Revista Cubana de Filosofía
La Habana, abril-mayo-junio de 1947
Vol. 1, número 2
página 16

Medardo Vitier

Sobre un lugar de Ortega y Gasset

En mi último libro La Filosofía en Cuba, me atrevo (con los naturales miramientos) a discrepar de una tesis de Ortega. Me refiero a su aserto de que el hombre no tiene naturaleza.

No tomo textualmente de dicho libro mi refutación, pues allí se halla diseminada en la Advertencia y en dos de los Capítulos, según pude relacionarla con puntos de mi trabajo.

De modo que aquí –en nueva redacción– apunto lo saliente de mis reflexiones sobre tan capital problema. Creo que es básico para cualquier actitud filosófica, y además, de mucho interés para la orientación de la juventud.

La aseveración del eminente pensador español puede verse en Historia como Sistema y en Ensimismamiento y Alteración.

Lo primero en esto es presentar con fidelidad su pensamiento. Se fija Ortega en lo que llama la «razón física», o sea la que rige las cosas y los seres, en instancias de espacio y tiempo. Observa que la naturaleza física se somete dócilmente a nuestra ordenación racional, en tanto que el hombre, ser de dimensión histórica, cuyo sino consiste en rehacerse bajo signo de temporalidad, muéstrase reacio a los módulos de la razón física.

Por manera que la vida es «quehacer», o, según bella y profunda expresión de Ortega, «faena poética», con lo cual ya nos dice que es creación. La vida humana, por eso, no tiene, como la piedra o el árbol, naturaleza, sino historia. No constituye cosa «dada», sino tarea de término indefinido.

Hasta aquí lo que me parece trasunto de su explicación. Como vemos, no sostiene así como quiera la referida tesis. Con sólo un esbozo de ella, advertimos la visión del autor y nos disponemos a aceptar su caracterización de lo humano como peripecia en el cosmos.

Todavía Ortega matiza los caracteres que atribuye al hombre. Gasta tinta en decirnos cómo somos, cómo nos distinguimos de aquellas entidades que poseen «naturaleza» clara, bien descrita por la ciencia.

Pues bien, por ahí claudica la tesis. Cabalmente esos caracteres y matices con que Ortega configura el ser humano, forman su naturaleza. Píntelo usted todo lo móvil, cambiante y versátil que quiera. En ser así, de ese modo, está su naturaleza. Si no la tuviera, no habríamos organizado las ciencias que estudian al hombre, sin que sea necesario acudir a la Anatomía y la Antropología, entre las más físicas, sino ateniéndonos a la Psicología, a la Ética, al Derecho, a la Filosofía...

Si estos estudios tienen coherencia, tema normal y sentido, se debe a que el hombre posee naturaleza, esto es, a que en más de dos mil años de cultura, ha actuado a tenor de ciertas líneas, no azarosas ni ciegas, sino indicadoras de propensiones, cuando menos. Si no fuera esto así, no nos interesarían los clásicos griegos, por ejemplo. De modo que a vueltas de toda esa «faena poética», de todo ese «quehacer» constitutivo de nuestra vida, persisten elementos de comunidad y de continuidad. Eso es todo. Pero es bastante para notar que la tesis referida resulta impropia, por excesiva. Ha de confundir y desorientar a algunos.

Lo que no tiene naturaleza es caótico, por definición, y no hay, que yo sepa, ciencia del Caos. Aristóteles sostenía más aun, al decir que no hay ciencia del accidente. Verdad que se movía en un racionalismo, heredado por Occidente, y hoy rectificado (entre otras doctrinas, por la «razón vital» de Ortega).

Bien advertimos el fondo ideológico del notable profesor español, en esa teoría. Lo que apunto es su exceso. No necesita negarle naturaleza al hombre para la exposición de tan interesante punto de vista, en extremo sugestivo. Pocos, por lo demás, han demostrado tan agudamente como Ortega que sí tenemos naturaleza. Del hilo de su meditación va derivándose, definitiva, esa verdad, no obstante la negación explícita e infortunada.

Todavía el punto nos lleva a las consecuencias (sin método pragmático). Si no hay, positivamente, naturaleza humana, ¿qué garantía queda para la esfera ética? Sólo habría un particularismo en los valores, si no el nihilismo (cosa ajena, creo yo, al sentir de Ortega).

No se enteró Hume a tiempo. Si lo hace, no titula uno de sus escritos Treatise of human nature. ¡Y representa el tradicional empirismo inglés, forma del llamado Naturalismo en la filosofía moderna!

Claro que podría extender el tema, rico en relaciones. Pero basta, y vean los más enterados si podemos atenernos juiciosamente a la mencionada enseñanza de Ortega. Dejo aquí mi reflexión, sin mengua del acatamiento y la gratitud que por mi parte debo al filósofo, profesor y estilista.

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José Ortega y Gasset
1940-1949
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