Filosofía en español 
Filosofía en español


Documento-plataforma fraccional de Fernando Claudín
acompañado de las “notas críticas” de la redacción de Nuestra Bandera

Las potencialidades revolucionarias de la democracia en España

Ahora bien, un poder de las fuerzas antimonopolistas, dirigido por la clase obrera, sólo es posible en la fase más avanzada de la revolución democrática, en la fase de su inmediata transformación en socialista. Dado el nivel alcanzado ya por el capitalismo en España, dado el desarrollo del capitalismo monopolista de Estado, un poder de ese tipo no puede mantenerse en el marco del capitalismo, reduciéndose a la limitación del poder de los monopolios. Esta limitación sólo puede ser un momento en la marcha a la liquidación del capital monopolista.

Pero dado el peso especifico del capital monopolista en la economía española, su nacionalización por un poder dirigido por la clase obrera, es la transformación del sector fundamental de la economía en sector socialista.

Siendo esto así, es evidente que la conquista del poder por una coalición antimonopolista, dirigida por la clase obrera, la instauración de un Estado democrático, instrumento de dicho poder, exigirá: un nivel muy avanzado de conciencia política y de organización de la clase obrera; su unidad bajo una dirección revolucionaria que, en las condiciones concretas de España, sólo puede asegurarla nuestro Partido, aunque con él puedan colaborar otros partidos o grupos obreros; un paso decidido de las otras clases y capas antimonopolistas, en primer lugar de los campesinos, al lado de la clase obrera para la lucha por objetivos tan radicales, o dicho de [18] otra manera, el agotamiento de las posibilidades del capital monopolista de mantener bajo su influencia o neutralizar a estas clases y capas; y una coyuntura especial, como exige toda gran revolución social, que influye en el curso del proceso político, rompiendo decisivamente el equilibrio a favor de las fuerzas antimonopolistas.

Nota crítica

Como ya hemos dicho la vida es tan diversa y tan rica que ningún esquema, incluso el mejor, suele realizarse tal como ha sido concebido por la mente humana, en todos sus detalles. La liquidación de las formas fascistas de poder pasará por fases que es muy difícil prever exactamente. Algunas de esas formas fascistas, las más afrentosas, pueden ir limándose –y con algunas ya sucede así– aun permaneciendo Franco en el poder, como consecuencia de las concesiones que el régimen debilitado se ve forzado a hacer a la lucha de las masas y a la presión de la opinión democrática mundial. Así ha surgido el fenómeno de la «liberalización». Pero las concesiones que un régimen político puede hacer tienen su límite. Ningún régimen fascista puede transformarse enteramente y convertirse en su propia negación, es decir, en un régimen de libertades democráticas sin que en un momento dado se produzca una mutación fundamental, un cambio de calidad, un salto, en el que ese régimen, agotado, se esfuma, para dejar la plaza a otro distinto. Por muy pacífica que sea una transición –en este caso, el concepto pacífico significa sólo para nosotros que se produzca sin guerra civil– llega un momento en que el cambio deja de ser gradual, en que la acumulación de cambios graduales, provoca un cambio de calidad. A esta ley del desarrollo histórico no escapará el régimen fascista de la oligarquía monopolista.

Decir por qué fases pasará la dictadura antes de dejar sitio a un régimen de libertades es prematuro. Puede haber una progresiva retirada del general Franco, una Junta militar, un gobierno de «personalidades», un intento monárquico... Y puede no haber nada de eso; puede producirse, en un momento dado, como consecuencia de la lucha de las masas, un hundimiento de la dictadura y una solución de gobierno, la que sea, elaborada bajo la presión de la calle, del pueblo...

Esto dependerá de la rapidez con que se recompongan las fuerzas obreras y democráticas, paralelamente a la descomposición del régimen.

Cualesquiera que sean los momentos, las situaciones que surjan, el sentido del proceso histórico en la fase de hoy es claro: la liquidación de las formas fascistas y el establecimiento de libertades políticas democráticas.

Pero la liquidación del fascismo y el establecimiento de libertades políticas, aun venidos por vía pacífica, significan la apertura de un proceso revolucionario. El que en la España actual, que ha pasado por una guerra civil, por una larga dictadura terrorista; con sus brutales contrastes sociales; con el problema de las estructuras agrarias; con la contradicción entre la avanzada superestructura monopolista y la atrasada base económica de esa superestructura, que acentúa la característica parasitaria del capital monopolista español; con la imperiosa necesidad de un desarrollo económico acelerado... el que en esa España se establezcan el sufragio universal, libertades políticas, instituciones democráticas, significará crear una situación revolucionaria.

En otros países europeos las libertades democráticas pueden amenazar en un momento u otro el régimen social; incluso pueden no amenazarle en muchos años. En España, desde el día en que se establezcan, la existencia del régimen social actual estará puesta sobre el tapete. [19]

Pero, ¡si ésa es precisamente la razón de que veinte años después de la derrota del fascismo en el mundo, las clases dominantes españolas no se hayan desembarazado todavía de Franco! ¡Si ésa es la razón de que esas clases hayan acudido a la guerra civil y a la dictadura fascista!

Del mismo modo que no es posible decir ahora los distintos momentos de la marcha hacia las libertades políticas, resulta prácticamente imposible afirmar exactamente cómo llegará a consolidarse en el poder una coalición antimonopolista dirigida por la clase obrera.

¿Existirá ya formalmente esa coalición en el momento en que se celebren elecciones? ¿Se formará después?

El papel dirigente del proletariado dentro de esa coalición, ¿se afirmará desde el primer día o irá afirmándose en el curso de una serie de luchas?

El primer gobierno, o los primeros gobiernos de tendencia antimonopolista, ¿estarán encabezados por el proletariado o por la burguesía no monopolista? ¿Hasta dónde irán en la limitación de los privilegios monopolistas? ¿En qué momentos, y por qué medios asegurará el proletariado su papel dirigente?

Sobre estos problemas pueden elaborarse toda clase de esquemas o de especulaciones. Pero ésa no es la cuestión.

La cuestión es que el partido proletario tenga conciencia de las potencialidades revolucionarias que encierra en España un régimen de libertades políticas y luche por él firmemente. Lo esencial es que el partido del proletariado tenga una concepción clara del carácter revolucionario de esa conquista y de la necesidad de utilizarla para llevar a cabo la revolución democrática antifeudal y antimonopolista, aprovechando todas las posibilidades de la democracia.

Aquí el error de Claudín es subestimar las posibilidades revolucionarias de una situación de libertades democráticas; no comprender que esa situación es un golpe tremendo no sólo a las formas políticas, sino a todo el sistema de dominación del capital monopolista. Esa situación de libertades democráticas constituye precisamente la coyuntura que Claudín no ve por parte alguna.

Evidentemente no basta con que el partido proletario tenga conciencia de las posibilidades de esa situación; hace falta que impregne de esa misma conciencia a las masas. Pero si el Partido carece de ella, si el Partido, como propone F. C., no ve el contenido de la etapa histórica, ¿cómo podrá inspirar y movilizar a las masas en ese sentido?

En esta parte de su discurso, F. C. hace una afirmación muy discutible que la nacionalización de los monopolios significa la transformación del sector fundamental de la economía en sector socialista. La nacionalización de los monopolios podría ser también, incluso con un poder en que la clase obrera tenga un papel dirigente, una forma de capitalismo de Estado, que podría ser la antesala del socialismo, pero no exactamente el socialismo. Por ejemplo, la nacionalización de la Banca, no implica la nacionalización de las cuentas corrientes; puede limitarse a la nacionalización de la gestión, de la utilización del crédito. Nosotros estimamos que durante un período considerable, aun ejerciendo el proletariado un papel dirigente en la coalición antimonopolista, subsistirán formas de capitalismo privado, no monopolista, al lado de formas de capitalismo democrático de Estado. Del mismo modo que existirán formas [20] de propiedad privada en el campo; de ahí se desprende en parte nuestra consigna de «la tierra para quien la trabaja». Nosotros estimamos que ésas son condiciones necesarias para una vía pacífica y para lograr la más amplia alianza antimonopolista.