La Censura. Revista mensual
Madrid, mayo de 1845
año I, número 11
páginas 84-86

Historia

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Monita secreta de los jesuitas

o instrucciones reservadas de los padres de la compañía de Jesús,
compuesta por el P. Claudio Aquaviva.

En Francia es moda ahora entre la turba irreligiosa y los iniciados de la secta filosófica [85] calumniar y denigrar a las órdenes regulares y determinada y principalmente a la compañía de Jesús: claro está que en España había de responder acorde el rebaño de serviles imitadores a las destempladas alharacas de los maestros del otro lado de los Pirineos. De ahí las repetidas traducciones del infamatorio y sucio libelo de Eugenio Sue: de ahí tantos y tantos otros escritos contra los jesuitas, idénticos en el fondo, aunque diversos en las formas. En consecuencia con una respuesta sola quedan todos contestados; y no hubiéramos nosotros vuelto a tomar la pluma para censurar los nuevos libelos que se publican o publicaren más adelante contra aquellos célebres religiosos, si sus adversarios no tuviesen la osadía de querer revestir la injuria y la calumnia con los atavíos de la verdad y de la historia. Por esta razón vamos a decir algo del cuaderno cuyo título queda estampado arriba; y por lo mismo no nos despedimos tal vez de tocar nuevamente este punto si lo exigiere la ocasión.

Advenedizo debe ser en la república de las letras el editor de las falsas Instrucciones reservadas, cuando a lo que parece no tiene otra noticia de ellas que la edición portuguesa hecha el año 1827 en Río Janeiro. Es menester mucha confianza en la ignorante credulidad de ciertos lectores para venirse con tales antiguallas y darlas por flamantes novedades. Ejerciendo nosotros una obra de misericordia vamos a manifestar unos cuantos datos históricos, no fantásticos, acerca del célebre libelo en cuestión; y así quedara patente la buena fe de los que por odio, inconsideración o especulación trafican en libros calumniosos y denigrativos contra corporaciones sagradas e individuos bajo muchos conceptos respetables.

El famoso bibliógrafo Barbier, bibliotecario que fue de Napoleón y Luis XVIII, y sujeto por cierto nada parcial en favor de los jesuitas, dice en su Diccionario de los anónimos y seudónimos (t. III, núm. 20.985): «Monita privata societatis Jesu, obra apócrifa que se publicó probablemente en el año 1617 o 1618, porque en este último la refutó ya Gretzer, y la atribuyó en diferentes lugares a un polaco plebeyo. Mylius (t. II, p. 1356) dice que este autor se llamaba Gerónimo Zaorowski, y fue expulsado de la compañía por los años 1611. Se publicó una traducción francesa de esta obra en los Secretos de los jesuitas, Colonia, 1669, en 12.º, reimpresos bajo el título de Gabinete jesuítico. Juan Le Clerc dio a la prensa otra traducción con el texto latino en el suplemento de las Memorias de Trevoux, mayo y junio de 1701. Existe una edición particular bajo el título de Intrigas secretas de los jesuitas, traducidas de MONITA SECRETA &c., Turín, 1718, en 8.º Esta misma traducción con algunas variantes y el texto latino se reimprimió bajo el título de Secreta monita o instrucciones secretas de la compañía de Jesús, Paderborn (París), 1761 en 12.º»

Aquí tenemos descubierto el origen del libro apócrifo, que ha servido de fundamento a la calumniosa novela del Judío errante. Pero sigamos nuestras indicaciones.

Hay monumentos auténticos que atestiguan la verdadera fecha de la aparición de este libelo anónimo, la indignación que causó, y la condenación fulminada contra él. En 14 de julio de 1615 el obispo de Cracovia Pedro Tylicki abrió causa jurídica contra el presunto autor de la obra Gerónimo Zaorowski. En 14 de noviembre del mismo año Francisco Diotallenius, nuncio del papa en Varsovia, corroboró con su autoridad la del susodicho obispo para la misma causa. En 20 de agosto de 1616 Andrés Lipski, administrador del obispado de Cracovia por muerte de Tylicki, condenó este escrito como libelo disfamatorio. Ya le habían condenado los cardenales y la congregación del Índice en 10 de mayo de 1616; y en 16 de marzo de 1621 se mandó por otro decreto de la misma congregación incluirle en el índice de libros prohibidos, como se lee en él actualmente.

Véase además lo que el conde Juan de Ostrorog, palatino de Posnania, que tenía todos los motivos de estar bien enterado, escribía a sus hijos en una carta impresa en Neiss de Silesia el año 1616: «No ha habido nunca un escrito con mas perversidad que el que acaba de publicar un impostor anónimo, hereje o falso político, bajo el título de Instrucciones secretas de la compañía de Jesús. Este impostor no ha podido encontrar en los individuos de la orden ninguna cosa que se prestase a una acusación contra la justicia y las buenas costumbres, porque la misma evidencia de la verdad le hubiera convencido de mentira; pero cegado por la pasión y el deseo de hacer daño a la compañía, y queriendo a toda costa probar a derribarla, ha tomado el partido de acusarla de hipocresía en presencia del universo.»

Concluiremos con una observación sobre una de tantas falsedades de este libelo. [86] Dícese que las famosas Instrucciones secretas no deben revelarse sino a los religiosos profesos de más dignidad y ciencia, para que los otros puedan, en caso de traslucir los seglares alguna cosa, afirmar bajo juramento que no existen tales instrucciones; es decir, que los más de los jesuitas que ha habido en el mundo, han sido dirigidos siempre sin echarlo de ver por unas reglas diametralmente opuestas a aquellas cuya observancia habían jurado, y que creían realmente seguir en la práctica. Pero sin insistir sobre este absurdo ¿cómo es que las Instrucciones secretas denunciadas en Europa desde el principio del siglo XVII han quedado todavía secretas? ¿Cómo es que no se encontró nada que se parezca a ellas, en los archivos de los jesuitas a la época de su abolición en Portugal, Francia y España, cuándo se cogieron todos sus papeles, aun los más secretos, y se hicieron las pesquisas más minuciosas con el piadoso fin de imputarles crímenes? Pues a pesar de tantas razones y de tantos irrefragables monumentos que condenan las calumnias y mala fe de sus adversarios, no cesarán estos en su depravado intento.

 


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Monita Secreta
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