La Hora, semanario de los estudiantes españoles
Madrid, 5 de noviembre de 1948
II época, número 1
página 6

Folletones de «La Hora»
Materiales para un manifiesto económico
de la actual generación

Individuo, personalidad y comunidad nacional
por Ramiro Campos Nordmann

La transformación de la organización del Estado, sociedad y economía, comenzada en los años 1914-18 ha sido acelerada e intensificada en este siglo por la segunda Guerra Mundial. En todas partes, en todas las naciones, como en los distintos terrenos políticos, se ha impuesto la pregunta de la relación del individuo con la comunidad, del espacio que puede ser entregado al desarrollo de la personalidad y de las posibilidades de influencia que le han quedado abiertas frente a los poderes aparentemente arrolladores de las fuerzas técnicas y a los desarrollos económicos y sociales.

Por otra parte, se ha empezado a sentir en todos los países –especialmente en aquellos limitados territorialmente– las tensiones que son peculiares al sistema de la economía del mercado libre y que ha de exigir no sólo una valoración económica, sino también una valoración política absoluta.

No es tampoco ninguna casualidad el que conceptos y puntos del Nacionalsindicalismo, más a menos mixtificados, pasen a integrar cada vez con mayor fuerza las discusiones de los países europeos; así, por ejemplo, en los debates acerca de la ocupación íntegra de los trabajadores, no se hace otra cosa que reconocer, en el fondo, el derecho que éstos tienen al trabajo.

Unido esto al desarrollo técnico y económico, que se ha alejado tanto de las condiciones de partida de la economía del mercado libre, se ha visto que este sistema ha de ser destruido por razones de economía interior completamente aparte de los momentos políticos y sociales. Por lo tanto, en esta época ningún Estado puede sustraerse a fijar su posición frente a estos problemas. Así, ya se dibuja en Inglaterra esta tarea con todo su peso, después de haberse consumido durante la última guerra toda la sustancia económica que hubiese podido facilitar de forma tan esencial esta transformación.

Constituye, sin embargo, una excepción el que los Estados Unidos, a consecuencia del superdimensionalismo de su economía y de la actividad de sus masas, que se hallan aún en sus comienzos, habrá de presenciar una crisis económica y social que tendrá que superar este país de una forma completamente diferente a como lo hicieron en el pasado decenio. La esperanza de evitarla por una exportación gigantesca, que podremos llamar «expansión al espacio libre», ejercida en la economía del mercado libre e indispensable para su funcionamiento, resulta, hoy por hoy, desacertada, debido a las proporciones que serían necesarias. Finalmente, el desarrollo de estas ideas en la Unión Soviética no puede enseñar ninguna posibilidad para una solución viable, puesto que económica, como socialmente este sistema es exclusivamente una negación y no una continuación del desarrollo de las bases fundamentales utilizadas hasta ahora. Este capitalismo racional del Estado puede compararse con los conocidos defectos de la primera época de la industrialización; incluso en cuanto a su punto de partida de la economía agraria, sin la «tración en la técnica» {(1) Rosa de Luxemburgo: La acumulación del capital.} cometida por los países capitalistas, no hubiere sido posible realizar nada de provecho.

Pero, por un lado, aparte de estas consideraciones, tenemos que la investigación científica y la realización práctica se han desarrollado para ser, cada vez más, una tarea de la comunidad, y, por otro, que la base personal, tanto más fuerte cuanto mayor es la dominación de los diversos terrenos, resulta siempre condición primordial de la labor teórica y práctica.

Pero el cambio ejercido por la técnica se muestra aún en otro sentido. Siempre se vuelve a hacer constar como, frente al asalto en masa de las armas técnicas, logra sus éxitos el luchador individual al que la técnica ha entregado un medio de trabajo, cuyo efecto depende solamente de su labor personal. Este principio fundamental de una selección y continuación del desarrollo cualitativo se comprueba también en la técnica gremial.

Sólo entonces es cuando se puede hablar de una real superación, es decir, de una dominación de la técnica. Sólo entonces puede darse un peligro, que consiste, como dice Spengler, en que la falta de relación sobre los valores generales haga perder el interés por la técnica y que, por consiguiente, no pueda mantenerse el nivel de cultura alcanzado, y, por ello, las posibilidades de existencia de las naciones actuales tuvieran que derrumbarse desde el interior. El mayor peligro consiste, pues, en el mundo actual, que la organización económica y de la sociedad no se desarrollen al ritmo impuesto por los continuos avances de la técnica, ya que, cuando se cambian sus formas, las de la economía no pueden quedar invariables, es decir, hay que realizar una readaptación que al mismo tiempo aspire a pasar al orden futuro los fundamentos básicos utilizados hasta ahora. Por eso la impresión que sorprende a primera vista en el mundo actual es que no se realice una reactivación, en su más amplio sentido, de las fuerzas personales. Esta reactivación no ha de quedar limitada al empresario, sino que ha de alcanzar también al simple trabajador individual.

También se anuncia en la actual hora del mundo la necesidad de nuevas fijaciones de valores que sintonicen lo cualitativo al lado de lo cualitativo, es decir, elevar el momento personal frente a una concepción puramente racional en el sistema económico hasta ahora prevaleciente.

Además, toda nación, para mantenerse como tal y para desenvolver sus fuerzas plenamente con el fin de cumplir un destino o una misión histórica, ha de acentuar la subordinación del individuo a la comunidad y ha de procurar, para lograr esta misma finalidad, dar el mayor espacio posible a la labor de la personalidad y a las calificaciones personales en contra de las conceptuaciones y formas económicas aún en vigor.

Únicamente así conseguiremos aumentar los rendimientos humanos, técnicos y económicos, luchando en favor de este principio de la personalidad.

Siguiendo el pensamiento que hace tiempo –casi quince años– Ortega y Gasset analizaba al estudiar la cuestión de la posición de Europa frente al bolchevismo, calificó al europeo como «especie humana que ha puesto todo el trabajo y cariño de su historia en el papel de la personalidad» y deducía que el comunismo no puede asimilarse en Europa, pero que existía el peligro de que se extendiera en un triunfo irresistible por todo nuestro continente. Una ojeada al presente europeo demuestra que hoy día sólo España es la que, frente a las tendencias políticas y económicas de la creación y actuación de las masas y del imperialismo, sostiene el papel de la personalidad con todas las consecuencias que trae el orden político, económico y social.

Europa corre, pues, el peligro de que su destino la decidan el peso de las masas en vez de la idea de la personalidad. Únicamente podremos salvar con fortuna este peligro si edificarnos sobre el hombre, subordinándolo a la comunidad –ya que nadie es «uno» sino cuando pueden existir «otros»–, dándole amplio campo a la labor de la personalidad dentro de un orden, para que verdaderamente sea libre, además de un destino con el que pueda armonizarse. Ha de ser considerando al hombre como unidad fundamental, como portador de valores eternos.

(Continuará.)


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