Filosofía en español 
Filosofía en español


Suplemento al nº 47 de Cuadernos (marzo-abril 1961)

Reunión de los representantes
de las Asociaciones iberoamericanas
del Congreso por la Libertad de la Cultura
(París, 14-16 de diciembre de 1960)

Los representantes de las Asociaciones iberoamericanas miembros del Congreso por la Libertad de la Cultura se han reunido en París los días 14, 15 y 16 de diciembre de 1960. Esta asamblea fue dedicada esencialmente al examen de las diversas situaciones nacionales y al estudio de la evolución general del continente, en lo que se refiere a los derechos cívicos y al ejercicio de las libertades fundamentales.

Lo decisivo del momento actual es el esfuerzo continuado tendiente a restaurar o estabilizar regímenes democráticos, a garantizar las prácticas de la misión crítica y creadora de los intelectuales, y a favorecer la participación voluntaria de las organizaciones populares democráticas en el progreso social.

Este movimiento general hacia mayores libertades y más grandes responsabilidades se enfrenta a la resistencia de las dictaduras nuevas y viejas, a los hábitos mentales heredados de los períodos militaristas, a la demagogia cultivada por los aparatos totalitarios y a las ideologías dogmáticas que ofrecen una falsa seguridad mental en vez de la inquietud intelectual, motor del progreso.

Las Asociaciones iberoamericanas miembros del Congreso por la Libertad de la Cultura tienen un papel fundamental que desempeñar conforme al espíritu de la declaración de la Asamblea general del Congreso, efectuada en Berlín en junio de este año: «…reafirmar en todo momento y lugar los derechos fundamentales a la expresión crítica y creadora».

Poner a disposición de todos los sectores de la opinión informaciones objetivas; practicar la libre discusión y el estudio independiente; ofrecer a la juventud todas las posibilidades de intervención efectiva en la definición y aplicación de las reformas sociales necesarias, fueron los temas discutidos que suscitaron diversas iniciativas y planes de trabajo.

Entre las declaraciones adoptadas, el texto que se refiere a la situación en Cuba presenta una importancia que desborda el marco de aquel país y representa un elemento determinante en el destino de América.

Declaración sobre Cuba

El Congreso por la Libertad de la Cultura, a raíz del triunfo contra Batista expresó su anhelo de que «el pueblo cubano estableciera el imperio de la ley y diera cima a la creación de una sociedad libre y democrática», y deploró que al año y medio de aquella victoria este anhelo no se viera satisfecho aún.

Los delegados convienen en que la situación cubana se ha agravado, haciéndose ya patente que ello no significa una mera desviación o insuficiencia pasajera, de las que suelen ser incidentales o inherentes a los procesos revolucionarios, sino que entraña una deliberada deserción y perversión de los designios iniciales.

Son muchos ya –y cada día se hacen más numerosos– los cubanos que habiendo participado en la fase conspirativa y armada de la revolución contra Batista, y aun en su etapa primera de gobierno revolucionario, tales como el presidente provisional de la República, el primer ministro, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, el del Tribunal de Cuentas, el secretario general de la Confederación de Trabajadores, comandantes y oficiales del ejército rebelde, se apartan del régimen castrista y toman las vías del exilio o de la oposición clandestina, como protesta contra lo que consideran una traición a los ideales por los cuales lucharon. Los informes que sobre la situación cubana se tienen, no obstante la supresión o falsificación de noticias –característica de todo totalitarismo–, son más que suficientes para corroborar esa apreciación de quienes más directamente han tenido que sufrir las adulteraciones y violencias del régimen actual cubano.

Al lado de los individuos y grupos militantes que en los demás países le hacen conscientemente el juego a la política que ha convertido a Cuba en un satélite de la Rusia soviética y de la China roja y que aspiran a lograr iguales propósitos en el resto de América Latina, existen demócratas genuinos que, no obstante repudiar por principio una política semejante, se aferran todavía a la creencia de que el régimen castrista es sólo un nacionalismo más o menos radical que se encamina mediante reformas económicas y sociales profundas, a una eventual restauración democrática.

Sin duda con la mejor voluntad y sinceridad esas personas son víctimas de un espejismo nada infrecuente en la perspectiva a distancia de tales fenómenos históricos. Deslumbrados por los rasgos externos de redentorismo social y político que éstos a menudo presentan, impresionados por un absolutismo revolucionario que pretende justificarse a sí mismo como intransigente pureza, despistados por una retórica «antiimperialista» que, siguiendo la pauta de Moscú, capitaliza viejos resentimientos de los países subdesarrollados, espíritus sagaces se muestran a veces seducidos al extremo de confundir la propaganda con la verdad y la apariencia con la realidad.

Una ponderación severa y objetiva de los hechos muestra que, por desdicha, la presente experiencia cubana no admite a esta altura una adhesión responsable a tales equívocos. Lo que Cuba padece es, pura y simplemente, un nuevo despotismo de signo fanático que conculca todos los derechos individuales y que depaupera moral, económica e institucionalmente a la nación entera. La democracia y las libertades obreras y sindicales han sido liquidadas y el Estado controla todos los empleos; los partidos políticos, abolidos, con excepción del comunista; la reforma agraria desnaturalizada por la centralización y monopolio estatal; la prensa toda, como también los vehículos de difusión cultural (radio, televisión, &c.), oficializados y sometidos a la más estricta fiscalización; las universidades, militarizadas y los estudiantes perseguidos… Cuba se ha convertido en una vasta prisión política, con más de 20.000 presos procedentes del campo democrático y revolucionario, y en un escenario de barbarie donde bajo el grito de «¡Paredón!» son fusilados casi diariamente jóvenes idealistas, líderes estudiantiles, hijos de la clase obrera y del campesinado, lanzados ahora a la lucha por el rescate de las libertades y de los verdaderos propósitos originarios.

Así la Isla, dominada por el terror y la demagogia por dentro y cada vez más circundada en el exterior por el recelo y la reprobación de los demás regímenes democráticos americanos, ha precipitado a todo el continente en el seno mismo de la guerra fría.

El apoyo popular de que gozó ese régimen, a todas luces extinguido, débese sobre todo a que las rectificaciones y reformas que ha llevado a cabo son de ese carácter más externo, concreto y primario, cuya evaluación se halla al alcance de las mentes menos preparadas, en tanto que escapa a éstas por su misma impreparación la importancia de los estragos que el régimen produce en otros órdenes de valores, vitales e irrenunciables para el ejercicio de la libertad democrática y de los derechos humanos.

Los intelectuales libres saben que ningún ordenamiento es realmente justo, fecundo o simplemente humano si no tiene como núcleo o soporte el respeto efectivo al albedrío que la dignidad misma del hombre reclama, sin más límite que los de la responsabilidad social, legalmente normada. Es más: saben que hasta las conquistas primarias y concretas de naturaleza económica y social, cuando ese espíritu no las preside, resultan a la postre efímeras y entre tanto sirven sólo como forma de engaño con las cuales se ilusiona a los jóvenes y a las masas populares para mejor sojuzgarlas.

Convencidos de todo esto, los delegados y representantes de las Asociaciones iberoamericanas del Congreso por la Libertad de la Cultura, reunidos en París, nos permitimos dirigir nuestra particular exhortación a los hombres libres de todo el mundo y en particular a los intelectuales antes aludidos, instándolos a que movilicen todas sus actitudes críticas para el examen serio y de veras objetivo del hecho cubano. Es lo menos que de ellos puede esperar un pueblo ya sujeto a las convulsiones de la guerra civil y las manipulaciones de un fanatismo que amenaza destruir, no sólo las libertades de Cuba sino las de toda América Latina. No abandonemos a Cuba. Confiemos en que la acción solidaria de la conciencia de América y del mundo contribuirá a que se restablezcan y respeten los derechos humanos y las libertades en la sufriente y noble patria de José Martí.

Dir.-Gérant de la publication: R. Ferrand
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