros que ya dieron el máximo de su éxito o de su fracaso en los moldes que les ofreció su época. No quiero decir que las manos jóvenes hicieran el milagro de salvar los primeros capitales puestos al servicio del cinema, pero sí quiero advertir, modestamente, que la experiencia de la pérdida sería provechosa en esas manos, mientras que en las manos viejas la pérdida será del todo infructuosa. Una juventud inexperta puede alcanzar una madurez preparada, pero una madurez inexperta será vieja cuando consiga su preparación y una vejez inexperta sólo alcanzará… la muerte.

Los primeros millones no morirán, pues, gloriosamente y no morirán como héroes, porque no corresponden a la generación que va a manejarlos. No van a consumirse en una experimentación para el futuro, sino en un intento de trasplantar un arte a otro arte. Esto es, se van a emplear en una equivocación.

La juventud suele ser impaciente en muchos casos, pero en el presente su impaciencia está más que justificada. Sólo ella. por pura razón de contemporaneidad, es la que aportó al cine su atención, su solicitud, su constancia, su deseo, su estudio y su ambición… y esto, frente a la indiferencia o el desprecio de aquellos otros que vieron nacer al cine como a un niño pobre sin porvenir.

Los libros extranjeros que llegan a España sobre el cinema están en manos jóvenes. Los pocos libros que sobre el cine se han escrito en España se deben a plumas jóvenes. Las únicas miradas españolas de indignación que han caído sobre estudios extranjeros son ojos de jóvenes. Y, sin embargo, no figuran hombres jóvenes ni en las listas ni en los propósitos de las nuevas empresas, ¿por qué?…, ¿por qué?

Llueven sobre las empresas los pretendientes a estrella. Ya se ensayan frente a los espejos españoles las escenas más desmayadas de amor y las escenas de odio más violento. Ya hay millares de corazones españoles suspirando por asomarse al “écran”. Pronto se van a reclutar los ejércitos de actores y sólo en este aspecto la juventud española tomará parte en el botín de los primeros y alegres millones.

Es lástima y es una equivocación que la juventud se vea limitada a este aspecto del cinema. Hay muchos otros jóvenes que quedan fuera del concierto, y, sin embargo, son los únicos que podían “hacer” el cinema español… si posible es llegar a su formación.

Pintores que en las exposiciones se ven arrastrados a otros destinos, porque sus cuadros no son como los cuadros de otros magníficos pintores que nacieron con la idea del marco. Escultores que modelan formas que no sirven para los viejos dioses de la mitología ni personajes de jardín público. Autores que en la parálisis de los escenarios suspiran por la movilidad del cinematógrafo, &c. Todos nacieron con el cine y suspiran sin saberlo por su destino de celuloide.

La vida nacional comienza a adquirir otro sentido al solo anuncio del cinema español. Muchas cosas exóticas y tristes reviven ante la posibilidad de las nuevas invenciones: muebles excesivamente lujosos para las casas españolas; automóviles demasiado potentes para nuestras carreteras; artículos de “sport” superiores a nuestras posibilidades; chicas exageradamente guapas para nuestras vidas; trajes de una elegancia mayor que las costumbres. Había una frase en boca de nuestra juventud para indicar la bondad ideal de cualquier cosa y era esta: “¡parece de cine!”

España se prepara para ese tránsito; parece de cine…, es de cine.

Dije al principio que la implantación de esta industria es lo más importante acaecido en España desde la pérdida de las Colonias, porque si se acierta, el cine podría traernos una edad de oro gracias a las posibilidades de nuestro idioma. El turismo, las industrias afines y derivadas. Pero…

Los Calderones y los Lopes del cinema español no pueden ser aquellos que hayan pretendido serlo en otros aspectos del arte… El cine quiere gente recién nacida para él, gente que pueda pensar y construir con su especial clase de magia… Como la aviación quería gente que no hubiera conseguido estrellas en el ejercicio de otras armas.

Samuel Ros