La Censura. Revista mensual
Madrid, mayo de 1845
año I, número 11
página 87

Historia

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Micromegas,

historia filosófica: por Voltaire.

Micromegas, mozo de ciento veinte mil pies de altura, que habitaba la estrella Sirio, emprende un viaje al planeta Saturno, y luego en compañía de un morador de este continúa sus correrías y tropieza con la tierra, cuyos mares le parecen arroyuelos y las montañas granillos de arena puntiagudos. Toparon casualmente con un navío en el Báltico, y habiéndosele puesto en la palma de la mano el habitante de Sirio, comenzó a observar a los hombres de la tripulación, y al fin entabló conversación con ellos y los examinó acerca de varias cuestiones, entre ellas sobre la esencia del alma y la formación de las ideas. Respondieron un peripatético, un cartesiano, un malebranchista y un leibniziano: tocole luego a un sectario de Locke, y dijo:

«Yo no sé cómo pienso: lo que sé es que nunca he pensado como no sea por medio de mis sentidos. Que haya sustancias inmateriales e inteligentes no pongo duda; pero que no pueda Dios comunicar la inteligencia a la materia, eso lo dudo mucho. Respeto el eterno poder, y sé que no me compete limitarle: no afirmo nada, y me ciño a creer que hay muchas más cosas posibles de lo que se piensa.» «Sonriose el animal de Sirio, y le pareció que no era este el menos cuerdo; y si no hubiera sido por la mucha desproporción hubiera dado un abrazo el enano de Saturno al sectario de Locke. Por desgracia se encontraba en la banda un animalucho con bonete en la cabeza, que cortando el hilo a todos los filósofos dijo que él sabía el secreto, que se halla en la Suma de Santo Tomás; y mirando de pies a cabeza a los dos moradores celestes les sustentó que sus personas, sus mundos, sus soles y sus estrellas, todo había sido criado para el hombre. Al oír tal sandez nuestros dos caminantes hubieron de caerse uno sobre otro pereciéndose de aquella inextinguible risa, que según Homero cupo en suerte a los dioses.»

En este tono burlón y satírico está escrita toda la novela, cuya tendencia es rebajar la dignidad de la naturaleza humana bajo la alegoría de los moradores de los globos celestes, e insinuar la deducción de que así como estos se equivocaron creyendo que unos seres comparativamente tan diminutos como los hombres de la tierra no tenían inteligencia, ni pensaban y discurrían con tino, así pudiera suceder respecto de otros entes inferiores a nosotros: más claro, que todo es materia, y que esta puede tener las cualidades que atribuimos al espíritu. Bien terminantemente dice Voltaire en otro lugar, que morir es restituir el cuerpo a los elementos, y reanimar bajo distinta forma la naturaleza.

Conocido el objeto de esta novelilla y el nombre de su autor, excusado parece advertir que no se debe leer.

 


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