Filosofía en español 
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Mitos

Francisco Trinidad Solano

En defensa del misterio
(Con una mirada esperanzada al próximo Congreso de Brujología)

En una ocasión, Torrente Ballester intentaba explicar el, para él, incomprensible funcionamiento del magnetófono mediante una bruja que, desde sus entrañas, determinase las palabras brotadas del aparato. Curioso, sí. Pero, a la vez, intrigante: y transitivo de algo que desde hace tiempo pretendo indagar: cómo la explicación lógica de los hechos deja paso a su constatación empírica y aceptación práctica; o, en otro campo, cómo la realidad se interpreta mediante procedimientos irreales y, cómo estos procedimientos no abandonan cierta dosis de buen humor desmitificador.

Parecería que el estructuralismo, con su fórmula aparente de “eso está ahí y vamos a ver cómo”, hubiera desembocado en algo similar a “eso está ahí y Dios –brujas, fantasmas, mitos, sueños, cábalas...– sabe cómo”. Y de ahí, a descifrar su génesis por un proceso mágico.

Pienso que esto bien pudiera ser un símbolo de nuestro tiempo; al menos, del tiempo de unos jóvenes que nos hemos cansado (o estamos a punto de ello) de unos ismos más o menos metologizadores y con pretensiones racionalistas y científicas apuntando siempre al rigor y a la seriedad. Quizás, por ello, que, entre otros, Genicio pinte brujas, Lombardía xanas y familiares próximos, Fémaca ande metido en los atolladeros de la Biblia y el Corán, y algunos de nuestros novelistas traten de racionalizar los mitos que es una forma humorística de interpretar la realidad como una ficción científica. Y todo ello unido a una profusión editorial de temas fantásticos, mitológicos, de ciencia-ficción, policíacos, y un etcétera así así que nos habla de una regeneración de la fantasía y de “un universo de invisibles” que parecen querer sustituir la grosera capa de realismo literalista que por un tiempo quiso y casi pudo invadirnos.

¿Podemos decir que la imaginación pretende abrirse paso: o bien, que se le están franqueando las puertas; o acaso, que esto sea un sarampión que yo me empeño en sistematizar arrastrándole por sus pelos erizados?

La realidad nuestra, tan compleja, tan abultada en páginas de periódicos y revistas, tan analizada y diagramada, tan economizada, tan, en fin, real; nuestra realidad, vuelvo, necesita un pequeño rescoldo de insensatez, humor e inverosimilitud que la hagan más llevadera. Creo. O, al menos, que nos permitan alejarnos un poquitín (aunque sólo sea el momento de leer que una bruja malévola convirtió a Ángela Davis, por ejemplo, en una bella durmiente que fuera despertada por el viento de cañones que atronaba el bosque de su calma; es un decir) de tanto jaleo como nos organiza la televisión en sus informativos, de tanto fútbol de figuras de barro o marfil, según las fichas y traspasos, de tantísimos aplausos como se oyen en inauguraciones de manantiales de néctar y ambrosía, de tantos y tantos y retantos follones como se arman para que uno, que sólo desea tener un momento libre para leerse a Marcial Lafuente Estefanía, no tenga más remedio que agarrarse a él y así poder echarse, por lo menos, un sueño con muchas pesadillas. Y si, en definitivas cuentas, la realidad no va a ser mejor así, sino la misma, y con el riesgo de aparecer más desalentadora tras el regreso de un paseo con Hoffman o Las mil y una noches, es preferible, sin embargo, pensar que la contaminación de marras proviene de que Vulcano ha ampliado su fragua y ha colocado una chimenea en cada esquina, a encolerizarse, o atemorizarse, con historias de pajarillos muertecillos y con la visión abrumante de las fábricas, coches, máquinas y hasta estornudos que esta realidad de cada hora nos está deparando (y nos depara, vamos).

Realmente, la salida fantasmagórica, espectral o mágica resulta más cómoda. Pero además da pie, y salida, para una interpretación irracional de lo que pretende ser racional; interpretación que llevaría de la mano a una indagación intelectual cuyos últimos ecos podrían llegar incluso a revolucionar y/o humanizar una forma de cultura que pretende profesionalizar y especializar al individuo, quizás creando hombres de una sola dirección, o tal vez haciéndoles montar en un tren con sólo una estación de llegada que, para más jibar la pava, sería la de estipulación de dividendos, salarios mínimos, tarifas de venta y sueños de lechera. (Tal vez algún día, si el diablo cumple el cometido de su pacto con las brujas, podamos ver, junto al grueso y aburrido tomo de matemáticas de un estudiante de carrera superior, una sencilla edición del Banquete de Platón, o un volumen en rústica de cualquier fantasía de Alvaro Cunqueiro).

Por de pronto pienso que nuestra cultura (si es verdad que está en crisis, por eso; y si no lo está, por si acaso) bien merecería un poco de dialéctica interna, de oposición de contrarios y de llamar a las cosas por otro nombre para que no suene tan feo.

Francisco Trinidad Solano