Filosofía en español 
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[ Manuel Ballestero Prieto ]

Crítica

«Unanumo: pensamiento político»{1}

por J. Valdés

La «antología» de textos políticos que Elías Díaz presenta en la Colección «Res Publica», Clásicos, viene a replantear, con seriedad, honestidad y concreción un problema aún abierto, aunque muy tocado: una interpretación del pensamiento de Unamuno y, muy particularmente, de su pensamiento político.

Decimos que replantea; no nos atrevemos a decir que «resuelve». Luego veremos por qué esta limitación.

El autor ha recorrido con atención la obra de Unamuno, así como la extensísima bibliografía que se le ha dedicado y el resultado de este trabajo (aparte de la «antología» en sí) es la «introducción» (78 páginas) ceñida, densa a la que vamos a referirnos.

En primer lugar, lo que nos parece positivo: el autor ha logrado individualizar una serie de temas en el mare mágnum de la reflexión unamuniana, y centra en ellos su análisis.

Fundamental nos parece el haber puesto en el centro de este análisis la temática del liberalismo, como raíz esencial, nunca abandonada, del impulso «teórico» de Unamuno. El autor pone de manifiesto la pervivencia de los cuadros generales, ideológicos, del liberalismo, para, inmediatamente después, examinar la relación entre los mismos y las exigencias del pensamiento democrático.

«Se puede ser muy liberal y nada demócrata» había dicho en una ocasión Ortega y Gasset. En la introducción se corrobora esta situación de tensión-contraposición entre ambas formas de pensamiento. La incapacidad unamuniana por ligar –en un concepto nuevo, según un perfil teórico renovado– ambos momentos (individuo-mayoría) le conduce a terminar en afirmaciones que constituyen la negación de lo democrático y a caer en posiciones que, en cierto modo, prefiguran la actitud ultra-reaccionaria. [96]

El autor –llevado en esto de la mano por los análisis de Lukacs– ve con claridad cómo la crisis de liberalismo puede abocar a formulaciones de tipo claramente fascista.

Consecuencia de tal núcleo «liberal» de pensamiento es esa tendencia de Unamuno –presente sobre todo en sus últimos años– a refugiarse en una teoría de las élites, a pesar de que, como reconoce E. D., Unamuno ha estado siempre inclinado hacia un «populismo anti-intelectualista». Los análisis dedicados a poner de manifiesto las diferencias entre Unamuno y Ortega a este respecto son realmente interesantes.

En tercer lugar E.-D. examina con atención las raíces del antimarxismo unamuniano y dictamina –con toda razón– que si el liberalismo ha sido la causa remota de tal actitud, no menos han influido las deficientísimas nociones que Unamuno poseía acerca del materialismo histórico. Unamuno no ha leído a Marx –señala E. D.– (Ortega tampoco, añadimos nosotros) y su polémica con el pensamiento marxista es infantil y hasta grotesca.

La repulsa de Unamuno frente al «mundo técnico», sus negativas cara a la noción de progreso; todo ello –le parece al autor– producto de esa crisis profunda del liberalismo en los albores del siglo XX, producto también de las tendencias irracionalistas que enmascaran, según E. D., la incapacidad en que se halla Unamuno para comprender el mundo presente.

En suma, la introducción de E. D. constituye un buen formulario de temas, en el que el autor ha clasificado los textos, ha seguido su desarrollo, organizándolos en torno a algunas cuestiones capitales.

En este sentido su trabajo es valioso.

Permítasenos ahora alzar algunas objeciones.

En primer lugar algo que concierne al método mismo de trabajo. El autor, con un criterio excesivamente «literal» y un tanto abstracto, busca las temáticas unamunianas y las perfila, contraponiendo textos, sin someterse a un estudio histórico de los mismos. Esto conduce a que los núcleos ideológicos –liberal, elitista &c. &c.– aparezcan con toda claridad, contrastando a veces de forma violenta en tanto que tomados (sin discriminación histórico-evolutiva) en diferentes momentos en la evolución del autor. Hubiera sido, quizá menos claro, pero sí mucho más vivo, estudiar la evolución de las estructuras ideológicas de Unamuno que es indiscutible y muy significativa. [97]

En segundo lugar la introducción nos parece excesivamente «documental» y no suficientemente analítica. Por ejemplo resulta demasiado somera la caracterización que se ofrece de la dimensión anticientífica unamuniana. Es claro que, en un primer análisis –y parcialmente es verdad– las raíces de tal actitud hay que buscarlas en la incomprensión, que Unamuno tenía, de la relación entre ciencia-técnica y humanismo. ¿Pero no existe en tal temática una reivindicación, confusa es cierto, una protesta frente a determinadas «alienaciones»?

En este sentido nos parece evidente que E. D. se ha dejado arrastrar por las interpretaciones que del «irracionalismo» ha dado Lukacs y que son válidas y fecundas a condición de ser superadas y profundizadas.

Por último diremos que, a veces, E. D. toca, con rapidez, el nudo del problema sin sacarle todo el partido que sería posible si el análisis fuera más al fondo de las cuestiones. El autor plantea, de pasada un problema a primera vista secundario, pero a nuestro entender candente: la relación entre Unamuno y la crítica existencialista de lo «inauténtico de lo social». La cuestión queda en el aire y sin embargo nos parece susceptible de arrojar mucha luz sobre lo endeble de la reflexión unamuniana.

En efecto, dentro de las corrientes existencialistas, y concretamente dentro del antecesor directo de Unamuno, en Kierkegaard, la reflexión individualista ha sido elaborada con muchísima mayor radicalidad y profundidad, a nivel verdaderamente filosófico. E. D. señala que Unamuno elabora sus nociones a «nivel político» –es decir sin profundizarlas, aceptándolas tal y como le vienen dadas– con lo que su «individualismo» se trivializa, y pierde la carga de rebeldía, de crítica que en las corrientes más audaces del existencialismo ha tenido.

En todo caso, tanto la introducción como la antología, constituyen un buen instrumento de trabajo que, naturalmente, no es exhaustivo y que permitirá volver sobre esas cuestiones para profundizar en la interpretación del pensamiento de Unamuno.

Pero lo que desde ahora ya está realizado es avanzar en el camino de un mejor conocimiento de esa reflexión contradictoria y a veces irritante. E. D. desenmascara, con todo respeto, algunos de los rasgos esencialmente negativos del «maestro». A partir de ahí se puede comenzar su desmitificación, que no es poco.

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{1} Editorial Tecnos