Punta Europa
Madrid, enero 1956
número 1
páginas 5-7

Editorial

Punta Europa

A diferencia de lo que sucedía no hace muchos años, hay hoy pensadores en todas partes, jóvenes y maduros, que desean para sus países lo que en España se ha venido propugnando, desde hace más de un siglo, por las figuras de su pensamiento más genuino y auténtico: el llamado, por las profundas raíces históricas en la esencia de nuestro ser, pensamiento tradicional.

Cada vez más existe la clara y extendida evidencia de la incompatibilidad, entre las ideas de la gran democracia y la dignidad del hombre. En la práctica se ha demostrado a fondo, la vieja y sabia teoría de Platón, según la cual la tiranía se desarrolla preferentemente en las democracias, y ya nadie discute en la historia de las ideas sociales y políticas que en la democracia hunden sus raíces las formas totalitarias que el mundo civilizado rechaza de modo unánime.

Pero hoy, en España, a diferencia de otros sitios, esta conciencia del nuevo estado de cosas, que huye tanto de las secuencias de la baja Ilustración como de otras más recientes y de tan obscuros orígenes, no es como en la mayoría de los países, sólo conciencia de algunos intelectuales destacados. Posiblemente, nuestro país es hoy uno de los pocos donde esta conciencia puede resultar de modo definitivo, una nueva y palpitante experiencia.

Si esto es posible, realmente posible, se debe al 18 de julio de 1936, fecha cumbre en la España contemporánea, ante la que es imprescindible pararnos siempre para renovar toda posición que, entre nosotros, suponga un acto de existencia colectivo.

Si una revista, eminentemente intelectual, libre y noblemente ambiciosa, como quiere ser PUNTA EUROPA, empieza sus primeras líneas haciendo esta afirmación, es porque supone mucho más que una mera afirmación política. A medida que han ido pasando los años, cundiendo nuevas posturas, desvirtuándose otras, y agitándose escondidos y descubiertos antagonismos, se hace necesario ser claros y volver a las bases más elementales sobre las que nos sustentamos. Por desgracia este reclamo no lo hacemos, como hubiéramos deseado sólo por un afán de pureza sino también ante otros solapadamente agresivos.

El 18 de julio, fue una rebeldía viril contra el estado de cosas precedente. Una lucha por la libertad, una guerra de liberación que fundamentalmente enlaza con aquellas otras también de liberación, las carlistas del siglo pasado. Corriente circulatoria de nuestra sangre histórica que se acredita a lo largo de más de un siglo. Pero si en el siglo XIX se perdieron las luchas en los campos de batalla, se supo mantener una fe incólume en los momentos de desesperanza en los que mantenerla parecía locura. Se sostuvo en pie la denuncia constante de que no bastaba el mero cambio de postura dentro de la misma inercia de una situación, que indiferentes y débiles estimaban irremediable. Las guerras carlistas no lograron entonces sus objetivos, pero terminaron incorporándose, con todo su apoyo moral y espiritual, a este 18 de julio nuestro, que dejó definitivamente atrás un estado de cosas para el que no queremos billete de vuelta.

Han quedado atrás muchos años vergonzosos por los que no sentimos añoranza ninguna y de los que no queremos hablar ahora. Situados ya a una relativa distancia de aquel día cálido de julio, hemos visto pasar tantas cosas que reclaman vivamente nueva confianza, nueva savia, nuevas razones, nuevas juventudes, nuevos y necesarios impulsos, ahora, precisamente ahora, cuando los principios que han resistido las pruebas de la historia vuelven a conquistar su influencia sobre el mundo.

Fue un error principalísimo de muchos de nuestros antecesores, sobre todo a fines del siglo pasado, el ser brillantes en sus críticas, y tan sólo en eso, en sus críticas. No hubo en el Continente más que unas cuantas mentes capaces de enfrentarse y discutir con ellos. Pero su crítica se reducía al «yo ya te lo había dicho» de tan mal gusto, tentación que, a la vista del monumental fracaso del progresismo, era irresistible.

Hoy la actitud es otra. Se exige de nosotros como en más de una ocasión se ha manifestado, no sólo una actitud receptiva, sino creadora de la cultura. Una clara conciencia del valor venidero de la Historia. La percepción justa de que lo histórico no es meramente lo pasado, lo que fue, sino lo que perdura en lo que es y lo que condiciona el porvenir. Se nos llama no tanto a evocar el pasado como, a orientar en el futuro, a tener brújula en el mundo de las actualidades. Sabemos que muchas corrientes contemporáneas, más que una negación a priori de las corrientes revolucionarias, son un desengaño de ellas. Realidad desilusionada que no ha de desconocerse, sino suponerse, sobre todo cuando hay que tener en cuenta que la gran revolución que domina nuestro tiempo más que una revolución de las ideologías lleva el camino de convertirse en una revolución de los hechos que rompe cuadros económicos, políticos y sociales.

Nuestra historia ofrece principios, formas, experiencias, maneras de satisfacer lo que muchos han buscado y no han logrado encontrar. Para servir esos principios que han alumbrado los mejores momentos de nuestro pueblo cuando marchaba hacia aquel horizonte universal y humano que nuestros mayores entrevieron, principios que han resistido todas las pruebas, todos los embates y que vuelven a conquistar su influencia en la historia, es para lo que PUNTA EUROPA sale a la luz.

Si Europa falla en un rincón, se despierta en otro. Ese otro rincón en nuestro tiempo, donde el alma de Occidente puede estar más vigilante, vuelve a ser España, punta de Europa, lo que a nuestro entender significa –lo decimos sin estridencia, sin ánimo descompuesto, sin descomedirnos–, extremo, avanzada en el complejo humano de su dimensión física y espiritual, y demás está decir que vivimos en un tiempo en el que una extrema vencerá, lo que decimos también con ánimo generoso, con un gesto amplio de alianza sincera con todos aquellos que quieran despertar una clara conciencia del valor de nuestro ser, y para los que tan importante como ganar sea jugar limpio. ¡Dios quiera que en esta gran era que ha empezado en el mundo y en la que fundamentalmente se lucha por el reino del espíritu, la acción de los españoles sea tan acertada y creadora como fue en el Pasado!

 


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