Punta Europa
Madrid, enero 1956
número 1
páginas 125-127

Francisco Elías de Tejada

«Antonio Reyes Huertas»

de Enrique Segura (Badajoz 1955)

La gloria que Pereda trajo sobre la montaña santanderina tiene su reflejo en otras comarcas, más desdichadas por maleficios de la suerte que por carencia de valías. Una generación posterior, Antonio Reyes Huertas es el Pereda de Extremadura.

Solamente que Antonio Reyes Huertas, humilde, sin amigos que le amparen, encerrado casi siempre en un pueblecito de la Serena, atento al sostén de una familia tan numerosa como corto era el buen pasar de sus posibilidades, no ha gozado de la buena prensa. La pedantería doctoral de algún jovenzuelo metido a [126] crítico, fulminó rayos de ira contra su estilo llano y castizo, en nombre de cierta técnica alemana que yo no alcanzo a calibrar. Lo escribe a Manuel Monterrey a 10 de mayo de 1944, alegrándose le hayan solicitado colaboración literaria para el diario Arriba. «Ahí en Arriba escribe mucho un joven innovador, al que no sé si aludirás tú y del que yo no sabía era extremeño hasta que él no me lo dijo contestando a la carta de enterado que suelo escribir a todos los críticos que se ocupan de mis obras, me traten bien o mal. Se llama X. Hizo la crítica de La sangre de la raza. No le gustó ni como novela regional ni como novela. En su disculpa epistolar me daba a entender que había aprendido a aplicar en el examen de los libros métodos rigurosos y científicos que había traído de Alemania, y coincidía precisamente su carta con otra que había recibido yo de D. Roberto Schofen, pidiéndome autorización para verter, precisamente al alemán, La sangre de la raza. El alemán, por lo visto, había aprendido en Alemania lo contrario de nuestro ínclito y períclito definidor».

Vale la pena leer el excelente estudio que un gran extremeño como es don Enrique Segura, cargado en años y en maestría literaria, acaba de consagrar a Reyes Huertas para comprender la distancia tensa en que está abismada hoy la cultura regional de mi tierra extremeña. Tenemos, a Dios gracias, sabidores de pro, escritores fecundos, líricos bellísimos, libres del polvo extraño de la europeización cultural; aunque también tengamos personajillos como el crítico de marras, cuyo nombre ignoro y que, por lo que ya sé de él, prefiero seguir ignorando para siempre.

Por eso ha de aprovecharse la coyuntura para rememorar, en ocasión del libro de don Enrique Segura, a aquel gran señor de las letras extremeñas que fuera Antonio Reyes Huertas. Sus novelas, imantadas constantemente al terruño solariego, tienen por escenario las comarcas ganaderas y apizarradas de la Serena, las mismas que acunaron el anhelo incontenible y tajante de Donoso.

Como él, fue Antonio Reyes Huertas católico a machamartillo y en páginas de periódicos católicos dejó lo mejor de su genio tesonero. Director del cacereño Extremadura, el gran diario católico que dirige con tantos aciertos Dionisio J. Acedo, en sus columnas de prensa volandera repartió la gracia de un estilo llano, sencillo, sin huecas resonancias de pedanterías vacías mal aprendidas en Germanía. fue ejemplo como caballero, corno extremeño y como hombre. Y cada vez que un varón hidalgo de mi tierra cruza la carretera que corta la aldea de la Guarda, le reza una oración devota en la emoción callada del mejor recuerdo.

En Extremadura colocó sus narraciones. La toponimia de sus horizontes ancla en Magacela o en don Benito, en Campanario o en Castuera, entre los campos de enceradas mieses, los encinares tupidos o las majadas bien nutridas. Luces de cristal, la novela que centran un conde gallego y una duquesita sevillana, se encuadra en el marco inmortal del monasterio de Guadalupe, en castillos berroqueños guardianes de la Morenita impar de las Villuercas. Alguna otra, concretamente La sangre de la raza, clava en Torrealta o en El Encinar estampas de vida palpitante de mi Extremadura, que hacen pensar por su logro las correspondientes montañesas de Pereda.

Al alba siguiente a su muerte, Antonio Reyes Huertas es ya un clásico para mis paisanos. Creo es, además, un gran novelista del siglo XX, incluso en el total de la literatura castellana. Bienvenido sea, pues, este libro de don Enrique Segura, otro de los grandes de la generación que se va y de la que tanto hemos de aprender los que en Extremadura nos curvamos hoy en el oficio de las plumas.

 


www.filosofia.org Proyecto Filosofía en español
© 2003 www.filosofia.org
Punta Europa 1950-1959
Hemeroteca