Alférez
Madrid, 30 de abril de 1948
Año II, números 14 y 15
[página 11]

Barcelona universitaria

Barcelona es ciudad contradictoria. Esto no se le ocurre al visitante que cale poco hondo en ella, ni al barcelonés que sólo la vea con ojos cotidianos. Sin embargo, la capacidad de «admiración», superponiendo ambas perspectivas, proporciona este agridulce descubrimiento.

La ciudad misma es poco recatada en este aspecto, al mostrarnos sus magníficas y cosmopolitas posibilidades urbanísticas, faltas de coronamiento monumental arquitectónico.

La Universidad barcelonesa, espolón intelectual de España asomado a Europa, aun no hace honor a la luminosidad helénica del Mediterráneo, ni a la fecundidad industrial de sus comarcas. Por otra parte, el universitario barcelonés acomodado se suele caracterizar por su frivolidad, y el de procedencia humilde, por limitarse a la preparación decorosa de sus asignaturas. La inquietud intelectual hace presa, especialmente, en los venidos de otras ciudades catalanas.

Barcelona aún no ha asumido el papel cultural que le corresponde de hacer trascender lo local, dándole conciencia de lo universal, y ello repercute, en su población universitaria.

La inquietud artísticoliteraria predominante en ella no deja de adolecer, en la mayoría de los casos, de dilettantismo y falta de espíritu de cooperación, aunque es fácil encontrar interés, susceptible de encauzamiento, por temas políticos y filosóficos.

No obstante, las posibilidades inéditas del ambiente universitario de Barcelona son magníficas y susceptibles de desenvolverse con fecundidad y solidez tan pronto tropiecen con franquía de horizontes. Actualmente se ven cohibidas por la falta de instituciones universitarias. Un Colegio Mayor les brindaría calor, colaboración por parte del profesorado –también difícil de encontrar– y apoyo mutuo entre los universitarios. Contribuiría extraordinariamente a la amplitud de visión la convivencia con la juventud universitaria hispanoamericana. En pocas palabras: el ambiente universitario barcelonés está virgen y sin roturar. Puede asimilar las iniciativas y desarrollar las actividades que se le consagren.

Con ello, la próspera Barcelona podría empezar a sacudirse una de sus contradicciones: la falta de categoría social de lo intelectual. Un día se diría en la reuniones: «Le presento a don Fulano, Profesor encargado de curso en la Universidad.» En vez de: «He aquí al señor Tal, que conocí este verano en Tossa.»

J. P. B.


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