Mercurio Peruano
Revista mensual de ciencias sociales y letras

 
Lima, mayo de 1920 · número 23
año III, vol. IV, páginas 392-393

[Edwin Elmore]

Notas varias

Flos sophorum (Flor de los sabios), por Eugenio D'Ors; S. A. Industrias Gráficas - Seix y Barral Herms., Editores. Barcelona. Provenza, 219

Con unas palabras de las que él sabe decir, Manuel Beltroy ha puesto entre mis manos –satisfaciendo indirectamente anhelos que aquí no diré– otro libro de Xenius: Flos Sophorum. Se habla, en el breve prefacio, del gran pensador catalán, como «sacerdote de la cultura»: aspecto culminante de su personalidad, que me subyugó desde la primera ojeada que eché, no ya sobre sus obras mismas, sino sobre sus títulos, tan sugerentes.

«Maestro y sacerdote puede llamarse, en efecto –dice Palau y Vera– a un hombre que como él viene dando a diario desde hace unos diez años, en forma de glosas, normas ideales de pensamiento y de conducta, y ha sabido además predicar de un modo inimitable, la civilidad y el heroísmo sobre los que ha de asentarse una civilización». Este juicio confirma ampliamente mi manera de apreciar la literatura de Xenius como un esfuerzo de moralidad eminentemente idealista y constructiva, como un esfuerzo bello y eficaz de arquitectura espiritual y de alta docencia. Todos los trabajos literarios de Eugenio D'Ors –a quien, en cumplimiento de un ofrecimiento que estas páginas hiciéramos, hemos dedicado un estudio próximo a publicarse– tienen el sello de una profunda fe en la facultad humana de indefinido perfeccionamiento, y su obra viene a ser así, empleando palabras del maestro: «obra lenta y apasionada de cristalización idealista». Trabajo en el cual se mezclan como él también dice: «al modo de las abejas, vagabundería y método.»

El Flos Sophorum es un ejemplario de la vida de los grandes sabios, y tiende a acercar la imaginación infantil hacia los ámbitos de serenidad y de belleza, no exentos de amargura, en que florecieron esas vidas llenas de una profunda armonía pero que, sin embargo, padecieron ese malestar irremediable de lo superior y de lo grande en medio de lo mediocre y lo vulgar. –Para alcanzar este fin nobilísimo de alimentar los incipientes ideales de grandeza moral que suelen abrigar las mentes pueriles, Xenius, con esa cordial e íntima manera suya, después de decir unas pocas palabras acerca de la impresión del niño ante los libros, [393] va exponiendo hechos que atañen a la vida de los Pascal, los Ampere, los Newton, los Bernard, los Goethe, &c. Y fluye de sus frases, de sus breves capítulos anecdóticos, un singular encanto. Así aquel a quien él llama: «¡pobre niño pálido, que eres un sabio de mañana!» se siente edificado por el verbo sereno, sutil y generoso del maestro, si en sus horas de tedio y de azoramiento, coge el Flos Sophorum. Así se cura de ese miedo infantil ante las cosas de la sabiduría, según el cual –dice– debe medirse la alteza del futuro, así como por la emoción del adolescente ante la belleza femenina, puede preverse la excelsa capacidad de amar del hombre. Así la vocación naciente, tanto más delicada y tímida cuanto más generosa, siente el aliento vivificador del entusiasmo ponderado y magistral de un mentor que tiene el alma llena de sentimientos amistosos para con el aprendiz ideal a quien constantemente se dirige. Y así bajo el propicio palio de una amistad leal, fundada en altos motivos de cultura, el novel corazón encuentra su camino.

Yo propondría que, sin que fuese obligatoria su lectura, se recomendase este bellísimo libro en nuestros colegios y aun en nuestras Universidades.

E. E.

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Edwin Elmore
1920-1929
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