La Gaceta Literaria
Madrid, 1º de enero de 1929
 
año III, número 49
página segunda

Actualidad

Filosofía, Ciencia
 

Un Instituto de Sánz del Río

Algunos amigos míos –que a la vez lo sean de la Filosofía– saben bien con qué insistencia, durante los meses últimos, he acariciado el proyecto de crear una Sociedad de estudios filosóficos. Y las líneas generales de ese proyecto, que tendían a conseguir la posible eficacia de las nuevas vocaciones españolas. Nadie desconoce que jamás la atmósfera de nuestro país ha sido propicia a la Filosofía. Es cierto que ha sido propicia para bien pocas cosas que valgan la pena. Somos el único gran pueblo europeo que no ha esgrimido aún el cetro filosófico. Y por tanto, que todavía no ha proyectado sobre el mundo una dictadura intelectual. No bastan, no bastan para ello, amigos, los artistas. El lenguaje del arte es siempre un poco ingenuo y provinciano, y desde luego carece de eficacia imperiosa.

Nuestra Sociedad de estudios filosóficos nacía, pues, bien provista de alientos ideales. Y sobre todo iba a alimentarse de jóvenes vigores. Hoy ya, sin embargo, y felizmente, carece de justificación. Termina de ser fundado, de la más simpática manera y con todas las garantías de futuro triunfo, un Instituto filosófico Sanz del Río. Y a él deben ofrendarse los entusiasmos todos. Han intervenido en su creación el maestro Morente y otros varios insignes profesores. Hacía falta un Centro así, donde tuviesen acogida los aficionados a este género de estudios, evitando al fatal peligro de una formación autodidacta las disposiciones felices que puedan surgir en nuestros jóvenes.

En la nueva estructuración de la vida intelectual que ha sucedido a la antigua y defectuosa estructuración de Ateneo, faltaba a la Filosofía el templo imprescindible. Todos sabemos la lentitud con que la Universidad española se da cuenta de sus deberes superiores. Y la gran labor que desarrollan esos otros centros un poco provisionales –¿no?– y extrauniversitarios, que se llaman Centro de Estudios Históricos, Laboratorio de Investigaciones Físicas, Seminario matemático, &c., &c.

Faltaba la Filosofía, repetimos, en esta nueva y saludable estructuración. Es lo que creemos –no estamos muy enterados aún– viene a realizar ese Instituto Sanz del Río que termina de fundarse. Por ello, merece nuestro aplauso más fuerte, y no será la última vez que desde esta sección de Filosofía de nuestra Gaceta Literaria de yo cuenta a los estudiosos del magno acontecimiento de haber nacido una Institución así.

Un libro de análisis lógico

El fenómeno es harto curioso y elocuente. A través de todas las decadencias y de todos los desprecios de la alta estirpe intelectual, los métodos escolásticos han sobrevivido. Siempre hubo, en verdad, para ellos una simpatía poderosa en las escuelas oficiales de la Iglesia. Pero aun así, nadie pretenderá afirmar que a la Filosofía moderna hayan aportado algo estos débiles y tábidos cultivos. Nada significan, repetimos, en el pensamiento moderno. Sin embargo, no sería ya justo hablar así refiriéndonos al pensamiento actual. Que recibe contribuciones y esfuerzos procedentes de esas márgenes escolásticas. Bien venidos sean con sus cargas preciosas de sutilidad.

El profesor Gómez Izquierdo, muy conocido por los aficionados a cosas de Filosofía, termina de publicar un libro, Análisis del pensamiento lógico, que nos interesa comentar aquí con todos los honores. Pertenece su autor a ese núcleo de filósofos católicos surgido de la escuela de Lovaina y de la influencia bienhechora del ilustre cardenal Mercier. Este neoescolasticismo, que ha tenido la rara habilidad de fundirse con las más nuevas floraciones germanas, constituye un posible anhelo de vigencia.

Los embates del psicologismo por un lado y las sugestiones de una eficaz Metodología científica por otro han amenazado al puro análisis lógico de completo desprestigio. En cierta manera, las exageraciones especulativas de otros tiempos justificaron ese olvido radical. Este libro del señor Gómez Izquierdo, que es el primer volumen de una serie de trabajos sobre el análisis lógico, viene equipado con tales bríos y responde de forma tan brillante a las últimas actitudes filosóficas que merece la acogida más cordial por parte de los estudiosos. Posee la gran excelencia de desarrollar temas estrictamente escolásticos teniendo en cuenta las nuevas dificultades. Aquí reside el máximo interés. Vemos al autor desenvolverse con supremo acierto por rutas sobremanera difíciles. A ello le autoriza su hondo conocimiento de los problemas lógicos y su relación con las filosofías más recientes. Quedan así bien delimitados y jerarquizados frente a las concepciones psicológicas. Dicho esto, es fácil explicarse cómo un libro donde abundan las citas de Santo Tomás y se ven con simpatía los gestos medievales, resulta plena y magníficamente un libro de actualidad.

Podríamos señalar, es cierto, varios reparos, pero ni tenemos espacio ni éste es el lugar de hacerlo con todo detalle. Sí un ruego y una incitación: ¿Por qué no se decide a construir un tratado sistemático de Lógica? Es quizá el único español que podría acometer una empresa semejante. Entonces –¡oh clara paradoja!– es posible que nosotros no admitiésemos ninguna de sus conclusiones. Nuestro punto de vista es muy diferente –quizá opuesto– del suyo.

R. Ledesma Ramos

Por falta de espacio dejamos para nuestro próximo número una nota sobre La matemática trasfinita, con motivo del libro del sabio polaco Sierpinski, Leçons sur les Nombres transfinis (París, 1928).

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Ramiro Ledesma Ramos
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