Mercurio Peruano
Revista mensual de ciencias sociales y letras

 
Lima, diciembre de 1919 · número 18
año II, vol. III, páginas 566-568

[Raúl Porras Barrenechea]

Notas

Programa detallado y razonado de Historia de la Literatura castellana, americana y del Perú, por el doctor Arturo Montoya, Catedrático de la asignatura. Lima, 1919.

Bajo los auspicios de la Facultad de Letras y de la Universidad, acaba de publicar el doctor Arturo Montoya, catedrático interino de Literatura Castellana, su programa de ese curso.

Ligeramente ha procedido la Facultad de Letras al autorizar la publicación de ese programa, que si es leído en el extranjero provocará desfavorables comentarios para su prestigio y que si es adoptado para la enseñanza, obligará a los jóvenes de la Facultad de Letras que tengan que aprenderlo a realizar un desagradable y estéril esfuerzo.

El programa en cuestión, no tiene la brevedad de un programa ni la extensión de un curso. Sus 155 páginas en cifras latinas son mucha pretensión para lo primero y escasas para lo segundo. El programa o curso –llámesele como se quiera– abarca demasiado y naturalmente es poco lo que encierra. Es una reunión de trivialidades críticas, de presuntas originalidades de análisis, de groseras afirmaciones de bulto sin tener en cuenta la inevitable desigualdad individual, de apreciaciones de curso de retórica, de vulgaridades disfrazadas, y doctorales desatinos. [567]

Sin entrar en detalles, porque no nos ha alcanzado la paciencia para hacer lectura completa de la obra, basten para esta nota algunas apuntaciones al vuelo, que pueden dar una idea de la preparación del novel catedrático. El doctor Pérez, su digno antecesor en la cátedra –que por lo visto tiene jettatura– sabía distinguir entre literatura española y castellana. El catedrático reemplazante comienza su curso afirmando que en la historia literaria castellana se comprenden las obras escritas en catalán, gallego y asturiano.

Sobre la obra máxima de la literatura castellana consigna un juicio minúsculo, redondeado por moralejas, como ésta: «quien recibe humillaciones inmerecidas, es al fin ensalzado, más si esas humillaciones provienen de querer efectuar algo noble.» ¡Así queda compendiada la maravillosa entraña y la humana y profunda filosofía del Quijote!

Respecto a la época moderna, sobre cuya prescindencia incidían las críticas al anterior catedrático, declara el doctor Montoya que no puede ocuparse de la mayor parte de los ingenios españoles contemporáneos, porque, no habiendo muerto, no está concluida su obra, ni fijada definitivamente su personalidad literaria. Lo que no impide que al hablar de la literatura peruana, analice largamente a Chocano y se ocupe de sí mismo y de sus versos de juventud, favorablemente juzgados por el poeta de Iras Santas.

En el análisis de la literatura americana, incompleto y antojadizo, nos han asombrado algunas apreciaciones. Sirva de ejemplo ésta sobre Urbina: «Los libros que ha escrito en prosa contienen ideas y bellezas de estilo.» Diga sinceramente la Facultad de Letras, si con saber que los libros de Urbina contienen ideas, habrán aprendido algo de la personalidad del poeta de las Vespertinas, los jóvenes estudiantes. Enrique González Martínez se hace acreedor a este juicio paradojal y raro: «La desproporción vulgar y el romanticismo declamatorio lo mantuvieron por algún tiempo en las filas del clasicismo.» Calculamos por los nuestros los quebraderos de cabeza que se darán los alumnos para desentrañar esa afirmación.

La literatura peruana comienza con rápida e incompletísima reseña colonial. Don Bernardino Ruiz, rimador cursilón y detestable, suscita un segundo admirador a más de D. José Toribio Polo, en el doctor Montoya, que lo declara un «vate aceptable». Tras de analizar a Pardo y a Segura, declarando que de la observación de su Epístola a Delio y de su Constitución Peruana, las dos más gozosas composiciones de Pardo, se comprueba que es «un moralista austero» y afirmar que éste mismo es «uno de los más notables representantes del teatro cómico en América», siendo así que Pardo es un pobrísimo comediógrafo; tras de ese análisis erróneo, decimos, apunta el autor esta frase: «después viene el romanticismo.» Para nosotros es esta la afirmación más lamentable del programa. Eso de que los movimientos intelectuales y las transiciones literarias, vengan así no más, como personajes de cuentos feéricos, nos parece impropio de un curso de literatura. Acaso todo él debiera limitarse a explicar el porqué y el cómo de esas transformaciones, con preferencia al estudio detallado de vidas y de obras, para constituir la sustancia misma de la historia literaria. [568]

Para terminar, y sin hacer notar omisiones, porque serían muchas, ni inmotivadas inclusiones por que las hay bastantes, nos llaman la atención estos términos: «adorable mancebo romántico» con relación a Díaz Mirón, «metáfora convulsiva» respecto a Chocano, «narración doméstica» al hablar del poema Isidora de Pardo y «metáforas no previstas» refiriéndose al poema de A Gloria. Como última e insignificante anotación podemos afirmarle al doctor Montoya que el Pabellón Peruano de Cisneros, no es drama, sino poética alegoría escénica.

Este análisis somero basta para tener una idea del curso que ha confeccionado el doctor Montoya, por otra parte meritísimo autor, según nos dicen, de obras de Gramática, muy versadas y útiles, y desear que el actual catedrático de Literatura, continúe su labor muy brillante en otros campos de la enseñanza, lejos de la cátedra de Literatura castellana.

R. P. B.

Imprima esta pagina Informa de esta pagina por correo

www.filosofia.org
Proyecto Filosofía en español
© 2011 www.filosofia.org
 
1910-1919
Hemeroteca