Filosofía en español 
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cubierta del libro

Spartacus. Revista socialista

Director: F. Ferrandiz Alborg

Número 8   Alicante   1,50 Ptas.

Sumario

Editoriales
  1º La crisis política francesa
  2º Fracaso de la Unidad Sindical Internacional

¿Qué es ser revolucionario?F. Carmona Nenclares

La opinión del pueblo francés sobre la guerra de España • Fernand Coll

Esta paz es un engaño • John Gunther

Autores y libros
Un retrato psicológico de TolstoiF. C. N.
La “nueva traición” de los intelectualesF. C. N.
La Utopía de Tomás Moro, puesta al díaF. C. N.

 

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Editoriales

La crisis política francesa

La crisis del Gobierno Chautemps ha sido resuelta sucediéndose Chautemps a sí mismo. Pero si el jefe de gobierno es idéntico al anterior en significación política y personal, ambos gobiernos se parecen, a lo sumo, en la persona de su jefe. Si el gabinete que presidió Chautemps era, en hombres y programa, hijo legítimo del “juramento sagrado”, sellado con la voluntad de la democracia francesa el 6 de febrero de 1934 y encarnado en el Frente Popular, el gabinete que actualmente preside Chautemps tiene, por ahora, únicamente el apoyo de los partidos del Frente Popular. En este, como en otros aspectos, la diferencia no es de matiz sino que afecta a la esencia política de los dos gobiernos.

Esta crisis, por el momento en que se ha planteado, tiene una importancia tan grande para el proceso de la lucha internacional entre la democracia y el fascismo, que consideramos de utilidad analizarla en algún detalle, pues, sin duda alguna, es la crisis política de mayor contenido que registra la historia de los últimos años.

Sus causas internacionales

Las causas internacionales de esta crisis son bien patentes si que también complejas. Se ha planteado después del apoteósico triunfo popular de M. Delbos por los países de la pequeña Entente. ¿A qué obedecía este viaje? Se halla en relación con la política de seguridad francesa. Los Estados de la Pequeña Entente, los Balcanes, Polonia y las repúblicas del Báltico son, en su configuración geográfica y política, creaciones del tratado de Versalles, pero especialmente realidades estatales impuestas por la voluntad de Clemenceau en su política internacional de revancha antigermánica.

Las dificultades políticas y financieras de esos Estados han tenido en los gobiernos de Francia su mejor valedor; ya en forma de empréstitos, ya formando en la Sociedad de Naciones una unidad de intereses contra el expansionismo germano o contra la restauración monárquica de Austria. Polonia veía en Francia una aliada contra el deseo germano de deshacer el corredor de Danzig, lo que equivale a quitarle su salida al mar. Yugoeslavia buscaba la alianza con Francia contra las ambiciones imperialistas de Mussolini de ocupar las costas de Dalmacia y de hecho dominando ya en Albania. Checoeslovaquia se ha unido a Francia, al igual que con Rusia, porque ambos Estados son garantía de su integridad nacional contra la expansión alemana. Rumania se hallaba al lado de Francia porque, además de la ayuda económica recibida para su reconstrucción después de la guerra, a través de Francia se une a la política internacional de los Estados de occidente interesados en la soberanía de los pueblos balcánicos, amenazados por la absorción imperialista italo-germana.

Pero estas imposiciones de la realidad histórico-geográfica de los Estados, para que se sostenga necesita respaldarse en una fuerza efectiva. La política de alianza de la Pequeña Entente, Polonia y los Estados balcánicos, excepto Bulgaria, hacia Francia y Rusia, está condicionada por el Pacto Franco-Ruso. El potencial militar que creaba este pacto se creía tan enorme, que contra él se estrellarían las agresiones del fascismo internacional dirigido desde Berlín, Roma y Tokio.

Sin embargo, estamos comprobando como Polonia, Rumania y Yugoeslavia, sus gobiernos, van separándose de Francia y se entregan paulatinamente a la política de Roma y Berlín. Una de las causas de este hecho radica en la nefasta política internacional de las potencias democráticas. Hasta ahora Gran Bretaña, dueña de los mares, no ha impedido que Italia se apodere de Etiopía. En el caso de la guerra de España tampoco han podido impedir Gran Bretaña, Francia y Rusia la invasión italo germana. Y en extremo oriente, las potencias democráticas, incluida Estados Unidos, están consintiendo que el Japón haga de China una colonia más para su expansión imperialista. El desbande de los estados centro y oriente europeos, a excepción de Checoeslovaquia, hacia Roma y Berlín, tenía que originar una rectificación en la política exterior de Francia. Ya no se consideraba lo suficientemente garantizada por el Pacto Franco-Ruso. Había que reanudar la tradicional influencia de Francia hacia las potencias subsidiarias de la Entente, que hicieron posible el bloqueo de Alemania durante la Guerra 1914-18. El viaje de M. Delbos obedecía a ese imperativo. M. Delbos comprobó que los pueblos respondían pero que los Gobiernos se hallaban entregados a la influencia del fascismo.

La duda francesa sobre la eficacia del pacto Franco-Ruso tuvo una contestación inmediata. La prensa obrera francesa señala el hecho de que, huelgas de tanta importancia política como la de los funcionarios del Estado y del Sena, se desarrollaran en momentos de tanta gravedad internacional, y cuando la reacción francesa estaba preparando su golpe contra el Frente Popular. Los comunistas fueron los más interesados en que las huelgas se desencadenaran, bajo le influencia de la III Internacional. La supeditación de las secciones de la III Internacional a los intereses del Estado ruso, ha causado estragos de enorme importancia al movimiento obrero, siendo uno de sus últimos errores, el haber contribuido a la crisis del Gobierno del Frente Popular francés, en los mismos momentos en que la reacción trabajaba en dicho sentido. Moscou, presionando en el interior de Francia, quería condicionar la política exterior del gobierno francés.

Sus causas internas

Las derechas francesas exigen un cambio de política en el gobierno de Francia, escudándose en lo que ellos llaman bancarrota de la economía. Los capitalistas confunden su interés con el interés de la nación, y cualquiera medida que tienda a mejorar la situación de las masas lo consideran como una desgracia para los intereses del Estado. Los obreros franceses han mejorado su situación con la política del gobierno del Frente Popular, y como son la mayoría de la población, quiere decir que es Francia la que ha mejorado su situación. Pero esto no lo ven los grandes capitanes de las finanzas. La situación financiera de Francia es muy buena. En la semana siguiente a la crisis de gobierno, el oro en caja era de 58.932.770.203,83 francos, mientras que las obligaciones a la vista sumaban 117.283.102.825,43 francos, incluidos los billetes en circulación por la suma de 92.557.365.330 francos, lo que equivale a tener cubiertas sus necesidades oro en un 50,25 por ciento, situación privilegiada en la actualidad del mundo de las finanzas. Pero la paradoja se presentó una vez más. Mientras los capitalistas han empezado su política de fuga de capitales para arruinar a su propio país, los trabajadores se quedan en Francia para sostenerla contra las amenazas del fascismo de dentro y de fuera.

La verdad es, que las mejoras en favor de la clase trabajadora, aprobadas por los Gobiernos del Frente Popular que se han sucedido en Francia, han puesto a los trabajadores en condiciones de hacer valer su potencialidad económica y política, fundamental para la vida del país en el desarrollo libre de sus instituciones democráticas. El porvenir de Francia como nación libre está ligado al proceso de superación de la clase trabajadora, pues el capitalismo francés, sus “200 familias”, no titubean en entregar a su patria a la voracidad imperialista italo-germana con tal de ver asegurados sus intereses.

¿Cómo, pues, han sido desplazados del Gobierno del Frente Popular los trabajadores, representados por el Partido Socialista? Para comprender el proceso político que ha culminado con la formación de un gobierno en el que no tienen representación los partidos obreros, debemos recordar, que el Frente Popular se vio minado en su actuación, por la negativa del Partido Comunista a formar parte del primer Gobierno del Frente Popular salido del plebiscito nacional de abril y mayo de 1936. Fue un error táctico que imposibilitó la política del primer gobierno de León Blum. Si la finalidad del Frente Popular es salvar las instituciones democráticas, ningún partido que forme parte de dicho Frente debe eludir la responsabilidad de gobierno. Es muy fácil representar el papel de la oposición para denunciar ante las masas el incumplimiento de ciertos puntos de un programa de gobierno, excitando a esas mismas masas para que, con procedimientos de violencia, reclamen el cumplimiento del programa. Pero esa abstención en la responsabilidad de gobierno, de rebasar los límites políticos, inutiliza a un partido para su misión directora de la vida nacional, y es fácil que, cuando quiera rectificar su error, ante el cambio de posiciones de las fuerzas políticas, le sea imposible rectificar por tener la oposición de quienes, aunque unidos al compromiso del Frente Popular, han visto en el partido de la continua oposición un disgregador de la vida social y un irresponsable.

En este caso se halla el Partido Comunista de Francia. Con su actuación al margen del gobierno ha disgregado los partidos componentes del Frente Popular, contribuyendo a una crisis de gobierno que beneficia a los partidos republicanos del centro, con la formación de un gobierno posible puente para una solución gubernamental de derechas.

Por si esto no fuera suficiente, desde la secretaría de la III Internacional Dimitrof sigue la misma táctica que Zinovief en 1920. Sus palabras han evidenciado, que la unidad en boca de la III Internacional es una manera de camuflar sus intenciones “colonizadoras” –o proselitistas, como decimos en España– para apoderarse por procedimientos demagógicos de la dirección política y sindical de la clase trabajadora. Las palabras de Dimitrof pidiendo terminar con la “socialdemocracia en el movimiento obrero”, han obligado al Partido Socialista francés a romper sus relaciones de unidad con el Partido Comunista.

La crisis política francesa, por lo que ella significa en los actuales momentos de lucha del fascismo contra la democracia, habrá enseñado a los camaradas comunistas franceses, que no se puede hacer de un partido político obrero un instrumento de oportunismo para beneficio exclusivo de ese partido, pues, a las alturas en que nos hallamos del proceso de la revolución, es cuando más se impone un sentido de responsabilidad nacional en la labor común de todos los partidos democráticos.

El actual gobierno Chautemps no responde a la realidad político-social de Francia. Desde 1934 a la fecha, el pueblo francés ha demostrado en diferentes plebiscitos su adhesión al Frente Popular, pero un Frente Popular de contenido socialista. ¿Dónde hallar las causas determinantes de un gobierno en contradicción con la realidad política democráticamente evidenciada? Ellas están, no sólo en la misma contradicción base de todas las contradicciones, la que determina que una minoría dueña de los medios de producción ejerza el poder sobre la mayoría de un pueblo, sino también en ciertas situaciones, exteriores unas, internas las otras, que podrían resumirse así: El aislamiento británico, que no se decide a fijar actitudes enérgicas contra los agresores antes de tomar posiciones definitivas de exclusivo beneficio; la sospecha entre los gobernantes de Francia de que el Pacto Franco-Ruso, después de la agresión del Japón a China, no sea todo lo eficaz que se creía, sospecha que se hace más evidente ante el problema interno del ejército de la U.R.S.S.; la nefasta política de la III Internacional, haciendo proceder a sus secciones según los intereses del Estado ruso y desligadas de todo interés nacional, política que ha tenido como consecuencia la ruptura de las relaciones de unidad entre el Partido Socialista y el Partido Comunista, lo que resquebraja, a pesar de las declaraciones en contrario, la fuerza interna del Frente Popular.

Fracaso de la Unidad Sindical Internacional

La falta de espacio nos impide insertar la información del proceso verbal, proposiciones, declaraciones y resoluciones sobre el ingreso de los sindicatos de la U.R.S.S. en la Federación Sindical Internacional. En el número 6 de SPARTACUS transcribíamos las declaraciones del camarada Jouhaux, vicepresidente de la F.S.I., sobre este problema. Hoy tenemos que comentar el fracaso de las relaciones entabladas, y con el texto en la mano de toda la documentación cruzada, hemos de confesar la justicia de la resolución adoptada por el Bureau de la F.S.I., en su reunión del 12 y 13 de enero último, aunque esa resolución imposibilite por ahora el ingreso de los sindicatos rusos en dicha internacional sindical.

La parte pertinente de la resolución, dice: “Constatando que en lugar de encontrarse en presencia de una demanda regular de afiliación del Consejo Central de los sindicatos rusos, dando todas las facilidades indispensables, se trata de una serie de condiciones a llenar antes de una demanda de afiliación hecha en debida forma y dirigida a la F. S, I.” Seguidamente se juzga “imposible la aceptación de dichas condiciones.”

La delegación de la F. S. I. que fue a Rusia, aceptó las proposiciones del Consejo de los Sindicatos rusos en todo lo que se refería a unidad del proletariado, lucha y agitación contra los países agresores, ayuda a España y China, &c., pero puso reparos a las pretensiones de la sindical rusa sobre la designación de secretarios y en lo que respecta al empleo de las cotizaciones de los sindicatos rusos (5.280.000 de francos franceses). Aceptar la pretensión rusa implicaba, en primer lugar, alterar los estatutos de la F.S.I., cosa sin importancia, desde luego, pues la unidad del proletariado vale más que todos los estatutos, cuando esa unidad responde al principio de lucha de clases, pero si las disposiciones estatuarias son secundarias, lo son para todos, no solo para la F.S.I. sino también para la III Internacional.

Al aceptar las proposiciones rusas, se creaba también una situación de privilegio impropia de la estricta democracia que regula las relaciones sindicales internacionales, y es desde dentro de la Internacional que se pueden hacer propuestas de modificación a los estatutos, no desde fuera de ella, y por quienes aún no han ingresado. El método de las imposiciones se halla desprestigiado y quien quiera trabajar eficazmente por la unidad internacional del proletariado debe empezar por cumplir las normas reglamentarias que democráticamente se han impuesto los sindicatos.

La F.S.I. pide a sus secciones le hagan conocer su opinión a este respecto, insistiendo para que las respuestas sean presentadas con tiempo oportuno para ser examinadas en la próxima reunión del Bureau de la F.S.I., durante los días 16 y 17 del mes de marzo entrante.

Esperamos de los sindicatos rusos, comprendan que su misión proletaria se halla unida al movimiento obrero internacional, y que hasta ahora es la F.S.I. la que abarca la gran mayoría del movimiento obrero organizado. Pero que la convivencia con la Internacional Obrera obliga al respeto de sus estatutos, sin que nadie sea acreedor a privilegios que repugnan al espíritu democrático de las organizaciones sindicales. La disciplina es función fundamental de las organizaciones obreras, y las normas disciplinarias del proletariado se hallan marcadas por los estatutos y reglamentos que el interés de la clase obrera impone. Ninguna sección nacional puede imponer a la F.S.I. modificaciones en sus estatutos que previamente no hayan sido aceptadas por la mayoría de las secciones. Sostener un criterio contrario es fomentar el espíritu de escisión y hacer de la unidad una consigna de efectismos demagógicos, en vez de un deseo leal y ferviente, tal como lo exigen los dramáticos días en que vive la clase trabajadora.