Filosofía en español 
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De nuestro corresponsal en Berlín

Momentos decisivos para Hitler

Berlín 14. La boga de la demagogia fascista significa un reflejo, determinado por la exasperación de la miseria en las masas. Cristalizador de odios, impulsivo, espontáneo, se precipita ciegamente sobre un enemigo imaginario. Pero el fenómeno, como todos los reflejos, no resiste al análisis; y en este caso la reflexión deja al desnudo toda su falsedad, toda su impotencia. A ese estadio hemos llegado ya. El momento del fascismo integral ha pasado, como pasan las ilusiones quehan dejado de serlo.

Hitler había decretado que el año de 1932 sería el del triunfo nazi. Las masas respondieron. Hubo apogeo; pero faltaron riñones para convertirlo en apoteosis, y las promesas no pasaron de tales. Al hacer el inventario de cuero nos encontramos con una manifiesta decadencia en la fe popular; las vendas caen, los cimientos del partido se estremecen: 15 millones de marcos de deudas; financieros e industriales, nacionales o internacionales, ya no firman cheques; los militantes olvidan de pagar sus cuotas, y la Prensa no se vende.

Ello significa simplemente la catástrofe para un partido estructurado a base de mercenarios: carencia de medios para la propaganda, imposibilidad de montar debidamente el tinglado electoral, liquidación de la burocracia agitadora y desaparición automática de las milicias, espina dorsal de la organización. Para comenzar, en 25 ciudades se han disuelto las secciones de asalto...

El proceso de descomposición es tan evidente que provoca no sólo la crisis interna en los cuadros dirigentes, sino la alarma en los sectores de derechas, hasta ahora beneficiarios innegables del movimiento hitleriano, y sobre todo en los círculos militares que aprehenden con marcado disgusto la debilitación de esas agrupaciones que disciplinaban a una juventud tan numerosa.

Se ha intentado hacer del nacional-socialista un partido específicamente de derechas, basado exclusivamente en sus postulados nacionalistas, con exclusión de toda impureza socialista; limitándola en el terreno social a servir de fuerza de choque frente al proletariado descontento. No se tiene excesiva confianza en Adolfo, capaz de intentar una desoladora aplicación de sus nebulosas concepciones. Como no ha querido plegarse a las condiciones impuestas, y ha persistido en su orgullosa exclusividad, sin aceptar control alguno, se le ha puesto la proa, se le ha hecho el “chantage” del aislamiento; pero los resultados han sido demasiado rápidos, hasta el punto de temerse el desmoronamiento del gran bastión reaccionario. La actuación en estos últimos días de “barones” y “herrens”, de pangermanistas, de círculos militares; la misión encomendada a Papen, el ungido de Dios, denuncian la existencia de tales preocupaciones.

El jefe nazi no se muestra tan intratable, multiplica las entrevistas, conversa con toda la fina flor de la reacción. “Abajo las máscaras” bien pudiera ser una consigna de actualidad.

Por de pronto, todo el interés se reconcentra en las elecciones convocadas el 15 para renovar el Parlamento de Lippe-Detmol, al suroeste de Hanovre. Esa consultación es el barómetro que habrá de darnos el pulso del cuerpo electoral. Allí veremos si el fascismo prosigue su regresión. Como la desconfianza de las masas se acentúe, entonces, salvo genialidad imprevista del “führer”, los nazis, abdicando de su pretendida independencia, se decidirán a entrar en el bloque derechas, y la combinación propuesta por Papen, será llevada a la práctica sin demora. Los periódicos racistas, con cautela a la que no nos tienen acostumbrados, adelantándose a los acontecimientos, muestran una característica repugnancia hacia la eventualidad de unas elecciones generales.

El pequeño ex principado conoce hasta en sus más pequeñas aldeas el honor de ser visitado por Hitler y sus lugartenientes destacados. Los demás partidos también intensifican la propaganda, y el total de reuniones habrá alcanzado la cifra fantástica de dos mil. Ello dará una idea de la importancia atribuida al comicio del domingo.

Pese a todas las vicisitudes y momentáneos contratiempos, la derecha reaccionaria consolida sus posiciones, aunque yasurge por todas partes una viva corriente en favor de la reagrupación de las fuerzas de izquierdas, dispuestas a luchar. Si ello se consiguiese, la exasperación reaccionaria, la exaltación de la psicosis de guerra, conocerían momentos difíciles. El “chauvinismo” de conservación social pueda encontrar la tumba en su propio camino.

ALVAR