Revista Cubana de Filosofía
La Habana, enero-diciembre de 1950
Vol. 1, número 6
páginas 2-3

Revista Cubana de Filosofía

Publicación trimestral
Director: Rafael García Bárcena
Comité de Redacción:
Mercedes García Tudurí
Máximo Castro Turbiano
Humberto Piñera Llera

Editada por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación
Talleres tipográficos de Editorial LEX, Amargura 259. La Habana, Cuba


· Homenaje de Tricentenario [Descartes] · H. P. Ll. · 3
· Sobre la oportunidad histórica del cartesianismo · Francisco Romero · 4-6
· Descartes, el sentido común y la filosofía · Humberto Piñera Llera · 7-16
· Lo que no se lee en Descartes · Ramón Xirau · 17-22
· El cartesianismo y la crisis · Mercedes García Tudurí · 23-24
· La crisis actual de los fundamentos de la Matemática · Mario O. González · 25
· Descartes y el pensar · Rosaura García Tudurí · 31-32
· Presencia de Descartes en la filosofía contemporánea · Máximo Castro · 33-41
· El argumento ontológico en Descartes · Victoria González · 42-45
· La intuición del Cogito · Justo Nicola Romero · 46-54
· Descartes, el reformador · Dionisio de Lara Mínguez · 55-61
· Cuatro visiones de la libertad moral · Pedro Vicente Aja · 62-65
· ¿Por qué el poeta? · Martín Heidegger · 66
· Recuento de actividades filosóficas · 67-76

 
Homenaje de Tricentenario

El 31 de marzo de 1596 nació en la pequeña villa de la Haye, en la región de la Turena, el padre de la moderna filosofía –René Descartes. De acomodada familia de reciente nobleza, se educó en el famoso colegio jesuita de la Fleche, aludido por Descartes en algunos de sus escritos. Al abandonar el colegio se incorpora como voluntario, primero a las órdenes del príncipe de Orange y después a las de Mauricio de Baviera, aunque no hay testimonio de que llegara a tomar activa parte en las campañas de estos renombrados capitanes; y es por esta fecha cuando tiene lugar su estadía de un riguroso invierno en una aldea alemana, donde, al calor de la estufa, dio comienzo a sus memorables meditaciones, que constituyen, como es sabido, el punto de arranque de su filosofía, y con ésta de todo el pensamiento de la modernidad. Tras repetidos viajes a París y a la región del Poitou, se instala en 1628 en Holanda, donde cambia con frecuencia de residencia y desde allí mantiene una copiosa correspondencia con los sabios de la época; vuelve a París en algunas ocasiones y en 1649 marcha a Suecia, como invitado de la reina Cristina, para morir en Estocolmo el 11 de febrero de 1650.

El pensamiento de Descartes da origen a un modo radicalmente nuevo de concebir el orden total de la realidad en la cual se resuelven el hombre y el mundo. No es que los elementos con los cuales elabora su filosofía sean completamente originales, sino que, por lo menos, hay en Descartes dos peculiaridades capaces de determinar el destino de una larga época, tal como sucede con la de los Tiempos Modernos. Dichas dos peculiaridades son, por una parte, su resolución de comenzar de nuevo, hasta donde esto fuera posible, y para conseguirlo hace Descartes algo infalible en este caso, a saber, que ese nuevo modo de concebir la realidad no antagonice ostensiblemente con el orden de cosas establecido y salve, al menos en apariencias, las verdades fundamentales prevalecientes. Así, por ejemplo, a la polaridad razón-revelación opone la de pensamiento-extensión que pronto absorbe y reemplaza a la primera. Como también al escepticismo sistemático y sin salida de los renacentistas opone la duda metódica, y así de lo demás. Por otra parte, Descartes encarna a perfección el ideal del hombre de ciencia de la modernidad, ese tipo humano dominado por un excesivo afán de objetivarlo todo, para conseguir lo cual es preciso recortar, hasta hacerlo desaparecer si fuera posible, todo impulso del corazón, de los sentimientos... El hombre para quien nada puede ser «real» fuera de las ideas claras y distintas, el hombre, en fin, para quien la razón pascalina es escándalo. Y la filosofía cartesiana representa a maravilla el ideal de objetivación que es el motor interno del pensamiento de la modernidad, afán que llegará a los peores extravíos de tratar de encerrarlo todo en fórmulas y leyes, en ecuaciones y teoremas. Ideal que se funda en el más acendrado sentido común –el bon sens de les honnêtes gens– y que se puede sintetizar en la expresión de que nada hay de real fuera del peso y la medida.

Todo lo cual no disminuye un ápice la gloria inmensa de Descartes. Como todo gran personaje de la historia supo torcer el rumbo de los acontecimientos hasta él y dotar al mundo occidental de un nuevo repertorio de ideas y hasta de creencias. Sin duda que su originalidad radica sobre todo en el carácter sistematizador de su pensamiento. Pues si la duda y el escepticismo, también al modo metódico, eran ya conocidos –el caso de Sócrates–, es preciso reconocer que Descartes los utiliza en forma asaz original al aplicarlos a las exigencias de su tiempo con el renovador efecto que produjeron y del cual sabemos por la historia del pensamiento moderno hasta nuestros días.

Llegados a un momento de la vida cultural de occidente que exige el recuento de los siglos decursados desde Descartes a las fechas, este tercer centenario de su deceso es significativa oportunidad para la meditación de esa cultura cuya crisis actual es la consecuencia del desgaste, el desajuste y en definitiva la ineficacia de los principios con los que el pensamiento cartesiano dotó al mundo hace ahora casi trescientos años. Al cabo de ellos, a la deriva en un mar de inmensas contradicciones, se impone una nueva rectificación del rumbo, o sea que estamos irremisiblemente abocados a lo que ya se ha llamado una tercera navegación. El recuento meditativo de la ya multisecular empresa cartesiana sin duda que será de gran provecho para el obligado cambio de dirección.

La Revista Cubana de Filosofía quiere dejar constancia de su admiración por el genio y la empresa de Descartes. Las páginas que subsiguen recogen diversos enfoques, coincidentes unos y otros divergentes con el pensamiento del inmortal francés. En todos, con admiración y respeto.

H. P. Ll.

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