Filosofía en español 
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Emilia Pardo Bazán en el Ateneo

Con los cursos de estudios superiores recién inaugurados, merced a la generosidad del Gobierno y que explican nuestras eminencias de la ciencia y la literatura en el Ateneo de Madrid, parece que a nuestro primer centro literario han vuelto aquellos días de gloria en que la vieja casa de la calle de la Montera se iluminaba a diario y a diario se ilustraba con la palabra de los Moreno Nieto y los Revilla.

Las conferencias nuevas han despertado un entusiasmo general, sincero y legítimo. Hallase estas tardes como remozado y con su antiguo vigor el Ateneo. Acude a él la gente en cantidad y en calidad tales como no se veían desde hace mucho tiempo en aquella docta casa.

El público que asiste a algunas de las conferencias parece escogido de entre lo más selecto de la ciencia, de la política y de la literatura. La aristocracia social ha respondido al llamamiento de la aristocracia de los intelectuales, y por las tardes, a la hora de comenzar la conferencia de turno, larga fila de coches va deteniéndose en la calle del Prado, para dejar a la puerta del Ateneo a las damas más linajudas y más encopetadas.

Hay «días de moda», en que el público del Ateneo parece el público de un primer turno del Real. Son estos días aquellos en que la autora ilustre de La cuestión palpitante, sencillamente vestida de negro, sube a la cátedra para dar sus lecciones de literatura. La gente les llama «los lunes clásicos del Ateneo».

Estos días vense al lado de escritores como Castelar, y de políticos como Silvela y Moret, de literatos como Picón y Ferrari, a damas como las marquesas de la Laguna, Salas, Casa Torres, Baamonde y Aguiar; como las condesas de Pino Hermoso, Peñalver, Requena, Monterrón, y a señoras y señoritas que es imposible recordar aquí, y entre las cuales figuran bellezas celebradas y el núcleo de mujeres estudiosas que en Madrid existe, unidas a lo más granado de nuestra sociedad. No hay un sitio vacío en el salón y la matrícula sigue aumentando.

Todo este público aplaudía anteayer la conferencia brillantísima de la señora Pardo Bazán, que dedicaba la lección segunda del curso que empieza a profesar –dentro del tema iniciado el lunes anterior– a las figuras de De Maistre, madama Stäel y Lamartine, y a explicar los orígenes de la influencia en la literatura francesa, de la literatura del Norte.