Filosofía en español 
Filosofía en español


Prof. Alfredo Pimenta

Lisboa

A la juventud de Europa

Yo también fui joven una vez igual que tú, juventud de ahora. También yo investigaba la lejanía e inclinaba mi oído hacia la tierra, para comprender el sentido y el ruido de los sucesos que nos rodean. Yo que vivo en la sociedad de almas jóvenes, florecientes que llevan mi nombre y mi sangre, cuyos rostros contemplo una infinidad de veces y en cuyas miradas inocentes dejo perderse mis ojos que envejecen, yo te abro mis brazos, te abrazo sencillamente según corresponde a mi manera de ser y te ofrezco mi saber que es poco y mi experiencia que es mucha. La mitad de mi vida era así como espero que ninguno de vosotros habrá que vivirla. Huérfano desde muy pequeño empecé demasiado pronto a estudiar por mi propia cuenta lo que significa la vida con sus crueldades más rudas y sus tentaciones más sagaces. Llevado por una independencia espiritual absoluta atravesé todos los mares del pensamiento, busqué amparo en todos los puertos y experimenté la alegría de una calma en el mar; altivo hice frente a la estrechez de todos los tiempos: empecé a pensar.

Ni soberanos ni masas jamás me hicieron callar para concederles miramiento, ni me hicieron levantar la voz para lisonjearlos.

Y como me había acostumbrado desde mi primera juventud a pensar elevadamente, todos los hombres, empezando por los golfos que me molestaban con pedradas hasta los más prestigiosos me trataban con consideración. Pude perseguir la línea clara de mis reflexiones que no es otra cosa que la línea de un entendimiento espiritual que trata de alcanzar su fin, para servir.

Siendo yo así ¿cómo podría tomar otro partido, juventud de ahora, que el de un compañero mayor, de un camarada experimentado que ya ha formulado los temas que os atormentan todavía, que ya ha solucionado los problemas que os oprimen aún?

Mi cuerpo no está encorvado por el cansancio o por enfermedades, mi rostro no lleva los surcos profundos que ara Cronos, sino estoy dispuesto a luchar en los umbrales de mis sesenta años; llevo conmigo la experiencia de mis años que no he vivido para pasármelos durmiendo. Jamás en mi vida tuve un día de descanso y no habrá tampoco vacaciones; mi espíritu se halla continuamente despierto. Y por esta experiencia mía os hablo a vosotros. ¡Escuchádme!

La época en que vives, juventud de ahora, tiene dos aspectos: ¡una internacional y otra nacional!

Echemos una ojeada sobre el mundo que se extiende fuera de nuestras fronteras:

Dos grandes ideologías dominan el día de mañana. La una toma sus doctrinas de la revolución francesa. Abierta o clandestinamente se la llama comunismo o democracia. A ella le sirven todos los que se preservan de luchar contra el comunismo, igual bajo que pretexto, que se callan cuando se le critica o que incluso hacen callarse la crítica.

Pero yo no la sirvo. Porque yo no la apoyaré ni con mi silencio ni con mi inactividad, cualquieras que sean sus intenciones. Cuando llamó a nuestra puerta al poner pie en España mi preocupación no se echó a dormir. Ahora que ya puede penetrar en Portugal, ahora que ya la siento en Portugal, disfrazada de combatiente por la “libertad de las naciones” y de la civilización católica, resuena más penetrante mi grito de alarma. Pero ante el silencio que guardan frente a mi protesta partidos y personajes de los que nunca hubiese soñado que pudieran prestarse a compromisos peligrosos suena más grave todavía.

Confío en Dios que el dragón bolcheviquista será aniquilado por el puño férreo de Alemania y de sus aliados para disgusto de los cómplices en Inglaterra y en los Estados Unidos.

¡Ay de nosotros, si no sucediera así! Significaría una hecatombe apocalíptica o el derrumbamiento total de nuestra cultura.

Sé que hay hombres jóvenes infectados por el veneno del bolcheviquismo. Algunos entre ellos se me han confesado francamente y me han rogado de aclarar las cosas. Conozco sus escritos, sus libelos, sus periódicos, su actividad. No os aborrezco, os lamento; no os desprecio, os compadezco. Pero aborrezco y desprecio a los que os envenenaron: a los catedráticos que propagan el “espíritu científico” que representan; a los escritores responsables que no vacilan en pervertir la inocencia de la juventud y que no ven o no quieren ver donde está el origen del mal.

El bolcheviquismo es el enemigo arrebatado de nuestra cultura, el enemigo de nuestra patria, del orden de la familia, de la existencia nacional, de la grandeza de nuestro pasado y de las esperanzas justificadas en nuestro porvenir.

Luchar contra él es nuestro deber y vuestro también. Es el deber de todos. Luchar contra él es defender el honor de nuestras madres, de nuestras mujeres, de nuestras hermanas y de nuestras hijas; es defender, el honor de nuestro país, de nuestros hermanos, de nuestros hijos; es defender nuestra fe intrínseca, la belleza de nuestras catedrales, el valor de nuestros palacios y la hermosura encantadora de nuestros hogares; significa en una palabra defender al pueblo que sufre y trabaja contra las tentaciones diabólicas de sus instintos y las seducciones criminales de su flaqueza.

Ya oigo algunas voces que sostienen la teoría absurda que no nos podemos declarar a favor de Alemania, porque esta cruzada que se inició contra el comunismo y que hace falta llevar a un término, no es otra cosa que destrucción y ruina. ¡Bien dicho! pero mañana, cuando la Alemania victoriosa con sus aliados preguntará al mundo donde estuvieron, mientras que en los duros combates del Este sacrificaba la sangre ardiente de su juventud mejor, entonces no deben asombrarse, si primero muestra su amistad a los que estuvieron a su lado. Es evidente que Alemania, cuyo destino entero está en juego en esta guerra del Este, mañana, cuando haya logrado su victoria como yo lo espero en nombre de Dios, recordará las simpatías de los que la rodean y apartará la vista de los que se escondían tras las máscaras.

Podéis contestarme: ¿Qué sucede si Alemania queda vencida? Y yo os contesto: Si Alemania queda vencida triunfa Satanás. Con él haga un pacto quien quiera; pero quien quiere servir a Dios no podrá hacerlo jamás. Si Alemania queda vencida, mueren la cultura y la religión.

La filosofía bolcheviquista o “democrática”, representada actualmente en Europa por Rusia e Inglaterra, en América por los Estados Unidos, se opone a la idea del estado autoritario que en Europa representa en primer lugar la Alemania de Adolf Hitler e Italia con su rey y Mussolini.

Llamad a esta filosofía una reacción antirrevolucionaria, antidemocrática, antiliberal, antiparlamentaria, en una palabra antibolcheviquista.

Esta reacción tiene en cada país en que surgió un aspecto especial según su particularidad y su posición en el mundo.

Pero existe un espíritu común y precisamente esta base común es la que hace falta asegurar a todo trance.

El nuevo orden del que se habla actualmente aun no está fijado en sus detalles. Pero en estos tiempos inestables de guerra que deciden sobre el porvenir, los combatientes de la nueva Europa cumplen su deber y esta juventud reparará las devastaciones del régimen democrático-bolcheviquista. Mi opinión es evidente: Soy contra la democracia y el bolcheviquismo; soy contra todos los que le ayudan y le apoyan directa o indirectamente.