Cuba contemporánea Revista mensual
La Habana, enero y febrero 1926
 
año XIV, tomo XL
números 157-158, páginas 61-63

El proyecto de un Congreso Iberoamericano de Intelectuales

I · II · III · IV · V · VI · VII

V
A los cubanos

Edwin Elmore

Palabras dedicadas a los encargados de organizar en La Habana
el Primer Congreso Iberoamericano de Intelectuales

Nunca hubo paridad tan elocuente entre la nobleza de una causa y su generoso heraldo.

Antonio Caso os lleva, hermanos de Cuba, la voz de más ponderadas y fuertes vibraciones de un anhelo, por excelencia humano, que ha encontrado en la raza iberoamericana de hoy inagotable fuente de espirituales energías.

Todas las almas generosas miran hoy hacia la América nuestra como un El Dorado del Espíritu.

La América de Próspero –aquella vaga y bellísima Utopía de hace veinte años– es hoy realidad magnífica. Ubérrima, pujante, se impone a la consideración del mundo, por mil modos distintos nuestra raza.

Mas no olvidemos que sus mejores excelencias, como en todas partes en esta hora de tragedia humana, yacen contrariadas y abatidas en el ánimo esforzado de sus sobresalientes hombres. No olvidemos cómo la Inteligencia cayó vencida y eclipsada hace diez años en el mundo entero. No olvidemos que, al clamor universal del sentimiento, angustiado ante el caos de intereses en conflicto a que ha venido a reducirse la suntuosa civilización occidental, aún no ha respondido, en un articulado lenguaje de fe y de esperanza, la voluntad del Bien. No olvidemos cómo, después de la infame guerra de los Imperialismos, la inteligencia y el sentimiento puros han seguido en derrota y las sociedades de los hombres en el cultivo del odio.

Esta literatura de sentimentalismo humanitario tendrá ya vuestros oídos hartos. Es cierto. Los que escriben, los que piensan y estudian y predican no han desperdiciado ocasión de lamentarse, y ya estaréis cansados de escuchar palabras de tantas «lenguas sin manos» como en el romance del Mío Cid...

Pongamos fin a la era candida y estéril del «apostolado solitario» de que hablaba uno de los nuestros: el gran González Prada, tan semejante en los quilates del espíritu a vuestro ínclito Varona; pongamos fin a la palabrería vacua e irresponsable en cuyo derroche impúdico hemos oficiado y empecemos la gran obra depuradora y constructiva que a nuestra generación le corresponde.

Defendamos los fueros de la Inteligencia y del Sentimiento superiores en el seno de la humanidad que ha hecho un ídolo del Dollar. Frente a la creciente marea invasora de las mesocracias mezquinas y miopes, levantemos la torre ideal de una cultura nueva. Es esta empresa, ardua y heroica, destinada a probar definitivamente nuestras energías, la única –oídlo bien– la única esperanza del presente.

Un profeta* de Europa comentaba: «Una generación se ha visto, en la prueba, sacrificada.» Y añadía: «No hablo ahora precisamente de los caídos en los combates. Hablo de los que hoy han de ponerse a realizar, a los cuarenta años, la obra que era legítimo esperar de ellos a los treinta.» «Para algunos –exclama– semejante aplazamiento significa ya la renuncia.»

Si tal se ha dicho de las generaciones jóvenes de la Europa culta y esforzada ¿esperaremos que algo más triste e irreparable se diga de las nuestras?; ante la ruina de tantas esperanzas, frente al aniquilamiento de tanto brote intacto de Bien y de Belleza ¿no sentimos nosotros el calofrío de la muerte?

Cubanos: dejad que unos cuantos hombres de fe y de buena voluntad pongan en la tierra donde aún humea la sangre de héroes puros, donde aún se escucha el eco de la voz de Martí, donde aún se sueña con la Libertad que ningún hábil simulacro suplanta, dejad que unos cuantos hombres «desnudos de todo lo que el mundo llama valor», pero que llevan una luz en el cerebro, implanten la primera piedra de un Templo de Utopía.

Y ya que os veo, en espíritu, recibir este mensaje humilde del más humilde de los vuestros, permitid que os recuerde –aun disonando mi voz entre las del entusiasmo cordial y generoso que os sabrá inspirar, en nombre de nuestra nueva causa, Antonio Caso– permitid que os recuerde una advertencia:

«Procurad para cada gran obra de pensamiento, como para cada gran obra de acción que intentéis entenderos directamente con doce pescadores, sin que vuestro mensaje pase por las manos de doce escribas.»

Edwin Elmore.

Lima, 5 de enero de 1925.

 
——

{*} [Nota del Proyecto Filosofía en español. Este profeta de Europa, cuyo nombre no menciona Edwin Elmore, es Eugenio d'Ors, y todas las citas proceden de su artículo «Glosas. Europa, curada...», publicado en ABC, Madrid, 28 de agosto de 1924, páginas 3-4. La cita final de la carta de Elmore se corresponde también con el final de ese artículo de d'Ors.]

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Congreso Iberoamericano de Intelectuales · Edwin Elmore
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