Filosofía en español 
Filosofía en español


Ramón García de Castro

Recuerdo de Fernando Vela

En Vela, había un biógrafo magnífico en potencia. Como en esta vida no se puede ser todo, nos dejó solo tres muestras de su capacidad: las breves biografías de Mozart, reeditado como número dos de Alianza Editorial, muy justamente, y la de Talleyrand, en la colección Atlas, y en esta misma Editorial Los Estados Unidos entran en la Historia, que además es una exposición de la vida de Roosevelt, es una panorámica muy sugestiva sobre los Estadas Unidos, en una fase capital de su Historia.

Ya bastante avanzado su ciclo vital, en 1951, contando 63 años realiza una visita de quince días en el verano a Inglaterra, invitado junto con otros escritores y periodistas.

Las breves impresiones viajeras que recoge en Circunstancias son aperitivo que nos abre el apetito, que desgraciadamente no podemos saciar.

Los temas son los habituales: las comidas, el idioma, la Abadía de Westminster, el proceso de socialización –estamos en etapa laborista–, &c. Al terminar de leer el medio centenar escaso de páginas de estas notas de viaje –que él hubiera querido fueran más de vagabundeo–, se nos trasluce la profundidad, la sugerencia, y sugestión de Vela. Nos invade ese estado de ánimo que él mismo describió tan bien: queremos llegar pronto al final arrastrados por la amenidad y al alcanzar la meta sentimos el tirón de continuar.

Vela, además, para usar la expresión de su amigo Marías, tiene aquí –como en otros muchos trabajos– “calidad de página”.

Estas impresiones inglesas, nos decía uno de los mejores conocedores de su obra, nos hacen recordar que estamos ante un escritor de clase, ante un escritor muy europeo sin perjuicio, naturalmente, de su gran españolía.

Es curioso indicar que estas páginas se alinean con las de otros destacados paisanos suyos, Pérez de Ayala, Pedro Penzol y Rafael de Luis. Es posible que lo más agudo y ameno que se haya escrito en nuestra patria sobre Inglaterra se deba a ellos (Tributo a Inglaterra, de Ayala; Escritos, de Penzol, y las Crónicas, que debieron recopilarse, de Rafael de Luis, dan testimonio de lo que decimos).

“Agudeza y arte de ingenio” reza un célebre título de Gracián. Vela, hombre fundamentalmente serio, fue también lúcido e ingenioso. Como muestra de ello podríamos citar sus reconstrucciones “Un día de Clarín” y “Un día de Jovellanos” –dos breves y deliciosos artículos, el último de los cuales y en honor a la publicación en que aparecen estas líneas, bien me agradaría reproducir– y sobre todo su presentación del prestidigitador Díaz Moreu –que actuó en la revista de Occidente– “Prestidigitación y literatura”, contenida en Circunstancias y que es un modelo de dominio expresivo y de sutilidad conceptual en ingeniosísimo maridaje.

Escritor y periodista

Se dice que el periodismo ha arrebatado muchos libros. Pero también podríamos decir que una gran parte de la mejor literatura española, moderna y contemporánea se nutre de libros que originariamente fueron artículos. Azorín, Maeztu, Unamuno, Ortega, D'Ors y tantos más son ejemplos cimeros. Lo malo es que no sólo no hayan quedado en franquía para escribir libros acaso largamente acariciados, sino que su valiosa e inmensa labor esté sepultada en las hemerotecas. Nombres como los de Mourlane Michelena, Eugenio Montes, Luis Calvo, &c., &c. y nuestro Fernando Vela, cuya obra recopilada no guarda ni siquiera la relación que hay en el iceberg entre lo que aparece y lo sumergido.

Él mismo sintió este problema de un modo muy vivo por lo que en la brevísima nota preliminar de El grano de pimienta escribe lo siguiente: “Las condiciones de la vida literaria española obligan al escritor a gastar buena parte de su esfuerzo en artículos de periódico y revista y desparramar su atención sobre innúmeros temas dispares. Esta dispersión tiene sus ventajas porque impone una curiosidad universal, una observación constante del mundo contemporáneo, el atisbo de lo que nace, lo que perdura, lo que decae y desaparece. El escritor español no puede encerrarse en su poesía, su novela o su filosofía: tiene que estar 'al tanto' de todo y hablar de ello. Este libro es un resultado de esa forzosidad”.

Vela podemos decir que se quemó en el periodismo, al que fue leal a lo largo de toda su vida. Necesitó siempre, como todo gran hombre de prensa, tener varias publicaciones que recogieran su alertado vivir. Revista y periódico: lo efímero y lo fugitivo que centellea un poco más. Primero fueron las publicaciones asturianas ya citadas, luego lo que para usar el título de un libro muy documentado, Las empresas políticas de Ortega y Gasset, que tuvieron un potente sustentáculo en la prensa. Habrá, por tanto, que ir a espigar a El Sol y al efímero Diario de Madrid, del que fue director y a los semanarios Luz y Crisol. Y naturalmente a la Revista de Occidente, de la que junto con el no ha mucho desaparecido Marichalar, es el colaborador más fecundo, rondando el medio centenar de colaboraciones en la primera época y catorce en la segunda, de la que sólo alcanzó un cuatrienio. Como dato significativo señalemos también que después de Ortega es Vela el más citado en la monografía de Evelyne López Castillo La Revista de Occidente y la formación de minorías, tesis doctoral presentada en la Sorbona recientemente y que viene prologada por el hispanista Jean Bécarud.

Después de la guerra Vela encuentra su hogar periodístico en el España de Tánger, que dirige Samuel Cohen y donde se dan cita una serie de escritores independientes, entre los que citaremos a Vázquez Zamora y a los asturianos Juan Antonio Cabezas, Manuel Suárez Caso y Juan Vega Picó. También colaboró habitualmente en Mundo, que dirigía Vicente Gallego y donde llevó mucho tiempo la sección “Las ideas y los hechos”.

Sabemos también que algún gran rotativo madrileño le invitó a colaborar en él con las mejores condiciones económicas, pero rehusó.

Todo esto nos lleva a su vez a una de las características fundamentales de nuestro hombre: su gran laboriosidad. Como todos los traperos del tiempo no debía ser dormilón. La capacidad fue tremenda y más aún si consideramos que no tuvo excesiva rapidez lectora, a lo Menéndez Pelayo... o a la de los hodiernos procedimientos americanos en un artículo delicioso –y este adjetivo tan orteguiano se le puede aplicar muchas voces– “Lea usted más de prisa” (publicado en el Boletín de la editorial de la Revista de Occidente, que sospecho debía llevar unipersonalmente, de hace ya un cuarto de siglo), nos informa muy donosamente y demostrando asimismo una capacidad de antelación considerable. Héctor del Valle reconoce que su velocidad lectora estaba a la altura de un alumno de bachillerato, pero no le importa mucho. “No: la lectura es un goce lento, un paladeo moroso. Es lectura y relectura a un tiempo. Recomendaríamos, al contrario que Lewis –inventor del método de lectura rápido que comenta– leer como beben los pájaros que cogen sólo un buchito y elevan el pico al cielo”. “En la lectura hay dos operaciones: una, leer el libro; otra, dejar que tomen vuelo nuestras reflexiones y ensoñaciones. A veces hemos de abandonar un momento la lectura para dar libre espacio en nuestro interior a esa bandada. El libro no es sólo para saber lo que nos dice el autor, sino también para escuchar nuestras propias resonancias”.

El oficio de intelectual nato y neto está aquí perfectamente comprobado.

Si bien hemos de lamentar que Fernando Vela, por esta dedicación tan intensa a la prensa y también posiblemente por su excesiva modestia, no nos haya dado bastante más, sobre todo en el ensayo filosófico, hemos de salir al paso de los que dicen a la vista de su escasa bibliografía, que Fernando Vela fue un frustrado o un náufrago. Fernando Vela está ahí, y cuando salgan las tan esperadas Obras Selectas, su nombre se incorporará a la historia de nuestro ensayismo con todos los derechos. Pero esto con ser muy necesario, no es suficiente. La recuperación de Fernando Vela tiene que pasar, como la de tantos otros colegas, por la zambullida de las hemerotecas, por una tenaz labor de búsqueda y de criba. A él, que tanto seleccionó para nosotros, habrá también que seleccionarlo, pues rindió tributo, como buen periodista, a la actualidad.

Ramón García de Castro