Filosofía en español 
Filosofía en español


José María González García

Carta Abierta
La creación de la Fiesta de la Raza
¡No se puede con usted, señor Crespo!…

Sr. D. Hilario Crespo, ex concejal del Ayuntamiento de Madrid e industrial.– Madrid.

Muy señor mío: Esperaba, después de la aplastante argumentación de mi respuesta a su «Carta abierta» de 3 del actual, que usted contestaría rindiéndose –como cumplía a un hombre de buena fe y caballeroso– a mi claro derecho y haciendo las debidas protestas para quedar relativamente bien, ya que en su primera carta decía usted que «era en absoluto inocente de la usurpación que se le imputaba; que usted no conocía mi intervención en el asunto y no se le podía recriminar procediendo recta y noblemente por haber silenciado mi iniciativa». Pero vista la inaudita pretensión de su nueva carta, que le descubre a usted tal como es, le daré hoy una digna y última respuesta.

¿Olvidó usted ya lo que dijeron en estos días el respetable Jefe de Gobierno, general Berenguer, enterado por mi libro El Día de Colón del asunto, y el ex ministro señor Francos Rodríguez, dignísimo y justiciero presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid? Esas autoridades son supremas e inapelables en el patriótico asunto de mi iniciativa, Sr. Crespo; no lo olvide usted. ¿Por qué no nos cuenta usted en su nueva carta la respuesta del ilustre Francos Rodríguez a la reclamación que decía usted le hizo en su carta el día 3?

Al presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid acudí yo en carta del 24 del pasado, enviándole las pruebas que tengo del reconocimiento por su digno antecesor, el inmortal Moya, de mi noble iniciativa que creó la Fiesta de la Raza, «para que amparase mi derecho de iniciador de esta Fiesta con algún acuerdo o declaración que impida en lo sucesivo toda usurpación como la que ahora se intentó», y le decía: «Desde que, muerto el gran Moya, dejé mi colaboración en Heraldo de Madrid y de recibir en el 12 de Octubre de los sucesivos años el recuerdo con que me honraba el inolvidable y glorioso maestro, a título de iniciador de esa Fiesta, se aprovechó de tal silencio un ex concejal de Madrid, con notoria desaprensión, para hacerse pasar por iniciador de la Fiesta de la Raza. Creí yo que a la publicación de mi libro tendría ese hombre el pudor de desistir de esa ridícula e imposible usurpación, que calificaron merecidamente Cotarelo, el insigne secretario perpetuo de la Real Academia Española, al que entregué i obra, y e1 director de la Real Academia Hispano-Americana, D. Pelayo Quintero; pero no: todavía mantiene –temeraria e injustamente– en el 12 de Octubre de 1930 su menguada pretensión.» Al digno requerimiento de esa carta, contestó el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, solidarizándose conmigo «para reivindicar desde el próximo 12 de Octubre en Madrid a favor de usted –me escribió en su carta del 28 del Octubre–, como es de justicia, la iniciativa feliz del establecimiento de la Fiesta de la Raza.» «Conozco a D. Hilario Crespo –escribió textualmente el insigne maestro del periodismo español Francos Rodríguez– y sé que intenta achacarse tan patriótica iniciativa, pero nunca le concedí importancia, porque todos cuantos nos preocupamos de hispanoamericanismo sabemos a qué atenernos y adjudicamos a cada cual el papel que le corresponde.»

Al enviar a mi querido maestro –después de darle anteriormente las debidas gracias por su edificante apoyo a mi honesto derecho– un recorte de EL CARBAYÓN con la «Carta abierta» que me dirigió usted y con mi respuesta, escribí a D. José Francos Rodríguez, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, en carta de 7 del corriente, refiriéndome a usted, Sr. Crespo: «Quiso justificarse torpemente, alegando que ignoraba lo publicado por la Prensa sobre mi iniciativa. Y ¿no ve ese buen señor que aun así tendría que dar cuenta también de la usurpación a la Unión Ibero-Americana, que empezó a secundar mi idea con innegable publicidad, y a la que el D. Hilario Crespo plagió en su propuesta del 12 de Octubre de 1916 al Ayuntamiento, hasta en la denominación de 'Fiesta de la Raza', lanzada aquel año 1913 por nuestro paisano D. Faustino Rodríguez San Pedro, entonces presidente de esa benemérita Sociedad americanista de Madrid?»

¿Qué calificativo merece el hombre que empieza su réplica de hoy escribiendo falsamente que yo mismo confirmo con mis alegatos cuanto él afirmaba en su anterior carta? ¿Qué debe decirse del hombre que mantiene hoy su fantástica pretensión después de ver en mi libro El Día de Colón y de la Paz las pruebas irrefragables de mi iniciativa, que ocupan 77 páginas, donde hay textos de hombres tan austeros como Maura y de gobernantes de América como Wilson y José de Diego y tan autorizados como los de la Prensa de España y de Hispano-América, del Primer Congreso Periodístico Hispano-Americano, celebrado en Cádiz en 1912 durante las fiestas del Centenario de las Cortes y documentos de la Real Academia Hispano-Americana, que nos envió en 1913 testimonio de eterna gratitud en nombre de España y de América por la creación de la Fiesta del 12 de Octubre, y en cuyo libro se lee, en las páginas 66 y 67, que en el Congreso de los Diputados se ha dicho en mi honor, al proponernos al Gobierno de S. M. para una recompensa: «fue don José María González y García ('Columbia'), periodista español, el iniciador, como todos sabemos, de la llamada 'Fiesta de la Raza', el que, en 6 de Octubre de 1912, lanzó por vez primera, en el Diario de Cádiz, con ocasión del Centenario de las Cortes del mismo nombre, la idea de instaurar el 'Día de Colón', ofrendándola a los Gobiernos de España y de la América latina?»

Su desatinada obstinación y aspiración, señor Crespo, constituye lo que en Derecho se llama «temeridad y mala fe».

Usted no puede alegar ignorancia en el asunto. ¿Cómo siendo concejal en Madrid no iba usted a leer la Prensa de la Corte, que tanto habló desde 1912 de nuestra iniciativa, y cómo iba usted a desconocer la propaganda de Unión Ibero-Americana, de la que tomó usted la denominación de «Fiesta de la Raza»? ¿Por qué no contestó usted a lo que escribieron El Mundo y Heraldo de Madrid en honor mío cuando usted fue condecorado en 1920, diciendo que «no era usted el iniciador de la Fiesta Nacional del 12 de Octubre»; que el iniciador era yo? Su silencio de entonces y sus actos de hoy evidencian la fe con que procede usted.

Como mi derecho estaba reconocido y era imprescriptible, esperé tranquilo a la publicación de mi libro, y de este lapso de tiempo se aprovechó taimadamente usted para dárselas de «iniciador».

Después de la reclamación que en 1927 hizo Unión Ibero-Americana contra usted al Ayuntamiento de Madrid, acudí yo en este año al periódico ABC de Madrid, cuyo Consejo de Redacción me contestó por medio del secretario, señor Marimé, con fecha 3 de febrero, que me dirigiera al Alcalde de Madrid, reivindicando el derecho al reconocimiento de mi iniciativa que creó la Fiesta Nacional del 12 de Octubre. Contesté al ABC que preparaba un libro sobre el asunto y ahí está ya el libro, señor Crespo, y acabó ya con eso toda punible detentación. Al salir mi libro, lo envié al señor Alcalde de Madrid, con una digna carta hablando de la Fiesta que iniciada por nosotros como periodista español y americano, en el Centenario de las Cortes de Cádiz en 1912, fue secundada por España y América y por ese Excmo. Ayuntamiento, que empezó a prestarle su brillante concurso en 1917, como referimos en las páginas 15 y 16 de El Día de Colón y de la Paz. El marqués de Hoyos, ilustre alcalde presidente del Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid, nos contestó en carta del 24 de Abril honrando mi iniciativa, sin acordarse para nada de usted. No tomé delicadamente parte este año en la Fiesta del 12 de Octubre en Madrid, pero lo haré en adelante con mi justo título honrado hoy por el requerimiento del ilustre presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid.

¿Qué honestidad y seriedad es la del hombre que habiendo pedido con la Unión Ibero-Americana en su propuesta de 1916, que se denominara al 12 de Octubre «Fiesta de la Raza», escribe en su carta de hoy: «Parece ser, señor González, que lo que usted había propuesto, coincidiendo conmigo y con otros muchos más, es que a la Fiesta del 12 de octubre se la denominase 'Día de Colón'»

¿Y qué nos cuenta usted con que haya hablado como concejal ante su majestad el rey en la fiesta celebrada el 12 de Octubre de 1919, en el Ayuntamiento de Madrid? Eso será un gran honor para la familia de usted, señor Crespo, pero no dice nada a la cuestión que he esclarecido. Eso es parecido al cuento que usted nos hizo de los honores y las suscripciones que recibió de concejales de su tiempo en Madrid, y como el «discurso» que nos enjaretó en su última carta sobre las denominaciones del 12 de Octubre y la canonización de Isabel la Católica. Es usted un elocuente divagador. Aquí de lo que se trata es de la prioridad de las iniciativas. Yo empecé en 1912 y usted en 1916, y ya no hay cuestión: «usted no es el iniciador». Y lo mismo le digo de su cándida argumentación sobre el discurso del presidente de la Unión Ibero-Americana en 1918, en Madrid. ¿Quería usted que le siguieran en sus chabacanas jactancias a usted? Bastante tenían con que el Ayuntamiento les había secundado; el ilustre Ayuntamiento de Madrid tenía más medios que Unión Ibero-Americana para dar más brillantez a la celebración del 12 de Octubre y por eso se la entregaron; pero ya ve usted, por si acaso, lo que hicieron en 1927…

¿Y no vio usted lo que decían uno y otro año sobre la iniciativa en la revista de la Unión Ibero-Americana?; ¿qué es lo que lee usted, y cómo lo lee, que no se entera, señor?

Creeríase leyendo el final de su carta que usted fue el primero, el más grande y el único americanista. ¿No comprende usted, señor Crespo, que antes que usted saliera a la palestra como concejal, en 1916, ya llevaban el ideal de América en España hombres de otra altura mental y de otra representación patria, como Canalejas, Moret, Maura, &c., patriotas como Labra, Moya, Altamira, &c., &c., estadistas y grandes hombres y escritores de España y de América, que preparamos este feliz resultado de nuestra unión, para la que nos entrevistamos en 1912, en el Centenario de las Cortes de Cádiz, donde yo formulé con tal alcancé la Fiesta del Día de Colón?

Antes que usted obrara, ya habían secundado mi iniciativa la República Dominicana, que se dirigió el 20 de noviembre de 1912 a todas las demás Repúblicas de América, Puerto Rico, Guatemala, Paraguay, El Salvador, Uruguay, Ecuador, Argentina y Perú. ¿Qué le parece a usted? Ya todo el mundo de América y nuestra patria nos seguía.

Es usted muy «hábil» en el final. Después de achacarse fantásticamente mi iniciativa, desea que no haya más discusión sobre esto. Lo moral y edificante, señor Crespo, es hacer justicia. No ha habido otros presuntos iniciadores, como falsamente dice usted. Todos los que han salido, después de 1912, figuran en el libro El Día de Colón y de la Paz y todos fueron más discretos que usted: callaron o se rindieron a mi derecho.

Hemos terminado. Por mi puede usted titularse lo que quiera, pues yo no le contestaré más. La iniciativa queda ya reivindicada, sus cartas irán a El Día de Colón, y, con esto, «pasará usted a la Historia» en el concepto que merece, don Hilario.

Se despide de usted hasta el 12 de Octubre próximo, si Dios quiere, en cuyo glorioso día puede usted presentarse con todos los honores que tiene ante la estatua de Colón en Madrid, y estrechar la mano de su seguro servidor, así como de España y América.

José María González (Columbia)